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Peña Nieto y Eruviel Avila, discípulos estrella de Arturo Montiel

La impertinencia de Arturo Montiel
Luis Hernández Navarro

La imagen quedó grabada para la posteridad. En la alberca de una residencia de lujo con vista al mar de Acapulco, Arturo Montiel, con el torso desnudo y lentes oscuros, y Maude Versini, su entonces esposa, en topless, sonríen a la cámara seguros de que el futuro les pertenece.

La foto, publicada en un diario de circulación nacional, fue parte de una demoledora campaña de desprestigio político. Noticieros Televisa divulgó el 10 de octubre de 2005, documentos que probaron diversas operaciones financieras realizadas por la familia Montiel, investigadas por el gobierno federal. Los papeles mostraron depósitos por más de 35 millones de pesos realizados entre 2000 y 2001 a distintas cuentas, a nombre de Juan Pablo Montiel Yáñez, hijo del gobernador del estado de México. También el contrato de compraventa de un terreno ubicado en Metepec, valuado en 21 millones de pesos, efectuado por Arturo Montiel Yáñez, otro hijo del fracasado aspirante a la candidatura tricolor.

El golpeteo fue tan despiadado como demoledor. Montiel se vio obligado a abandonar la lucha por la candidatura presidencial del PRI el 20 de octubre de ese mismo año, a pesar de ser el líder del sindicato de gobernadores conocido por sus siglas como Tucom (Todos unidos contra Madrazo). Roberto Madrazo tuvo, a partir de entonces, la vía libre para ser nominado por su partido como aspirante a la primera magistratura.

Años después de aquel descalabro, el contador público y administrador de empresas difundió a través del libro Atlacomulco, testimonio del ex gobernador del estado de México, escrito por la periodista Norma Meraz, su tercera esposa, su versión de lo sucedido entonces. Según él, fue víctima del gobierno panista de Vicente Fox y Marta Sahagún, y de un grupo de priístas encabezados por Roberto Madrazo, quienes orquestaron a través de Televisa (específicamente de Víctor Trujillo, Brozo, y de Carlos Loret de Mola) una campaña para descalificarlo y deslegitimarlo.

Arturo Montiel es el libro de un político en tiempos de sucesión presidencial. Fue publicado en febrero de este año, apenas un mes antes de que Eruviel Ávila Villegas fue designado candidato del PRI a la gubernatura del estado de México. La carrera del abanderado priísta ha estado estrechamente asociada con Montiel. Eruviel fue diputado local por primera vez entre 1997 y 2000, cuando el contador era presidente del comité directivo estatal del PRI. Entre 2001 y 2002 Ávila fue subsecretario de Gobierno del estado de México, y en 2003 fue electo presidente municipal de Ecatepec por primera ocasión en el periodo 2003. Montiel gobernaba entonces la entidad.

A buen entendedor, pocas palabras. Más allá de reivindicar la figura y trayectoria del hijo de Atlacomulco, el escrito pretende meterse de lleno en la coyuntura. Sin ambigüedad, busca hacer explícitas las enormes coincidencias que Eruviel Ávila y Arturo Montiel tienen. Según el ex gobernador, ambos son producto de la cultura del trabajo y del esfuerzo; han sabido recuperar espacios políticos que el PRI había perdido, y los dos comenzaron en el tricolor desde abajo.


El libro muestra el relevante papel que Montiel tuvo en el encumbramiento de Enrique Peña Nieto. Comienza contando que la relación suya con Peña Nieto tiene muchos años, y que los unen viejos lazos de amistad personal, surgidos, en mucho, del agradecimiento del padre del hoy gobernador mexiquense a Montiel porque éste le salvó la vida en un accidente automovilístico pocos días antes de casarse.

Montiel menciona que Peña Nieto participó en el área de finanzas de su equipo de campaña como candidato a gobernador, junto a Juan Monroy Pérez. No oculta que desempeñó un papel fundamental en la designación del copete boy como futuro mandatario mexiquense, al punto de que fue objeto de severas críticas e intentos de sanción del Instituto Estatal Electoral. Con modestia se adjudica el triunfo: “cumplí –dice– otro de mis objetivos: dejar la gubernatura en manos priístas”.


Arturo Montiel es generoso en los halagos a Elba Esther Gordillo, con quien, según diversas denuncias periodísticas, le unen importantes negocios. Asegura que siempre tuvo con ella una relación de respeto y cordialidad. Niega que haya sido víctima de la maestra y que ella lo hubiera utilizado en su pleito con Roberto Madrazo.

El ascenso político del ex gobernador fue obra, en buena parte, del entonces presidente Ernesto Zedillo. Montiel fue parte del comité nacional del PRI dirigido por Ignacio Pichardo Pagaza durante la campaña presidencial de Zedillo, dirigente estatal tricolor en territorio mexiquense y funcionario público del sucesor de Carlos Salinas.

Montiel reconoce el papel que el mandatario jugó para que pudiera acceder a la gubernatura de su estado. Aunque lo responsabiliza de desestabilizar la unidad del partido y debilitarlo, lo justifica en cada momento, explicando muchos de sus errores como acciones de buena fe.

Durante años, el escritor Germán Dehesa publicó un apéndice a su columna al que tituló “¿Qué tal durmió?” Con harta frecuencia, el destinatario de su pregunta fue Arturo Montiel. Con el libro, Montiel parece querer librarse de las culpas que le impiden el sueño, pero sobre todo, y más importante, pretende, de manera impertinente, reclamar para sí una rebanada del pastel que los priístas esperan repartir a partir de 2012.



Aunque Eruviel Avila hace un esfuerzo por desmarcarse de Montiel; el exgobernador del Edo de México, manifiesta su apoyo al candidato priísta.




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