Julio Hernández López
Lunes 28 Marzo 2011
Por olfato o análisis propio, o por recomendación de quienes le asesoran y manejan en busca de la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto movió con éxito sus piezas en el proceso de sucesión en el Estado de México y, en lugar de aferrarse a una opción abiertamente plutocrática, en la persona de su familiar Alfredo del Mazo Maza (presidente municipal de Huixquilucan), dio paso a una carta que no pertenece al hasta ayer dominante Grupo Atlacomulco (lo que cambia también en términos regionales la distribución política) y que para efectos de propaganda retrata socialmente mejor, pues representa lo que se ha dado en llamar “la cultura del esfuerzo”, aunque la contraparte inocultable de ese retrato está igualmente en la gran corrupción, el ascenso de la criminalidad organizada y el desorden administrativo en el municipio de Ecatepec con el ahora virtual candidato priista a gobernador.
Anótese, además, que el movimiento en el tablero de esa entidad llevó de inmediato a especular que se debía a una exigencia de Elba Esther Gordillo, cuyo partido va en alianza clave con el peñanietismo, no sólo por lo que se refiere al Estado de México sino rumbo al 2012, y que otra huella digital presente en el lugar de los hechos fue la del salinismo, cuyo representante legislativo, el diputado Francisco Rojas, estuvo en Toluca como testigo de honor del buen desenlace de las decisiones tomadas.
La postulación del alcalde de Ecatepec con licencia se produjo, además, sin las rupturas e incluso sin enojos públicos de los demás aspirantes, quienes acompañaron a Eruviel Ávila en el acto de su registro como candidato único en el proceso priista iniciado ayer para pelear mediáticamente con la consulta que las directivas de PAN y PRD realizaron para avanzar en el presunto intento de aliarse en aquella entidad. Lo sucedido el sábado y el domingo recientes en el ámbito tricolor confirma que en ese partido está funcionando la zanahoria del presunto retorno a Los Pinos y, en aras de él, se mantiene la “disciplina” interna ante el dedazo peñanietista.
Por otro lado, fue posible ver el mismo esquema mexiquense usado en pasadas campañas electorales en otros estados, donde se practicó el arrasador uso de dinero fiscalmente no registrado para promover asistencias masivas, manejar medios de comunicación e instalar percepciones exitosas. También fue clara la intención de confrontar específicamente a Alejandro Encinas, en razón de su litigable constancia de residencia en la entidad, pues Ávila instaló de inmediato la tesis de que él sí es del Estado de México, y lo conoce, a diferencia de “otros”.
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