Arnaldo Córdova
Domingo 29 de mayo de 2011
La Jornada
Todos sabíamos de los enjuagues de Enrique Peña Nieto en su afán de
alcanzar la Presidencia de la República en el 2012. En primer lugar, de su
terror a una posible alianza entre el PAN y el PRD que hoy está muerta. Luego,
de su campaña mediática con Televisa que se financiaba con millonadas que iban
del erario del Edomex directo a las arcas de la televisora. También de su
persistente labor de convencimiento en las filas priístas, en lo que ha
derrochado, asimismo, montañas de dinero, en especial con los sindicatos y
agrupaciones de masas. De igual manera, de su manejo ilegal de las partidas para
los ayuntamientos y el ahorcamiento sistemático de los mismos. Y sin olvidar el
encubrimiento criminal de auténticos delincuentes políticos, en particular, de
su tío Arturo Montiel.
Pues todo eso lo vienen a mostrar documentos de la embajada de Estados Unidos
en México filtrados por Wikileaks a La Jornada y muy bien
reseñados por Blanche Petrich en la edición del 23 de mayo. En uno de esos
documentos se puede leer:
Hecho en el molde del anquilosado PRI mexiquense, Peña Nieto no es reconocido precisamente por su transparencia cuando se trata de amigos y aliados. Allí mismo se dice lo que todo mundo sabe: que es
ahijado del ex presidente Carlos Salinasy que
parece cortado con la misma tijerade la vieja guardia priísta. Todo eso ya lo sabíamos y lo decíamos; pero ahora sabemos que era también la opinión de los analistas de la embajada gringa.
Del derroche de dinero público, el mismo documento hace notar que el PRI en
la entidad
tiene fama de aprovechar las fisuras existentes en materia de transparencia para hacerse de fondos de campaña. En vista de la gran cantidad de dinero que fluye por la entidad y dada la posición que tiene Peña Nieto como puntero de la carrera presidencial, no parece improbable que su administración esté sacando ventaja de esta situación. Es un modo de decir que el gobernador mexiquense está canalizando todo el dinero que llega, en cantidades colosales, al Edomex para promover su imagen y su
carrera presidencial.
Los empleados de la embajada que dicen esas cosas no fueron a aquel estado a
fisgonear, cosa que, por lo demás, hacen continuamente en todo el territorio
mexicano, sino que fueron invitados ex professo por la poderosa oficina
de relaciones internacionales del gobierno mexiquense y les abrieron todas las
puertas para su información. Sólo que los gringos supieron siempre que eran unas
cuantas y que se les daba aquella información a cuentagotas. Por eso siempre
desconfiaron de lo que se les decía. Hasta supieron qué era lo que se les quería
ocultar. En sus entrevistas con los funcionarios mexiquenses, lo recuerdan a
cada momento, éstos siempre trastabillaban y se confundían.
Lo primero que los de la embajada reprochan a sus anfitriones es el hecho de
que en el Edomex no se cumple con los controles de confianza de mandos y
operativos de las instituciones policiales y de procuración de justicia.
Sólo un dos por ciento de los oficiales se ha sometido al examen, dice el despacho. Fue sólo un ejemplo. También pudieron constatar que sus interlocutores no les pudieron explicar con precisión en qué gastaban las enormes cantidades de dinero que llegaban al estado y que eran las mayores en toda la República por ser el estado más poblado. De ello no pudieron obtener ni un solo dato.
La excursión de los personeros de la embajada por el Edomex ocurrió poco
después de las elecciones intermedias de 2009, cuando Peña Nieto se alzó con la
victoria en 97 de 125 municipios mexiquenses, con 40 de 45 diputados locales y
38 de 40 diputados federales. El documento parece cantar victoria: “… pasó la
prueba del ácido, pudo demostrar que es capaz de obtener resultados electorales
favorables para su partido y que es algo más que una cara bonita”. La
popularidad de Peña Nieto, que era en esos días de 70 por ciento de los
encuestados, según el propio documento, fue la causa principal de ese éxito.
Pero también reconoce que ello se debió a la debilidad de sus enemigos, sobre
todo a las pugnas internas del PRD y el pago que el PAN tenía que hacer por la
crisis económica.
No se habla del derroche de dinero que se hizo desde el gobierno mexiquense
para obtener esos logros. Pero se pregunta: “…aquí la cuestión es ver hasta qué
punto esta popularidad es resultado del carisma personal del gobernador y del
cuidado que pone en labrar su imagen o qué tanto tiene que ver con un trabajo
serio para mejorar las condiciones de su estado y llevar a cabo reformas
necesarias”. La cuestión es falsa en sí misma. Debieron haberse preguntado, más
bien, de qué medios se valió Peña Nieto para obtener esos resultados. Habrían
podido ver que de lo que se trató fue, de nueva cuenta, de un derroche fenomenal
de dinero, cosa que, desde luego, todos pudimos ver.
Ese abuso de los recursos públicos es reconocido por la embajada en otro
documento, esta vez del 26 de enero de 2009, redactado por la entonces encargada
de negocios Leslie Basset. Se dice:
Quizá como nunca lo había hecho en procesos electorales previos, el mandatario estatal está concentrado y ha lanzado proyectos de trabajo en zonas que le pueden aportar votos; analistas y líderes de su propio partido han expresado ante consejeros políticos de la embajada sus sospechas de que está pagando dinero a los medios bajo la mesa para favorecer una cobertura favorable, y también que financia a empresas encuestadoras para que presenten resultados alterando las tendencias a su favor. Ese documento es anterior a las elecciones de ese año. Si eso hizo con las encuestas, habrá que imaginarse lo que hizo con las elecciones y los votantes.
Los cuestionamientos de los enviados de la embajada, de una pálida y
candorosa objetividad, empero, hicieron señalamientos que son una novedad para
el público mexicano. En el tema de seguridad contra la criminalidad, por
ejemplo, pusieron en aprietos al grupo de investigación llamado C-4 del gobierno
mexiquense, encargado de recopilar y procesar investigación sobre la
potencialidad del crimen en la entidad; no sólo les hicieron preguntas que no
pudieron responder, sino que hicieron la observación crucial de que ese grupo no
tenía relación con la procuraduría estatal, lo que resulta incomprensible.
En el primer cable que reseña Blanche Petrich se hace notar que las dudas y
cuestiones que se les plantearon a los funcionarios mexiquenses no siempre
pudieron ser respondidas. Se dice, para el caso: “Presionamos para que nos
explicaran en qué radica la popularidad de Peña Nieto. Los funcionarios
respondieron explicando los ‘600 compromisos’ o promesas de campaña” que el
gobernador firmó ante notarios. Y se concluye:
A nuestros asesores políticos esto les olió más a populismo que a logros duraderos para mejorar las condiciones del Estado.
En el fondo, todo ello ya lo sabíamos, pero es bueno que a eso se agregue el
testimonio de la embajada de Estados Unidos. Peña Nieto es un farsante y, lejos
de ser la cara moderna del PRI, chorrea por todos los poros la misma vieja
basura y porquería del antiguo partidazo que ya se sueña, a pesar de los
reiterados golpes que ha recibido, de nuevo dueño del poder. Peña Nieto es tan
sólo eso.
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