Hace ya varias semanas estalló un grave conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Para decirlo en síntesis: el conflicto de fondo tiene que ver con una de las duras batallas que han debido librarse en México para defender la educación pública ante los intereses de quienes, también en el nivel universitario, quisieran su privatización.
La privatización de la educación pública en México (en todos los niveles y desde luego en los de la educación superior) ha sido desde siempre objetivo central de la derecha, y en los últimos tiempos del conjunto de los intereses y centros económicos afiliados al neoliberalismo. Y es una de las principales consecuencias de la escandalosa concentración de capitales de las últimas décadas. Una meta de la derecha por razones evidentes: la primera es ideológica y del modelo
social a que aspira; la segunda tiene que ver con el enorme negocio en que se ha convertido la educación privada, sin controles en ningún sentido.
Conforme al modelo
social que propone el neoliberalismo, en sus terrenos privados debe formarse la clase
de los dirigentes tecnócratas que en el país cuidarán y orientarán las inversiones de los más adinerados. Este es uno de los mayores escándalos de la situación: gente formada
(mediocremente) que ha olvidado los referentes democráticos y nacionales de la historia de México y que únicamente persigue, como decía, la defensa y acumulación de los intereses de los más adinerados. En la Universidad Nacional Autónoma de México sabemos bien de estas batallas, que se han ganado muchas veces por tener la UNAM gran prestigio y por significar tanto en la historia de la educación nacional.
Pero la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, de reciente creación (fundada por Andrés Manuel López Obrador durante su jefatura de Gobierno en el Distrito Federal), y sin contar con la sólida tradición de la UNAM, es sometida hoy a diversos chantajes, violencias y ánimos destructivos que ponen en peligro su existencia misma y que debieran ser parte de una preocupación central de la ciudadanía.
En su breve historia, bajo la excelente dirección de su primer rector, el ingeniero Manuel Pérez Rocha, la UACM logró prestigio y convertirse en una de las instituciones universitarias de la ciudad que con más constancia emprendían proyectos universitarios de investigación, discusión de temas de importancia nacional, talleres bajo la dirección de profesores calificados en los cuales los estudiantes aprendían a aprehender y los profesores a enseñar.
Todo parecía ir sobre ruedas y en el camino de convertirse la UACM en un centro universitario de gran calidad, cuando de pronto un día, sin más aviso, la actual rectora, Esther Orozco, que en el papel de los currícula parecía tener antecedentes positivos, irrumpió con una escandalosa denuncia diciendo de su propia universidad que era un fraude porque las autoridades de la misma fomentan la irresponsabilidad de los jóvenes
, añadiendo una serie de dislates al hablar del pobre desempeño académico de los jóvenes universitarios y de la ausencia de controles de la estructura académica de la institución.
Si el directivo de una institución universitaria asume realmente sus declaraciones y denuncias, le corresponde a él (o a ella, como es el caso) corregir tales deficiencias académicas. En eso consiste precisamente su trabajo. Pero todo indica que la doctora Orozco, en vez de cumplir seriamente su función, emprendió una guerra
de acusaciones, difamaciones y amenazas contra los estudiantes, profesores, investigadores y hasta trabajadores que se han opuesto a sus procedimientos.
Y claro, ahora se sabe meridianamente que la señora Esther Orozco simplemente se ha propuesto transformar ese centro universitario en una suerte de dominio personal en el que reinan su hostigamiento a la comunidad, el nepotismo, la ausencia de transparencia y de rendición de cuentas, entre otros casos, al no informar a la comunidad universitaria de los destinos presupuestales que año con año entrega el Gobierno del Distrito Federal a la UACM. Quienes hemos sido universitarios toda la vida nos sorprendemos de que un personaje así pueda seguir al frente de una institución universitaria como la UACM, rechazando todo diálogo civilizado con profesores y estudiantes, cuando además más de 3 mil 500 firmas de la institución han pedido ya la renuncia o destitución de la señora Orozco.
Acoso laboral y retención de cuotas sindicales, violación de los estatutos universitarios de la UACM, despidos, despotismo y nepotismo, xenofobia, autoritarismo y hasta prácticas misóginas, son apenas algunas de las acusaciones que enfrenta la señora Orozco, que no tendría por qué seguir aferrada a una responsabilidad que evidentemente no sabe, ni quiere ni puede cumplir.
Menos aún en una institución que, además de sus virtudes académicas, ha logrado organizarse en la base, a pesar del continuo hostigamiento de la rectora, en un ambiente de pleno ejercicio democrático, de respeto a la libre expresión de las ideas y del franco intercambio de argumentos entre los integrantes de la comunidad universitaria. Y una de las cuestiones más escandalosas: el asedio para cerrar el Centro Vlady, de la UACM, dedicado a preservar la memoria del gran artista de origen ruso.
Conflicto general que se inscribe directamente del lado de los intereses políticos de quienes se proponen destruir las universidades públicas y privatizar la enseñanza del país en todos sus niveles. ¿Pertenece a ese bando la señora Orozco? La mentalidad autoritaria y hasta el despotismo que ha mostrado en su gestión la colocan irrefutablemente en ese campo.
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