Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

  Contenido: PARTE I. Historia de una resistencia y lucha: 1. Conflicto Israel-Palestina: una breve historia en map...

Al narco y al gobierno, tenemos que ponerles un alto

¡Ya estuvo!

Los Brigadistas

Todos los días despertamos con una nueva noticia acerca de asesinatos, cementerios clandestinos, migrantes secuestrados, etc. La situación del país es verdaderamente alarmante: 40 mil asesinados con 1226 niños entre ellos; alrededor de 4 mil desaparecidos; 11 mil migrantes víctimas de secuestros masivos y muchos de ellos asesinados, fosas clandestinas con decenas de cadáveres en varios estados de la República. Cuando no asesinan los criminales del narco a un grupo de jóvenes en la calle o en una fiesta, el ejército balea el auto de una familia matando a dos niños o confunde a dos jóvenes universitarios con sicarios y los asesina, o los jueces liberan a uno de los asesinos confesos, mismo que de inmediato va a cobrar venganza contra quien lo denunció. Matan a una madre que protesta en frente del palacio municipal, destrozan a una familia de luchadores sociales que ha tratado resistir frente a tanta crueldad, levantan y desaparecen a los familiares de alguien que no aceptó hacer lo que le exigían los grupos criminales, y muchos, muchos etcéteras.


Esto ha provocado desplazamientos masivos de gente que decide abandonar sus bienes y sus proyectos de vida para salvar la vida misma, y sobre todo, ha provocado vivir con terror. Las familias que han sido víctimas de todos estos actos, nunca vuelven a ser las mismas. Para los que no lo han sufrido en carne propia, los números se acumulan y a veces la cotidianeidad invita a olvidar que se trata de miles y miles de personas, de seres humanos que tenían padres, hermanos o hijos, de miles de historias de vida que han sido truncadas, miles de familias que han quedado desgarradas.


En el desarrollo de los carteles de la droga, que han incursionado en muchas otras áreas criminales como el asesinato, el secuestro, la violación, y la trata de personas, influyen sin duda múltiples factores de carácter nacional e internacional. Pero hay tres elementos que tienen especial importancia al analizar qué ha conducido al país a esta terrible situación:


El negocio del narcotráfico y sus beneficiarios


El narcotráfico crece y se fortalece en el sistema capitalista porque es un negocio altamente redituable. Un gran negocio en el que se mueven millones y millones de dólares que, directa o indirectamente, salpican a empresarios y funcionarios de gobierno.


Están por un lado los fabricantes de armas, los banqueros que le entran al lavado del dinero, los transportistas, comerciantes y otros empresarios que buscan negocios rápidos o simplemente cierran los ojos en torno al origen del dinero con el que negocian.


Por otro lado, están los funcionarios públicos de todos los niveles que ayudan, protegen y fortalecen a uno u otro grupo delictivo a cambio de una corta (que en general no es tan corta), o que les venden las plazas o zonas de control (y a veces hasta venden la misma plaza a dos grupos distintos). Está también el sistema judicial en el que se compran y venden impunidades al por mayor, y entre sus linduras incluye detener algún cabecilla para protegerlo de otro grupo y organizar fugas de los penales. Pero el asunto no queda ahí. Además, varios periodistas han documentado que, al menos desde Vicente Fox, los presidentes han decidido apoyar a uno de los grupos de narcos en contra de los otros (como se explica en el libro Los señores del narco de Anabel Hernández).


No es verdad que “el gobierno trabaja para que la droga no llegue a tus hijos”. Los grupos delictivos no habrían alcanzado el poder económico y político que actualmente tienen en México de no haber sido apoyados por el gobierno. Controlan municipios y estados completos, designan presidentes municipales y demás funcionarios, cobran “impuestos”, establecen las reglas del juego en sus zonas de control, y siembran el terror con absoluta impunidad.


El neoliberalismo preparó el terreno


Treinta años de neoliberalismo han sembrado las mejores condiciones para que el narco venga a cosechar los frutos. Multitud de mexicanos sin alternativa en el mundo capitalista, han sido cooptados por esos grupos. El desempleo, los salarios miserables, la falta de educación y las dificultades cada vez mayores para emigrar a Estados Unidos, dejan a millones de niños y jóvenes frente a la disyuntiva de entrarle a los grupos delictivos o nada, ¡simplemente nada! El total abandono de las prestaciones sociales y subsidios en alimentos y servicios, en aras de las leyes del mercado, ha dejado cada vez más solas a las familias frente a cualquier adversidad. Quitaron las pensiones, redujeron al mínimo los servicios de salud, extinguieron en los hechos los contratos colectivos, desmantelaron empresas estatales lanzando al desempleo a más y más trabajadores. Cada familia ha tenido que rascarse con sus propias uñas, en competencia con el vecino o con el del puesto callejero de enfrente, lo que ha generado mucho individualismo y muy pocos valores éticos y morales a favor de lo colectivo, del bien común.


Los gobiernos neoliberales y los dueños del dinero le sirvieron la mesa, y muy abundantemente, a los narcos, que llegaron a ofrecer a una parte de la población otra forma de vida, en la que tienen, al menos por un tiempo, recursos económicos asegurados. No importa que se tenga que vivir en constante estrés, con la vida permanentemente amenazada. No importa que quienes entran a esos grupos puedan ser secuestrados, torturados y asesinados por los grupos rivales o detenidos en cualquier momento. La salvaje violencia del capitalismo que los ha excluido de todo, los avienta a esta otra forma de violencia, deshumanizada y cruel.


Encandilados con las ganancias fáciles a costa de hundir en la miseria a millones, los dueños del capital fueron incapaces de apreciar el valor social de la educación y la cultura, a las que sólo pueden ver como un negocio más. Con ello, contribuyeron enormemente a este desastre social que hoy se vuelve contra ellos mismos y les causa pánico.


La militarización


La militarización del país, como supuesta estrategia para combatir al narcotráfico, ha venido a evidenciar que los militares y marinos son tan crueles y tienen tan pocos escrúpulos, tan poco respeto por los derechos humanos, como los otros criminales. De cada ciudad a donde llegaron los militares, supuestamente a proteger a la población, surgieron de inmediato cientos o hasta miles de denuncias en su contra por violaciones, golpizas, asesinatos, allanamientos, desapariciones forzadas, etcétera. Nuestro país está lleno de poblados en los que la gente ya no sabe ni cómo resguardarse, ni de quién.


Protegidos por los tribunales militares, que jamás los encuentran culpables de nada, soldados y marinos hacen lo que quieren con la población indefensa y están muy lejos de haber avanzado en el supuesto combate de los grupos criminales. Los pocos capos detenidos o asesinados, encuentran rápidamente su relevo en las estructuras criminales. No es de extrañar que quienes desertan del ejército para unirse a las bandas de delincuentes, como los fundadores de los zetas, sean de los grupos más crueles y sanguinarios que además se ensañan contra los de abajo: migrantes, trabajadores y población que viaja en autobuses baratos.


¡Ya estuvo!


Una cosa es clara: la solución no vendrá de ninguna estrategia gubernamental, pues ellos son parte del problema. Cambiar esta situación pasa necesariamente por cambiar la estrategia económica y política de este país, por brindar oportunidades de estudio y trabajo a todos, por recuperar la cobertura social, por promover la organización colectiva en cada barrio, en cada pueblo, en cada colonia, reforzando los lazos solidarios para enfrentar juntos a los criminales de todos los bandos. Pasa por mostrar que otro país es posible y empezarlo a construir.


¡Vamos poniéndoles un alto a los criminales de uno y otro bando!

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