Raúl Romero
Rebelión
25-03-2011
Hace unos días, al recibir un premio en la Ciudad de México, el escritor Eduardo Galeano señaló que México está siendo “víctima de la hipocresía del narcosistema universal, donde unos ponen la nariz y otros ponen los muertos, y unos declaran la guerra y otros reciben los tiros.”[2]
Una semana después, el semanario mexicano Proceso publicó cifras de un “Reporte confidencial” que el Secretario de la Defensa Nacional –Guillermo Galván Galván- expuso ante diputados federales. En esas páginas se dan los siguientes datos: Fuerzas de Seguridad Pública: 1, 481 elementos asesinados y 1,046 heridos. Ejercito: 81 muertos y 190 heridos. Cárteles: 870 muertos y 190 heridos. Esto es 2432 muertos. Ahora bien, la misma Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA) ha reconocido cifras que superan los 34 mil muertos como producto de la guerra iniciada por Calderón desde 2006.
Comparando ambos informes, sabemos que hay más de 31, 500 personas asesinadas que nada tenían que ver con el supuesto objetivo de su guerra: el narcotráfico. Acá se vuelve necesaria una precisión.
El problema de tráfico y consumo de drogas en México es real: por el territorio nacional pasa mucha de la droga que luego es consumida en los Estados Unidos de América (EUA). Si ambos gobiernos tuvieran la disponibilidad de resolverlo lo harían. Programas integrales de salud y mayor fomento a sectores como educación, empleo y vivienda serían un buen inicio.
Pero ese no es su objetivo. En su lógica neoliberal (llamado por Samir Amin capitalismo salvaje) hacen (los poderosos) de la vida y de la muerte un negocio. Este fenómeno no es nuevo. El capitalismo ha ido “evolucionando” y perfeccionando sus métodos de explotación-dominación al grado de poner en peligro la sobrevivencia misma de la humanidad. Antes lo hicieron con la posibilidad de una guerra nuclear; ahora también agregamos los problemas medio ambientales y lo que ellos generan.
En este sentido, la guerra es también un negocio para la clase dominante. Siempre lo ha sido. Basta recordar que los EUA consolidaron su hegemonía mundial precisamente con el negocio de la guerra: las empresas norteamericanas no sólo vendieron muchas de las armas usadas durante la primera y segunda guerra mundial; sino que además se enriquecieron con el negocio de la reconstrucción de Europa.
Así pues, la guerra que actualmente se libra en México es también parte de ese negocio. Para pelearla, el gobierno y crimen organizado tienen que surtirse de armas que compran a nuestros vecinos del norte. Por eso han “cooperado” económica y militarmente con el gobierno mexicano para seguir librando esa batalla con la que empresarios y políticos norteamericanos siguen enriqueciéndose.
La guerra que desató el gobierno de Calderón desde 2006 produce incalculables ganancias para la industria armamentista norteamericana, la misma que viene de ganar millones de dólares en Irak, Afganistán y que ahora encuentra un importante mercado en México y Libia.
Para no caer en simples especulaciones, vale la pena compartir algunos datos importantes. El 80% de las armas que han sido incautadas al crimen organizado en México provienen de EUA[3].
Según datos de la Procuraduría General de la República a cada minuto ingresa un arma de manera ilegal a nuestro país, de las cuales entre el 40 y 60% provienen de EUA. En EUA existen 40 grandes empresas armamentistas, fabricantes o exportadoras. Al año comercializan más de 3 millones de armas que generan 30 mil millones de dólares, aproximadamente. El costo de las armas en el mercado negro va de los 800 a los 2 mil dólares por arma[4].
Fomentar la guerra es la verdadera intención de ambos gobiernos: ello les asegura ganancias económicas y políticas. Además de acumular riqueza económica, utilizan los medios de comunicación masiva para difundir un discurso auto-legitimador e imponer en el ideario colectivo la noción de que la “guerra contra el narcotráfico” –o “lucha”, como han decidido renombrarla- es por seguridad. Al mismo tiempo, los impulsores de la guerra reforman el marco jurídico-legal de la nación para eliminar derechos y libertades en nombre del “bienestar”. Nos arrastran de esta forma a un Estado de excepción donde los derechos humanos más básicos pueden ser violados en nombre de la seguridad.
La guerra resulta un negocio redituable para políticos y empresarios; genera riquezas y miedo; por ello la impulsan.
Así lo demuestra la operación Rápido y furioso, acción implementada por la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos en la que se permitió la entrada de armas a México con el pretexto de que luego las rastrearían y capturarían a grandes traficantes. Duró 15 meses y entraron ilegalmente al país cerca de 1,765 armas.
En el múltiple negocio de la guerra –el de la vida y la muerte, el de la destrucción y la reconstrucción- políticos y empresarios mexicanos y estadounidenses salen ganando: ellos son los verdaderos triunfadores. Por ello, si la guerra es capitalista, la paz es anticapitalista… y esa será nuestra bandera.
[1] Técnico académico del Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM. Miembro del Centro de Investigación para la Construcción de Alternativas (CIPCA). Consejero editorial de Consideraciones, revista del Sindicatode Trabajadores de la UNAM
[2] La Jornada, 23 de febrero de 2011
[3] CNN México, 13 de diciembre, 2010.
[4] Proceso 1793.
- El autor es miembro del Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM y del Centro de Investigación para la Construcción de Alternativas.
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