Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

  Contenido: PARTE I. Historia de una resistencia y lucha: 1. Conflicto Israel-Palestina: una breve historia en map...

Dossier 11 - Para entender lo que está pasando en Ucrania

 


CONTENIDO:


➢ China: un mayor énfasis anti-occidental y el retorno
al marxismo (si es que se fue). Alberto Cruz.

➢ Estados Unidos ha matado a más de 20 millones de
personas en 37 naciones víctimas desde la Segunda
Guerra Mundial. James A. Lucas.

➢ No ayudas cuando «apoyas» protestas en naciones
perseguidas por el imperio estadounidense. Caitlin A.
Johnstone.

➢ China-EU: Dos políticas ante el COVID y el
apabullante contraste entre sus resultados. Entrevista
a John Ross.

➢ Adiós 1991-2022. Pepe Escobar.

➢ Ucrania nunca se convertirá en miembro de la
OTAN. Scott Ritter.

➢ “La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE.
UU.”. Editorial de Monthly Review Diciembre 2022.

➢ En 2022, el mundo tal como lo conocíamos terminó,
nos esperan décadas de conflicto. Ivan Timofeev.

➢ Batalla de Stalingrado, octogésimo aniversario de la
salvación del mundo. Rodolfo Bueno.

➢ Carta para Joaquín Sabina, el Julio Iglesias de
Pablo Iglesias. Oleg Yasinsky.

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Dosieres pasados:

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Compilado por UNAM en Rebeldía

https://unamenrebeldia.blogspot.com/


Enero de 2023

Carta para Joaquín Sabina, el Julio Iglesias de Pablo Iglesias - Oleg Yasinsky (Dossier 11)

 


Oleg Yasinsky

23 nov 2022

https://actualidad.rt.com/opinion/oleg-yasinsky


Señor Sabina:

Confieso que me sorprende estar ahora escribiéndole una carta, además una carta abierta, además una carta abierta en un medio cerrado por el gobierno progresista español (cosa que no sorprende), y además una carta a su nombre que, honestamente, no es para Ud.

Hace tiempo me gustaron sus canciones, tal vez por una compensación a mi rigidez soviética y por otra, a la solemnidad comunista de los Quilapayún, así que, sintiéndome una vez, más triste que un pingüino en un garaje, descubrí su ironía y su humor negro, que coincidió con mi búsqueda de liberarme de ser tan grave. Por supuesto, se lo agradezco, aunque el objetivo de esta carta sea otro.

Señor Sabina, me importa tratar de ser justo y no quiero caer en descalificaciones o caricaturas, lo que suelen hacer con los artistas e ídolos que desenamoran a su público enamoradizo; es más interesante aprender a discrepar valorando lo que compartimos o admiramos de otro. Esta carta, que como ya lo advertí, no es para usted, la escribo con ese ánimo.

Hace pocos días, usted hizo algunas declaraciones públicas sobre la Revolución Cubana y sobre algunos otros temas de nuestros tiempos. Y aunque las últimas noticias nos han enseñado a no sorprendernos con nada, me sentí perplejo, como tratando de hacer coincidir al Joaquín Sabina de las letras de sus canciones, lúdicas, oníricas y siempre irreverentes, con sus recientes declaraciones, que me parecen de extrema, diría, grosera superficialidad y totalmente idénticas a la narrativa del sistema que se empeña en destruir lo que queda del planeta. No se trata de discrepancias políticas, Joaquín, que son legítimas, bienvenidas y siempre enriquecen cualquier intercambio. El problema es otro: la falta de criterio y de contexto, algo que siempre es antipoesía y anticultura, que en vez de incentivar el cuestionamiento humano de las cómodas y tóxicas verdades instaladas por el poder, impone al público una plana ordinariez caricaturesca.

Me parece sospechoso que cuando el sistema capitalista mundial se sentía más seguro en su supremacía y se daba el lujo de jugar a la democracia, varios artistas populares como Ud., o Calle Trece, para dar algún ejemplo, no dudaban en exponerse al lado de Fidel y de la Revolución Cubana, esto les daba la tan apreciada imagen por el público de ser "los críticos del modelo" y hasta los "revolucionarios". Pero ahora, cuando el sistema se quita la máscara, establece una dictadura mediática total, prohíbe pensar o discrepar, y las grandes masas humanas (cada vez con una peor educación y necesidades más apremiantes), confundidas por la manipulación política y cultural, tragan el anzuelo, ustedes, en vez de enfrentar y de denunciar por humanismo, la bestial arremetida del capitalismo mundial, se ponen en el cómodo lado del poder, que les garantiza los sellos discográficos, premios internacionales y los aplausos del público enajenado y teledirigido, públicamente "rompiendo" con la Revolución Cubana y hablando del "fracaso del comunismo", como si el mundo de hoy, dirigido por la derecha neoliberal tuviera un gran éxito.

Claro, algunos como usted seguramente dirán "pero es que el régimen cubano...". Pero no vale, señor Sabina. El Gobierno cubano siempre cometió errores, ha sido burocrático, permitió excesos, ha tenido varios problemas sin resolver, nunca fue perfecto, pero antes, al parecer, cuando mediáticamente todavía era permitido, parece que no le importaba mucho. Y ahora, cuando Cuba con todos sus errores y defectos está más sola que nunca y ya no se tolera ninguna expresión de solidaridad con los países que no se dejan dominar, como su España "de izquierda", por los EE.UU., dice usted: "Fui amigo de la Revolución Cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo... Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda" y saca los aplausos en Miami. Miro sus fotos con Fidel, que en su agenda apretaba, encontraba tiempo e interés para compartir con gente como usted. Después de su muerte, Ud. decide no ser más "su amigo". Eso último, aparte de ser patético, me parece exagerado. Fidel Castro nunca ha sido su amigo ni usted amigo de él. Las fotos de sus encuentros con él más parecen elementos de su marketing cuando ser "su amigo" todavía era un buen negocio artístico. También me acuerdo de la larga lista de políticos de la derecha chilena (obviamente "democrática", igual que la izquierda española) desfilando por el Malecón habanero y declarándose "amigos de Fidel", cuando la medicina cubana salvaba a sus familiares o cuando se podía hacer algún negocio con la isla bloqueada (que todavía se toleraba).

Y como si fuera poco, usted continúa: "Las revoluciones del siglo XX todas fracasaron estrepitosamente y la única que avanza en el siglo XXI son el feminismo y la LGBTIQ+, las otras no, el fracaso ha sido feroz". Si usted pasara menos tiempo en los bares y un poco más en las bibliotecas, seguramente se enteraría de que la más feminista de las revoluciones del siglo pasado fue la Revolución Socialista de Octubre, que dio a las mujeres soviéticas más libertades y derechos que todos los "feminismos" actuales juntos y, sobre todo, la dignidad totalmente incompatible con la guerra de los sexos, exitosamente promovida ahora por el sistema con el envase del "feminismo". Respecto a la otra revolución (no pongo las comillas para no herir aquí las sensibilidades de nadie), la LGBTIQ+-xyz… etc, es otro holograma. Creo que la exigencia del respeto entre los seres humanos (como no podemos poner "la exigencia del amor") no pasa por el número de las letras políticamente correctas en las abreviaturas cada vez más largas, ni por el lenguaje cada vez más inclusivo y analfabeto. Al igual que usted, estoy totalmente en contra de la cualquier discriminación de los (y las y les) gay, pero también de los negros, los indígenas, los musulmanes, los trabajadores, los pobres, los genios, los que no somos muy brillantes y todes otres categoríes de las y los, pero tenemos un problema. Dentro del sistema neoliberal que promueve tanto la "revolución LGBTIQ+" y que Ud. ahora defiende, el verdadero respeto entre los seres humanos no es posible, ya que su base es la explotación, la ignorancia y la hipocresía. Por eso, los bancos y las corporaciones con tanto empeño financian las "causas revolucionarias" que desvían la atención de tanta gente buena de lo esencial: de la misma revolución. Sin cambiar el sistema mundial capitalista, que bien o mal intentó hacer Cuba, no podemos defender los derechos ni de las minorías sexuales ni los de nadie.

Y para finalizar, respecto a su tercera parte del mismo discurso, que dice literalmente: "He estado mucho tiempo enfadado con el siglo XXI por todo lo que pasaba, Trump, Putin, eran cosas feas, incluso el lenguaje de gente a través de redes sociales, que lo degrada mucho. Aunque el otro día pensando me di cuenta de que estaba demasiado pesimista me puse a pensar qué cosas buenas que habían pasado y me acordé de qué manera se había conseguido pronto y bien una vacuna para el covid. También le ha ganado Lula a Bolsonaro, que no está mal, y ha aparecido un héroe extraordinario, que es Zelenski. Poco más".

Lo que Ud. piensa de los presidentes Trump, Putin, Lula y Bolsonaro y, sobre todo, sus apreciaciones estéticas de las "cosas feas" y "bonitas" sobre el mundo político, me tienen sin cuidado. Está en su derecho, también tengo mis opiniones, pero no importan por ahora. Insisto, que lo que me impresiona no es su postura, sino su extrema liviandad, frases banales sin sustento, lanzadas con tal irresponsabilidad a millones de oídos de los admiradores de su talento artístico, donde me incluyo.

Mientras el mundo social sigue consternado por el desastroso manejo de la pandemia del covid, que, independientemente del misterio del origen del virus, que difícilmente sabremos con certeza algún día, ha demostrado un total fracaso del sistema médico mundial y una extrema ineficiencia de los organismos internacionales, todo multiplicado por el enorme negocio de las vacunas y su pésima e injusta distribución entre los países ricos y pobres (excepto Cuba socialista de la que Ud "ya no es amigo"), resalta usted como un ejemplo positivo la "manera en que se había conseguido pronto y bien una vacuna para el covid". Aparte de eso, las vacunas que se consideraban más seguras y eficientes, ya que provenían del "mundo democrático" que Ud. defiende, ahora resultan ser las más dudosas y con efectos secundarios más impredecibles, que las "vacunas autoritarias" de Rusia y Cuba, donde los gobiernos que Ud. detesta no han destruido todavía el sistema de salud preventivo y el control estatal sobre la industria farmacéutica.

Su última frase, sobre "el héroe extraordinario de Zelenski" es realmente para el bronce. Le faltó compararlo con Salvador Allende o Sandino, como suelen hacer algunos representantes de la "izquierda democrática", como la de los gobiernos español o chileno.

Señor Joaquín Sabina, soy ucraniano y si usted tuviera interés y ganas, le podría contar mucho sobre este "héroe" de mi pueblo. Lamentable o afortunadamente, el formato de esta columna no permite darle aquí todos los detalles de la destrucción de Ucrania por el régimen de Volodimir Zelenski, ni cómo fueron eliminados los últimos derechos sociales, periodísticos y humanos, ni de qué manera los grupos nazis, controlados por la CIA, tomaron el poder en sus fuerzas armadas, ni las estadísticas de las torturas y asesinatos, ni la historia de la destrucción de los monumentos a los soldados soviéticos y a los poetas y escritores rusos, ni las crudas imágenes de los militares ucranianos cocinando (textualmente) las cabezas de soldados rusos.

Seguramente, si usted se hubiese conocido con Zelenski en un escenario o después, tomando o consumiendo los productos inspiradores ilícitos de los que ambos son amantes, él le habría caído muy bien. Qué hacer si él es, igual que Ud., un buen artista.

Por último, podría parecer un insulto o un piropo, pero en el mismo estilo de sus últimas declaraciones, no es ni lo uno ni lo otro. Con sus actuales melodías políticas, usted lo que más parece es un Julio Iglesias de su compatriota Pablo Iglesias, otro destacado "demócrata de izquierda".

Batalla de Stalingrado, octogésimo aniversario de la salvación del mundo - Rodolfo Bueno (Dossier 11)

 


Rodolfo Bueno 

06/12/2022

Fuentes: Rebelión 


La traición al pueblo checoslovaco por parte de Occidente se dio mediante el Pacto de Münich. Checoslovaquia tenía garantizada su existencia por el Pacto de Asistencia Mutua, que firmó con Francia, y por el Tratado Checo-Soviético; además, el 28 de abril de 1938, Gran Bretaña se comprometió a luchar junto a Francia si tuviera una guerra contra Alemania. Pese a ello, Chamberlain, Primer Ministro inglés, voló a entrevistarse con Hitler para lograr un acuerdo anglo-alemán. Le explicó al rey de Inglaterra que se proponía plantear a Hitler que Alemania e Inglaterra fueran “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”.

En la reunión, Hitler le exigió a Chamberlain que aquellas partes de los Sudetes checos, donde vivían más del 50% de alemanes pasaran a formar parte de Alemania. Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes checos al Tercer Reich. Lord Halifax, secretario de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, fue el encargado de entregar este acuerdo a Jan Masaryk, Embajador de Checoslovaquia en Londres.

Se dio el siguiente diálogo, Lord Halifax: “Ni el Primer Ministro inglés ni yo le queremos dar consejo alguno con respecto al memorándum. Pero piénselo bien antes de responder negativamente. El Primer Ministro está persuadido de que Hitler sólo quiere los Sudetes, si lo consigue no reclamará nada más”; Masaryk: “¿Y usted cree eso?”; Lord Halifax: “Yo no he dicho que el Primer Ministro esté convencido de eso”; Masaryk: “Si ni usted ni el Primer Ministro quieren darnos ningún consejo sobre el memorándum, entonces, ¿cuál es el papel del Primer Ministro?”; Lord Halifax: “El de correo y nada más”; Masaryk: “Debo entender que el Primer Ministro se ha convertido en recadero del asesino y salteador, Hitler”; Lord Halifax, un poco turbado: “Pues, si le parece, sí”.

Alemania propuso la realización de una conferencia de cuatro potencias: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No fue tomada en cuenta Checoslovaquia, que en ese corrillo perdió la quinta parte de su territorio, la cuarta parte de su población y la mitad de su industria pesada. A su delegación, que esperaba fuera del lugar de la reunión, se le comunicó verbalmente el destino nefasto de su país. Sus delegados reclamaron indignados por aquella resolución monstruosa, criminal y absurda. Les contestaron: “¡Es inútil discutir! Está decidido”.

En Münich se dieron los primeros pasos para una alianza entre Inglaterra y Alemania. La finalidad la denuncia Sir John Wheeler Bennet, historiador británico especializado en el estudio sobre Alemania: “Existía la oculta esperanza de que la agresión alemana, si se la lograba encauzar hacia el Este, consumiría sus fuerzas en las estepas rusas, en una lucha que agotaría a ambas partes beligerantes”.

Tras la entrega de Checoslovaquia a Alemania, Hitler exigió la reposición del Corredor Polaco, la devolución del puerto Dánzig y que Polonia le cediese facultades extraterritoriales para construir autopistas y líneas férreas por el territorio polaco. Luego anuló el pacto de no agresión firmado con Polonia, comenzó a reclamar las colonias que le fueron arrebatadas por Francia e Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial y renunció al convenio naval anglo-alemán. El 1 de septiembre de 1939, fecha oficial del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Alemania invadió Polonia. Dos días después, Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania.

El 14 de mayo de 1940, los tanques alemanes rompieron las líneas defensivas francesas en la región de Sedan y se precipitaron en dirección a occidente. El 18 de mayo, el 9° ejército francés fue derrotado. El 20 de mayo, las divisiones motorizadas alemanas comandadas por von Kleist llegaron a las costas de la Mancha. El 27 de mayo, comenzó la retirada de las fuerzas inglesas de Dunquerke, operación que fue exitosa gracias a que la Wehrmacht, Fuerzas Armadas de Alemania, detuvieron inesperadamente su marcha, lo que facilitó la evacuación de las tropas británicas.

Este hecho tiene una explicación política, eliminada Francia, Hitler esperaba ponerse de acuerdo con Gran Bretaña para lograr la división de las esferas de influencia en el mundo y la creación de un frente común contra su principal enemigo, la Unión Soviética. Muchos sostienen que para esta negociación, Rudolf Hess, el segundo hombre fuerte de Alemania, voló a Gran Bretaña y se lanzó en paracaídas.

La mañana del 14 de junio, las tropas nazis entraron en París y desfilaron por los Campos Elíseos. El 21 de junio de 1940, en en el bosque francés de Compiègne, en el mismo vagón en el que 22 años atrás Alemania se habían rendido a Francia, bajo los acordes de “Deutschland Uber Alles” y el saludo nazi hecho por Hitler, Francia se rindió a Alemania. El Mariscal Petain formó un gobierno títere, pero el pueblo francés se alineó con la “Francia Libre”, cuya cabeza era el General Charles De Gaulle, o con el Partido Comunista Francés. Desde la clandestinidad, ambas fuerzas jugaron un importante papel en la lucha contra la ocupación alemana.

El 18 de diciembre de 1940, Hitler ordenó desarrollar el Plan Barbarrosa, que contemplaba la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses; la orden de ponerlo en ejecución la dio luego de apoderarse de Europa continental, cuando trabajaban para la Wehrmacht cerca de 6.500 centros industriales europeos y en las fábricas alemanas laboraban 3’100.000 obreros especialistas extranjeros. Alemania era la más poderosa potencia imperialista del planeta y la acompañaron en esta aventura muchos estados europeos y numerosos voluntarios del resto del mundo.

El domingo 22 de junio de 1941, Alemania dio inicio al Plan Barbarossa. Un ejército jamás visto por su experiencia y poderío, se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada alemana.

El conflicto bélico que Alemania desató en la Unión Soviética fue una guerra de exterminio contra los pueblos eslavos, gitanos y judíos, que para los nazis eran de raza inferior y ocupaban el espacio vital que les pertenecía a ellos, que se creían de raza superior; por eso, el elevado número de civiles muertos y los crímenes horripilantes que hubo en los territorios ocupados de la URSS, algo que no sucedió en el resto de Europa.

Los nazis inculcaron en el pueblo alemán, y en particular en sus fuerzas armadas, la doctrina de que ellos descendían de arios, cuya raza madre, herrenrasse, fue corrompida y debilitada por la mezcla con razas inferiores; que ellos estaban destinados a convertirse en la raza de seres superiores, que debían conquistar por la fuerza Europa Oriental, Rusia y Asia Central. Hitler se creía predestinado a eliminar el comunismo, ideología que consideraba idónea para los débiles de espíritu.

Si a este mejunje doctrinario se añade el soporte del gran capital financiero mundial, que encontró en Hitler suficientes atributos de dureza y violencia, necesarios para derrotar la efervescencia revolucionaria del pueblo alemán, se comprende que él era no sólo el demagogo que engatusó a un país de grandes tradiciones libertarias y formidables pensadores, que instauró una dictadura personal y llevó a los habitantes de Alemania a la guerra, como a una manada de ciegos, sino que se trata de un fenómeno político todavía latente, que muestra su vitalidad en el mundo actual, repleto de conflictos sociales.

Lo dicho permite comprender por qué el que muchos millones de soviéticos murieran de inanición en este conflicto, no fue un problema para Alemania nazi, que creyó innecesario alimentar a los prisioneros de guerra y a la población civil de la URSS. Hasta el final de la guerra, los Einsatzkommandos de Himmler exterminaron a más de tres millones de prisioneros de guerra soviéticos, a los que trataron de untermensch, en alemán subhombre o subhumano. La Masacre de Oradour-sur-Glane o la destrucción del pueblo de Lídice, se dieron por miles en la URSS, donde los Einsatzkommandos asesinaron a comunistas, rusos, judíos, gitanos, intelectuales, homosexuales, niños, mujeres y ancianos, a los que llamaron enemigos de Alemania. Erich Lahousen, oficial de los servicios secretos de la Wehrmacht, en su testimonio en Nuremberg dijo: “El General Reinecke nos explicó que la guerra entre Alemania y la URSS no se parecía a ninguna otra. El soldado del Ejército Ruso no era un combatiente en el sentido ordinario del término, sino un enemigo ideológico. Un enemigo a muerte del nacionalsocialismo, que los rusos debían ser tratados de un modo distinto a los prisioneros de guerra occidentales”.

El Mariscal Eduard von Manstein ordenó: “El sistema judío-bolchevique debe ser exterminado… El soldado alemán se presenta como portador de un concepto racial y debe apreciar la necesidad del más duro castigo para la judería… En las ciudades enemigas, gran parte de la población tendrá que pasar hambre. No se debe dar nada, por un desviado humanitarismo, ni a la población civil ni a los prisioneros de guerra”.

La guerra de Alemania contra la URSS era esperada, pero las fechas notificadas por los servicios secretos soviéticos sobre su inicio no coincidían, algunas eran reales y otras erróneas. Sólo se tenía la certeza de que no se debía provocar a Alemania, porque la Wehrmacht tenía el mayor poder destructivo conocido hasta entonces.

En los primeros meses de guerra, las fuerzas armadas de Alemania lograron acercarse a Moscú y Leningrado, dos de sus principales metas; nada parecía capaz de detener a este monstruo apocalíptico; sin embargo, el primer fracaso del Plan Barbarrosa se dio cuando la Wehrmacht fue derrotada en las puertas de Moscú y no pudo desfilar el 7 de Noviembre de 1941 por la Plaza Roja, tal cual había sido planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético. Después, los soldados se dirigieron al frente y ganaron la Batalla de Moscú; cosechaban el ejemplo del Mayor Klochkov, que se arrojó debajo de un tanque alemán con granadas en las manos exclamando: “Aunque Rusia es inmensa, no hay a donde retroceder, ¡detrás está Moscú!”

Sobre esta batalla el General Douglas MacArthur escribe: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.

La siguiente y más importante victoria soviética fue en Stalingrado, donde se dio la más sangrienta y encarnizada batalla que se conoce, la suma total de las pérdidas por ambas partes supera con creces los dos millones de soldados muertos; se prolongó desde el 17 de julio de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, cuando, luego de largos y feroces combates, el Ejército Rojo derrotó al poderoso Sexto Ejército Alemán, fuerza élite de la Wehrmacht, comandada por el Mariscal Paulus.

En el momento en que el General Vasili Chuikov llegó a hacerse cargo de la comandancia del 62.º Ejército Soviético, que en Stalingrado enfrentó al Ejército Alemán, el Mariscal Yeriómenko le preguntó: “¿Camarada, cuál es el objetivo de su misión?” Su respuesta fue: “Defender la ciudad o morir en el intento”. Yeriómenko tuvo la certeza de que Chuikov había entendido perfectamente lo que se le exigía. Chuikov escribió: “Por todas las leyes de las ciencias militares, los alemanes debieron ganar la batalla de Stalingrado y, sin embargo, la perdieron. Es que nosotros creíamos en la victoria. Esta fe nos permitió vencer y evitó que fuésemos derrotados”.

Es que comprendía cabalmente que en Stalingrado se sellaba el destino del orbe, que si Alemania lograba derrotar a la URSS en esta batalla, se apoderaría del Cáucaso y de los recursos energéticos soviéticos, sin los cuales colapsaría todo el Frente Oriental; que después de tomar Stalingrado se le facilitaría a Alemania culminar con éxito el Plan Barbarossa y la toma posterior de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas se unirían con las japonesas; también, que España, Portugal y Turquía se sumarían a las naciones del Eje, con lo que los anglosajones serían eliminados de Europa continental, Asia y África; finalmente, que con la victoria en Stalingrado, Alemania y sus aliados lograría el dominio total del mundo.

Chuikov comenzó con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, pese a ello fortificó las defensas en los lugares donde era posible contener al enemigo, especialmente, en la colina de Mamáev Kurgán, donde cayó abatido Rubén Ruiz Ibárruri, hijo único Dolores Ibárruri, la Pasionaria, dirigente comunista de España; además, estimuló la formación y el uso de francotiradores, uno de ellos, Vasili Záitsev. Seguía la doctrina del conde Súvorov: “Sorprender al contrincante significa vencerlo”. Por eso, luchaba en las condiciones que los alemanes detestaban, ello le permitía derrotarlos.

Después de tres meses de sangrientos combates, los alemanes habían capturado el 90% de la ciudad y dividido a las fuerzas soviéticas en tres bolsas estrechas. Gracias a la moral combativa de los defensores de Stalingrado, los alemanes lograron avanzar apenas medio kilómetro en doce días de la ofensiva de octubre del 1942. El 11 de noviembre, y por última ocasión, los alemanes atacaron en Stalingrado, intentaron llegar al río Volga en un frente de cinco kilómetros; el ataque fracasó porque los rusos defendieron cada metro, cada piedra de Stalingrado.

El General alemán Wilhelm Dörr escribió sobre la Batalla de Stalingrado: “El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller… Estábamos frente a frente con los rusos, lo que impedía utilizar la aviación. Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes”. El General Chuikov fue el que ideó esa forma de lucha, en la que el espacio de separación de sus tropas de las alemanas jamás excedía el radio de acción de un lanzador de granadas.

El 19 de noviembre de 1942 comenzó la operación Urano, ofensiva soviética que había sido preparada con el mayor de los secretos, por lo que fue inesperada para los alemanes, que nunca se percataron del contraataque soviético. Al cuarto día, el 23 de noviembre, 330.000 soldados alemanes fueron cercados en un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud, el mayor cerco que conoce la historia. El ultimátum enviado por el Mariscal Rokosovsky al General Paulus fue rechazado.

El 30 de enero, Hitler ascendió al rango de Mariscal de Campo al General Paulus. En realidad, el acenso era una orden de suicidio, pues en la historia de las guerras no hay un sólo caso en que un mariscal de campo haya caído prisionero. Pero Paulus no tenía la intención de dispararse por ese cabo bohemio, como informó a varios generales, y prohibió hacerlo a los demás oficiales, que debían seguir la suerte de sus soldados.

El 2 de febrero de 1943, luego de arduos combates en los que fracasaron todos los intentos por romper el cerco, cesó la resistencia alemana en Stalingrado. El Ejército Soviético capturó un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. Paulus fue hecho prisionero y en 1944 se unió al Comité Nacional por una Alemania Libre. En 1946 fue testigo en los Juicios de Núremberg. Antes de partir hacía Dresde, donde fue jefe del Instituto de Investigación Histórica Militar de la República Democrática Alemana, declaró: “Llegué como enemigo de Rusia, me voy como un buen amigo de ustedes”. Murió en Dresde el 1 de febrero de 1957.

En la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht perdió cerca de un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el Frente Oriental. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia y algo que nadie en el mundo esperaba. En Memorias de un Soldado, el General Heinz Guderian escribe: “Después de la catástrofe de Stalingrado, a finales de enero de 1943, la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales”.

La Batalla de Stalingrado fue el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial y resultó una auténtica catástrofe militar para los alemanes, cuyas tropas no pararon de retroceder hasta rendirse ante el Mariscal Zhúkov en Berlín, dos años y cuatro meses después. La victoria de Stalingrado marcó el inicio de la derrota de Alemania, sentó las bases para la expulsión masiva de los invasores del territorio soviético, desbarató los planes alemanes, resquebrajó su sistema de alianzas y llenó de esperanzas a todos los pueblos de los países que luchaban contra el fascismo. La casi totalidad del material militar que se empleó en Stalingrado fue fabricado en las fábricas que los técnicos de la URSS habían trasladado desde las zonas centrales de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones.

La Segunda Guerra Mundial dejó cambios profundos en la estructura social del mundo y en la consciencia colectiva del género humano. La victoria aliada es la más grande epopeya de los pueblos del planeta por conquistar su derecho a la vida, contra el fascismo, que es por naturaleza propia su negación. Esta lucha no ha concluido mientras subsistan en el seno de nuestras sociedades el anticomunismo, el racismo, el chovinismo, la intolerancia y el militarismo, banderas bajo las cuales se ocultan los más bárbaros enemigos de la especie humana.

En 2022, el mundo tal como lo conocíamos terminó, nos esperan décadas de conflicto - Ivan Timefev (Dossier 11)

 

©  Getty Images / erhui1979

5 de enero de 2023 16:38

Ivan Timefev

RT


El 'fin de la historia' ha concluido y el mundo ha vuelto a los conflictos entre 'grandes potencias'. Esperemos que no se vuelva nuclear.

Por  Ivan Timofeev , Director del Programa del Club Valdai y uno de los principales expertos en política exterior de Rusia.


En 1989, el 'corto siglo XX' concluyó con el 'fin de la historia': la victoria del mundo capitalista occidental sobre el proyecto socialista soviético. En ese momento, no quedaba ni un solo país o comunidad en el mundo que ofreciera una alternativa realista a la visión liderada por Estados Unidos sobre la organización de la economía, la sociedad y el sistema político.

El bloque soviético se disolvió. Gran parte de ella se integró rápidamente en la OTAN y la Unión Europea. Otros actores mundiales importantes habían comenzado a integrarse orgánicamente en el sistema mundial centrado en Occidente mucho antes del final de la Guerra Fría. China retuvo un alto nivel de soberanía en términos de su orden interno, pero rápidamente pasó a una economía capitalista, comerciando activamente con los EE. UU., la UE y el resto del mundo.

Beijing, mientras tanto, rehuyó promover el proyecto socialista en el exterior. India había evitado reclamar proyectos globales propios, aunque, hasta el día de hoy, también ha mantenido un alto nivel de identidad en su sistema político y hasta ahora ha evitado unirse a bloques y alianzas. Otros jugadores importantes también permanecieron dentro de las reglas del juego del 'orden mundial liberal', evitando intentos de desafiarlo.

Los rebeldes individuales, como Irán y Corea del Norte, no representaban una gran amenaza, aunque expresaron su preocupación por su resistencia obstinada, la promoción persistente de programas nucleares, la adaptación exitosa a las sanciones y, en su mayor parte, se descartó cualquier ataque militar potencial, debido a su alto costo. Por un breve período, pareció que el desafío global podría provenir del islamismo radical. Pero tampoco pudo sacudir el orden existente.

Las campañas militares inicialmente espectaculares de Estados Unidos y sus aliados en Irak y Afganistán terminaron haciendo poco para democratizar el mundo islámico. Pero esto tampoco provocó un cambio de juego global. Además, la lucha contra el islamismo radical incluso ha fortalecido la identidad del mundo occidental como guardián de lo secular y racional, frente a lo religioso y fundamentalista.

Rusia, a primera vista, había encontrado su nicho en el nuevo orden mundial. El país se había convertido en una economía periférica especializada en el abastecimiento de materias primas. Su mercado fue explotado ansiosamente por compañías occidentales globales. Su gran burguesía pasó a formar parte de la élite global, convirtiéndose en 'rusos globales'. Su industria se degradó o se incorporó a cadenas globales. El capital humano se estaba reduciendo gradualmente. En general, los socios occidentales percibían a Rusia como una potencia marchita, aunque bastante predecible. Sus estallidos ocasionales de indignación por el bombardeo de Yugoslavia, la guerra en Irak o las revoluciones en el espacio postsoviético se suavizaron de alguna manera y no se consideraron un gran problema.

Era posible criticar a Moscú por su 'legado de autoritarismo' o su historial de derechos humanos, sermonearlo periódicamente, mezclado con elogios por su afinidad cultural con Occidente, pero al mismo tiempo dejando en claro que no habría una integración más profunda. Los tímidos intentos de los empresarios rusos de comprar empresas como Opel o Airbus o adquirir activos en otras áreas, en otras palabras, establecer relaciones económicas un poco más igualitarias e interdependientes, no tuvieron éxito. A Moscú también se le dijo muy explícitamente que sus preocupaciones sobre la participación militar occidental en el espacio postsoviético no tenían una base legítima y serían ignoradas. 

En general, a fines de la década de 2000 e incluso en la de 2010, se podía hablar de un grado bastante alto de sostenibilidad del orden establecido desde el final de la Guerra Fría. Sin embargo, en 2022, finalmente quedó claro que el 'fin de la historia' había terminado. El mundo ahora ha reanudado su curso habitual de agitación global, la lucha por la supervivencia, la competencia feroz y la rivalidad. 

Para evaluar adecuadamente esta nueva etapa, es importante comprender el significado de la idea del 'fin de la historia'. Su identificación con el conocido concepto de Francis Fukuyama proporciona sólo una comprensión superficial; tiene raíces normativas y político-filosóficas mucho más profundas. Estas se pueden encontrar principalmente en dos teorías políticas modernistas: el liberalismo y el socialismo. Ambas se basan en la creencia en el poder ilimitado y el valor normativo de la mente. Es la mente la que le permite al hombre tomar el control de las fuerzas de la naturaleza, así como de las fuerzas elementales y los lados más oscuros de la naturaleza humana y la sociedad.



Francis Fukuyama © Panayotis Tzamaros / NurPhoto vía Getty Images 

En Estados Unidos, el liberalismo y el realismo han coexistido durante décadas. El primero cumple una función ideológica y doctrinal. Este último es una especie de detrás de una pantalla, compensando las plantillas ideológicas con pragmatismo y sentido común. De ahí la tan criticada "política de doble rasero" estadounidense.

En la URSS, bajo las losas de hormigón de la creencia socialista, también existía su propia versión del realismo. No fue reflexivo en la medida en que podría serlo en Estados Unidos, pero se desarrolló implícitamente entre la ciencia académica, la diplomacia y la inteligencia. La existencia de este estrato (su icono más tarde se convirtió en Evgeny Primakov) permitió a Rusia adquirir rápidamente una base pragmática para su política exterior después de varios años de idealismo a finales de los 80 y principios de los 90. Para la década de 2000, la política exterior rusa finalmente estaba en un camino realista. A diferencia de EE. UU., Moscú no tenía una perspectiva ideológica y no quería tener una, habiéndose saciado con tales obsesiones durante el período soviético. En EE. UU. y Occidente en su conjunto, el componente ideológico sobrevivió, afirmando aún más su importancia en el contexto de la victoria en la Guerra Fría. 

El dualismo de ideología y pragmatismo, sin embargo, tiene su propia trampa. Es que la ideología puede ser no solo una pantalla para realistas pragmáticos, sino también un objeto de fe para una multitud de diplomáticos, académicos, periodistas, militares, empresarios y otros representantes de la élite de la política exterior. La ideología es capaz de ser el mismo valor autosuficiente que puede hacer que la acción social sea racional en términos de valor en lugar de racional para fines. Enfocar la política exterior en términos de democratización, o el grado de participación en la economía de mercado global, es un ejemplo de la influencia de la ideología en la percepción de la política exterior y la formulación de objetivos de política exterior. El intento de democratizar Afganistán puede verse con escepticismo, pero en EE.UU. hubo un número considerable de sinceros partidarios de la idea. 

Tanto el dogmatismo de la política exterior estadounidense como su realismo demostraron ser fundamentales para la brevedad del "fin de la historia". Esta mezcla dio lugar a políticas insostenibles como la citada aventura en Afganistán, por un lado, y salidas del 'canon', expresadas en dobles raseros y la promoción avasalladora de intereses bajo lemas piadosos, por otro. La primera condujo a un desperdicio de recursos y a una erosión de la fe en la omnipotencia de la potencia hegemónica (la resistencia afgana logró deshacerse no solo de la 'URSS ineficaz', sino también de los 'EE.UU. efectivos' con todos sus aliados a cuestas ).

El segundo fue la erosión de la confianza y el creciente escepticismo por parte de otros actores importantes. Rusia fue el primero, luego China comenzó a llegar a un entendimiento similar. En Rusia, esto comenzó a surgir en medio de la expansión hacia el este de la OTAN en el espacio postsoviético. En China, esto sucedió más tarde cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lanzó un ataque en forma de guerra comercial y de sanciones sin pestañear. Sin embargo, Moscú y Beijing respondieron de manera diferente. Rusia golpeó la mesa con el puño en 2014 y luego volcó la mesa. China ha comenzado a prepararse para el peor de los casos, sin desafiar abiertamente a los EE. UU. Pero incluso sin tal desafío, Washington lo percibe como un adversario a largo plazo más peligroso que Rusia. 

En 2022, los restos de la era del "fin de la historia" finalmente se convirtieron en cosa del pasado. Sin embargo, tampoco ha habido un retorno a la Guerra Fría. La política rusa se preocupa principalmente por los intereses de seguridad. No se deriva de la ideología, aunque incluye componentes de la identidad del "mundo ruso", así como motivos históricos para oponerse al nazismo. Rusia no ofrece una alternativa ideológica global comparable al liberalismo, ni China ha tomado aún tales iniciativas. 



El presidente chino, Xi Jinpin, y el presidente ruso, Vladimir Putin, conversan durante su reunión en Beijing. © Alexei Druzhinin / Sputnik / Kremlin pool vía AP 


El final del 'fin de la historia' se destaca por varios otros detalles. En primer lugar, una gran potencia se ha arriesgado a renunciar a los beneficios del 'mundo global' de la noche a la mañana. Los historiadores discutirán si Moscú anticipó sanciones tan duras y la salida de cientos de empresas extranjeras tan rápido. Sin embargo, está claro que Rusia se está adaptando vigorosamente a las nuevas realidades y no tiene prisa por volver a la globalización centrada en Estados Unidos. 

En segundo lugar, los países occidentales se han embarcado en una 'purga' muy dura de los activos rusos en el extranjero. De la noche a la mañana, sus jurisdicciones dejaron de ser 'refugios seguros' donde se sigue el 'estado de derecho'. Ahora es la política la que manda y Rusia es el único puerto al que sus ciudadanos pueden regresar en relativa paz. Los estereotipos sobre la "estabilidad y seguridad" de Occidente se están desmoronando. Por supuesto, es poco probable que comiencen una purga similar de otros activos allí. Pero mirando a los rusos, los inversores externos se preguntan si deberían cubrir sus riesgos.

En tercer lugar, resultó que en Occidente, podrían enfrentar no solo el despojo de activos, sino también una discriminación absoluta por motivos de nacionalidad. Miles de rusos que 'huían' del 'régimen sangriento' se han enfrentado repentinamente al rechazo y al desprecio. Otros, tratando de demostrar que son incluso más 'rusófobos' que sus socios anfitriones, se adelantan al tren de la propaganda antirrusa. Sin embargo, esto no garantiza que los obstinados dogmáticos los abracen.

Es probable que el conflicto entre Rusia y Occidente se prolongue durante décadas, independientemente de cómo termine el conflicto en Ucrania. En Europa, Rusia jugará el papel de Corea del Norte, mientras que posee capacidades mucho mayores. Si Ucrania tiene la fuerza, la voluntad y los recursos para convertirse en una Corea del Sur europea es una gran pregunta. El conflicto entre Rusia y Occidente conducirá a un fortalecimiento del papel de China como centro financiero alternativo y fuente de modernización. Una China más fuerte solo acelerará su rivalidad con Estados Unidos y sus aliados. El 'fin de la historia' ha terminado con una vuelta a su curso habitual.

Uno de ellos es el colapso del orden mundial como resultado de conflictos a gran escala entre centros de poder. Queda por verse si el próximo ciclo no será el último para la humanidad, dados los riesgos de un choque militar abierto entre las grandes potencias con una posterior escalada hacia un conflicto nuclear a gran escala.

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. - Editorial de Monthly Review (Dossier 11)

 



Editorial de Monthly Review

Diciembre 2022 (Volumen 74, Número 7)

https://monthlyreview.org/2022/12/01/mr-074-07-2022-11_0/


La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. publicada por la administración de Joe Biden en octubre de 2022, es un documento belicoso que representa un cambio drástico con respecto a la Guía Estratégica de Seguridad Nacional Interina, emitida por la misma administración el año anterior. En su prefacio al informe de 2022, Biden afirma: “La era de la Post-Guerra Fría definitivamente ha terminado” y ha sido reemplazada por una “competencia estratégica” entre las principales potencias mundiales: una lucha entre democracia y autocracia por el control del mundo. Mientras que “autocracia” apareció mencionada una vez en la Guía estratégica provisional de seguridad nacional de 2021 de la administración, ahora aparece en prácticamente todas las páginas, lo que refleja la ideología de la Nueva Guerra Fría que está implementando el estado de seguridad nacional de EE. UU. (Estrategia de Seguridad Nacional, octubre de 2022 y Guía Estratégica de Seguridad Nacional Provisional, marzo de 2021, ambos disponibles en whitehouse.gov ).

En esta más reciente Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, la ideología vuelve a estar al frente, aunque no se articula en términos de capitalismo versus comunismo, como lo fue en la Antigua Guerra Fría, sino más bien de democracia versus autocracia, definiendo la Nueva Guerra Fría. Los líderes del campo autocrático, designados por Washington, son la República Popular China (RPC) y Rusia, seguidos por “potencias autocráticas más pequeñas” como Corea del Norte, Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua (11, 41). Estas naciones están acusadas de llevar a cabo activamente o de apoyar por otros medios la guerra, el imperialismo, el “genocidio”, las violaciones de los derechos humanos y la interrupción de los mercados libres, con el objetivo de derrocar el “orden internacional basado en reglas” establecido durante décadas de hegemonía sin rival de Estados Unidos sobre la economía mundial (8). Instituciones y normas establecidas –como las alianzas militares dominadas por Estados Unidos en todo el mundo, el régimen existente de precios del petróleo, la hegemonía del dólar, y la “fuerza multiplicadora” del sistema financiero internacional representada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial– están todas bajo asalto (20).

Se dice que las autocracias tienen el objetivo de hacer “el mundo seguro para la agresión y la represión”. Mientras tanto, Washington, esa ciudad resplandeciente en la colina, es la líder no solo de las democracias formales del mundo, sino también de todas esas “otras” naciones que, aunque no sean democracias en ningún sentido, apoyan el orden internacional basado en reglas dominado por Estados Unidos, lo cual les otorga un estatus democrático honorario (18).

En su Guía Estratégica Provisional de Seguridad Nacional de 2021, se hace referencia a China como el principal oponente de Estados Unidos en el escenario mundial. Sin embargo, en su informe de 2022 –bajo la cobertura de que se sigue aceptando la política de Una China (que reconoce Una China pero con dos sistemas de gobierno)– el principal enemigo de EE. UU. ahora es caracterizado en todo el informe como la República Popular China, en oposición a China como un todo (incluido Taiwán). De esta manera, la administración Biden puede subrayar su apoyo militar a Taiwán implicando firmemente al mismo tiempo que Taipei representa la estructura de gobierno adecuada para toda China (un punto de vista que se remonta a la política anterior de la Guerra Fría, cuando la "China Roja" era el enemigo). La nueva Estrategia de Seguridad Nacional destaca las “profundas diferencias” que Washington tiene “con el Partido Comunista Chino” y, de hecho, con todo su “sistema”, y no oculta su ardiente deseo de un cambio de régimen en la República Popular China (25).

En palabras de Biden, la RPC por sí sola tiene “la intención y, cada vez más la capacidad, de remodelar el orden internacional” de formas que van en contra del orden basado en reglas dominado por Estados Unidos (3). La nueva Estrategia de Seguridad Nacional acusa abiertamente (y falsamente) a China de “genocidio” y de ser un posible agresor internacional (24). La República Popular China, en virtud de su sistema de gobierno bajo el Partido Comunista Chino, es designada como un “actor no comercial” en todas sus transacciones, promoviendo “la represión en el interior y la coerción en el exterior”, transgrediendo las reglas económicas aceptadas y “exportando un modelo no liberal de orden internacional” (3, 8, 14, 34). Para la administración Biden, el principal objetivo estratégico de EE. UU. es, entonces, “superar a China en la competencia”. Pero la nueva Estrategia de Seguridad Nacional deja claro que será principalmente por la vía militar, obligando a la RPC a desviar sus recursos en esa dirección y exprimiéndola a través de las más de 400 bases militares estadounidenses que la rodean casi por completo, junto con la expansión de las alianzas Quad y AUKUS respaldadas por una OTAN Global. La Estrategia de Seguridad Nacional de Biden exige, por lo tanto, una mayor militarización del Indo-Pacífico y de todos aquellos países en “la línea del frente” de “la coerción de la República Popular China” (23–24; John Pilger, “ Atomic Bombings at 75 ”, Consortium News, 3 de agosto de 2020).

La Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. para 2022 es aún más feroz cuando se trata de Rusia. Según la Oficina de Investigación del Congreso del gobierno de EE. UU., Washington ha llevado a cabo 251 intervenciones militares (sin incluir numerosas operaciones de contrainsurgencia) en los cinco continentes desde la desaparición de la Unión Soviética en 1991 (Ben Norton, “ US Launched 251 Military Interventions Since 1991, y 469 Desde 1798 ”, Multipolarista, 13 de septiembre de 2022). No obstante, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional sugiere que es Rusia la que está al frente de la “política exterior imperialista” en el mundo de hoy. Este cargo se basa en (1) la operación militar de Rusia, opuesta a la de Estados Unidos, en Siria; y (2) sobre la intervención de Rusia en Ucrania en su propia frontera occidental, en oposición a la guerra de poder de EE.UU. allí (25). Para reforzar su caso, el Consejo de Seguridad Nacional de Biden excluye del informe cualquier referencia al golpe Euromaidan dirigido por EE. UU. en Ucrania en 2014, o a la guerra civil que siguió inmediatamente entre Kiev (apoyada por EE. UU./OTAN) y las poblaciones de habla rusa en el este y sur del país (apoyadas por Rusia).

En cambio, a los lectores se les presenta la ficción de que la guerra comenzó con “la invasión rusa de Ucrania en 2014. Luego, el informe etiqueta la guerra de 2022 como resultado de “una mayor invasión de Ucrania por parte de Rusia” (25, 36, 39, 44). No se incluye una sola oración sobre la participación directa de EE. UU. y la OTAN en la guerra o sobre su papel en provocarla, incluso hasta el punto de excluir cualquier mención explícita de los envíos masivos de armas de EE. UU. y la OTAN a Ucrania. Tampoco hay ninguna referencia a la ampliación de la OTAN desde 1997. Habiendo borrado así casi por completo la historia, la acusación de que la intervención rusa de 2022 fue “no provocada” e “imperialista” asume una forma fantástica que debería avergonzar incluso a los halcones de guerra estadounidenses más estridentes.

El informe de 2022 del Consejo de Seguridad Nacional de Biden afirma explícitamente que “no buscamos una nueva Guerra Fría” (9). Sin embargo, el documento en realidad busca justificar exactamente eso, al mismo tiempo que da impulso a una nueva carrera de armamentos nucleares (9). El objetivo explícito de la nueva gran estrategia imperial de EE. UU. es derrotar tanto a la República Popular China como a Rusia ejerciendo controles sobre el “entorno externo” de ambos, exprimiéndolos desde el exterior mediante sanciones económicas/financieras y ejerciendo una creciente presión militar (9). La República Popular China es vista como la mayor amenaza en general, mientras que Rusia debe ser aplastada primero.
Con respecto a los propios Estados Unidos, la Estrategia de Seguridad Nacional 2022 aboga por la eliminación de las barreras entre la política exterior/militar de los EE. UU. y la política interna, que deben ser “integradas” militarizando/asegurando efectivamente a toda la sociedad, y particularmente a los sectores de tecnología y comunicación (11). El objetivo es utilizar al país entero para la lucha de la Nueva Guerra Fría. De hecho, el Consejo de Seguridad Nacional destaca la necesidad de crear un nuevo “ecosistema de defensa”, que parece ser un capitalismo del Pentágono que lo abarque todo, concebido como una entidad orgánica con vida propia (20).

Lo que todo esto indica es que Washington actualmente está librando una Nueva Guerra Fría en el siglo XXI, justificada como una lucha de la democracia contra la autocracia, una que amenaza con ser mucho más peligrosa que su contraparte del siglo XX (Ver John Bellamy Foster, John Ross y Deborah Veneziale, The United States Is Waging a New Cold War [Tricontinental, 13 de septiembre de 2022; también disponible en Monthly Review Press como Washington's New Cold War ]).

No es de extrañar, entonces, que en el mismo momento en que se iba a publicar la Estrategia de Seguridad Nacional 2022, Biden planteaba ante un grupo de donantes políticos acaudalados el espectro del “Armagedón” nuclear, que surgiría de una mayor escalada de la guerra de poder de EE. UU./OTAN en Ucrania (David North, “ Biden Warns: Prepare for Nuclear Armageddon ”, World Socialist Website, 7 de octubre de 2022).

Como preguntó una vez el filósofo marxista Herbert Marcuse: “¿La amenaza de una catástrofe atómica que podría acabar con la raza humana no sirve para proteger las mismas fuerzas que perpetúan este peligro?” (Marcuse, hombre unidimensional[Boston: Beacon, 1964), ix). Lo que se necesita desesperadamente en esta situación es un resurgimiento masivo del movimiento por la paz global destinado a alejar al mundo del exterminismo y dirigido hacia la creación de una nueva sociedad basada en la igualdad sustantiva y la sostenibilidad ecológica por el bien de toda la cadena de generaciones humanas. No hay tiempo para esperar.

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