Auditorio
de la Universidad Iberoamericana y auditorio Lénin del IPN
Antecedentes:
La
primera Asamblea Interuniversitaria de voceros y representantes,
efectuada en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, decidió que las
asambleas son abiertas a todos, con voz para todos, y voto sólo para
voceros.
El
argumento de los que pretenden revertir este lineamiento, pues
simpatizan con la idea de que es mejor que dicha asamblea sea sólo
de voceros, es que el lineamiento aprobado se definió “casi a las
11 de la noche” y que se dijo claramente que “en la siguiente
reunión se especificaría” ese acuerdo.
Universidad
Iberoamericana (11 de junio)
En la
asamblea de la Ibero, la discusión de este punto fue difícil. La
comisión de “logística”, que no fue nombrada por ninguna
asamblea, se asume como la guardián de las asambleas plenarias,
tomando decisiones que no le corresponden.
Se fijó
el inicio de la asamblea a las 10 am, la vigilancia extrema y la
cerrazón de algunos compañeros impidieron que eso fuera realidad.
Al principio se permitió la entrada de voceros, pero no de la demás
gente. Había vigilancia a la entrada, por parte del personal de la
Universidad, pasabas dejando tu credencial de elector; luego, había
un segundo retén en el estacionamiento, donde “logística”
separaba a la gente que no era vocera, en dos grupos: “observadores”
y “representantes de organizaciones”.
Es
importante destacar que la figura de “observadores” fue un
invento de esta comisión. El acuerdo es que la asamblea es abierta
y con voz para todos los que quepan en el lugar en cuestión.
Tuvieron
mucho tiempo a los asistentes bajo el rayo del sol. El que quisiera
ir al baño debías ir resguardado por alguien de logística, que se
cerciorara que saldrías rápidamente de nuevo al estacionamiento.
Tiempo
después, dejaron pasar a los estudiantes al tercer reten, montado en
la entrada del auditorio. Ahí, la comisión de logística se puso
bastante agresiva con la gente que quería entrar. Cuando la asamblea
comenzó, el auditorio estaba muy por debajo de su capacidad. Habían
dicho que al auditorio le cabían 600 personas, pero ahí
modificaron, asegurando que sólo entrarían 300.
Hubo que
protestar para que dejaran pasar a los “observadores”. Dentro de
la asamblea se discutió dos horas el punto. La comisión de
“logística” mentía descaradamente, diciendo que afuera habían
120 personas que querían entrar, y que dentro sólo habían 50
lugares.
Afuera se
hizo una lista, con los que realmente querían pasar a la asamblea, y
eran 58 personas, no 120, pues algunos que sólo iban un rato,
aceptaron quedarse afuera a ver los monitores. Cuando una compañera
subió a la mesa a informar eso, un tipo de logística le arrebató
el micrófono.
Argumentaron
algunos voceros, cosa replicada insistentemente por la mesa
encabezada por una alumna del Posgrado de la UNAM (que concuerda con
la idea de que las asambleas deben ser cerradas) que no podía entrar
más gente porque la institución no lo permitía, por “seguridad”,
y que debíamos “respetar las reglas de la Ibero”. Dos
estudiantes contestaron que cuando llegaron los candidatos
presidenciales el auditorio estaba a su máxima capacidad, con mucha
más gente, y que en esta ocasión podía ser lo mismo. Había muchos
espacios vacíos, pasillos muy grandes donde cabían varias filas más
de asientos. Más tarde los de vigilancia interna de la Ibero
informaron que al auditorio le cabían más personas, pero que se les
dijo que sólo metieran ese número de sillas.
Cuando ya
se avisoraba una solución, corrieron el rumor de que “estaba
llegando uno o dos camiones de los estados”, así que nadie podría
entrar hasta que llegara el tal camión. Los de los estados, que ya
estaban dentro del auditorio en el área de organizaciones sociales,
desmintieron la información. No les quedó de otra más que decidir
que entraran los “observadores”.
Se les
“dejó” entrar, bajo la acotación de que “sólo podían
observar” y que a la primera muestra de desobediencia serían
“desalojados” del lugar.
Era una
asamblea fuertemente controlada y segregada. Los de logística
impusieron, sin discusión de ninguna asamblea, y respaldados por
algunos miembros de la asamblea (la mesa incluida) que comulgan con
que las asambleas no sean abiertas, que adelante iban los voceros,
separados de todos los demás asistentes.
Detrás
de los delegados, pusieron una valla de seguridad resguardada por
logística, para impedir que los “observadores” pudieran tener
contacto con los voceros.
Esa parte
de atrás, estaba a su vez dividida, por un lado con los
“observadores”, y por el otro, por los miembros de organizaciones
sociales junto con los compañeros de los diferentes estados.
Si un
miembro de alguna organización o estado quería platicar con alguien
de los “observadores”, debía ser con la valla de por medio, pero
sólo unos segundos porque los de logística rápidamente llegaban a
separar la conversación, a decir que nos sentáramos, que “no
estaba permitido hablar en esa área”. Si salías del auditorio a
hablar, también caían de logística a intervenir, a decir que
teníamos representantes, que no tenía caso estar hablando ni pedir
la palabra en el auditorio.
Si
estabas sentado, oyendo las intervenciones, y simpatizabas con alguna
y aplaudías, también llegaban los de logística, a ordenar “no
aplaudas, no puedes aplaudir, eres observador”.
Existía
un terror a abrir la asamblea, a que todos pudieran participar
diciendo sus ideas. Eso, y no otra cosa, fue lo que alargó y provocó
encono.
Decenas
de intervenciones “irregulares”, de gritos de la parte trasera
del auditorio, donde estaban los de los estados, pudieron haberse
evitado si desde el principio se les hubieran dado los votos, al cual
tenían derecho. Ocho horas pasaron, entre gritos e indignación de
los compañeros llegados de diferentes estados, antes de que se les
dieran los votos, “provisionales” y dos por entidad, cuando ya
prácticamente todo estaba decidido. Esa propuesta, de dos votos
provisionales por entidad, fue hecha por los mismos de los estados,
para salvar la situación, cuando vieron que no se les querían dar
sus votos. Una vez dentro del área de voceros, una representante de
uno de los estados tomó la palabra para decir que, ahora que podía
hablar, quería expresar que le decepcionaba tanta burocracia y falta
de democracia en la asamblea.
Por otro
lado, los miembros de organizaciones sociales pidieron repetidamente
la voz. No voto, simplemente poder expresar sus ideas en esta
movimiento que también es suyo. La mesa se negó durante horas,
hasta que permitieron que “sólo 5 personas hablaran”, los
miembros de las organizaciones sociales tuvieron que discutir, entre
mucho malestar e indignación, cuales eran los 5 que hablarían.
Finalmente se pudieron acordar 6 intervenciones, pero la mesa se
negó, que debían ser “5 y ya”.
Entre las
organizaciones que querían hablar, estaba la EUTPC del CLETA y el
MAES, que la vez pasada tenían voto, pero esta vez se los retiraron
autoritariamente, sin argumento alguno y sin discusión de ninguna
asamblea. CLETA que tiene una Escuela Universitaria de Teatro Popular
con decenas de artistas en formación agrupados en asamblea y que son
parte del movimiento; y MAES que es un movimiento de estudiantes no
aceptados, con una asamblea de 400 personas, que luchan por
incorporarse a alguna escuela de educación superior. Existen
argumentos a favor o en contra de que tengan votos, lo que no puede
ser, decían ellos mismos, es que alguien decida retirar los votos,
impedirles la entrada y segregarlos a la parte trasera del auditorio
sin permitirles la voz. Lo cual, también, provocaba indignación.
Cabe
señalar que no sólo los gritos venían de atrás del auditorio.
También entre los voceros había molestia, principalmente por tres
cosas:
- Que la mesa estructuró una orden del día que no correspondía con los resolutivos de asamblea. En diversos momentos, voceros pidieron que las asambleas leyeran sus propuestas y planteamientos, pero la mesa no lo permitió.
- En ese mismo sentido, se presionó la votación de un documento de “principios” del movimiento, que no había sido discutido por ninguna asamblea (más que la de Derecho-UNAM), a pesar del llamado de diversos voceros de que no se podía aprobar un documento de principios que las asambleas locales no conocen.
- La mesa sólo le daba la voz a un número reducido de personas, aunque hubiera manos levantadas de muchas otras escuelas. En un punto de discusión, se abría la lista de oradores, y se levantaban muchas manos. La mesa decía “sólo voy a permitir 5 o 10 intervenciones”, y decidía arbitrariamente quienes hablaban. Curiosamente eran los mismos de siempre.
La
discusión del punto 2 arriba citado, fue revelador. Había un
conjunto de voceros, mayoritariamente de la UNAM, que decían que no
se podía votar hasta que las asambleas conocieran el documento,
mientras que otro conjunto de voceros decían que ellos son
representantes, que sus asambleas “confían en ellos” y que
podían votar sin consultar a su asamblea local. Se trata,
evidentemente, de dos visiones de lo que significa ser “vocero” o
“representante”.
Finalmente,
tras varias horas de tensa discusión, la mesa dice que se votará si
los voceros son los que tienen derecho voz y voto. Ante pregunta
expresa de uno de los voceros, la mesa dice después de definir eso
se votaría si los observadores y miembros de organizaciones podrían
tener derecho a voz. Cosa que no ocurrió, se asumió que “sólo
los voceros hablan” y se impidió de facto que los asistentes que
no son voceros pudieran hablar, pasando por encima del acuerdo de
Arquitectura.
Los
miembros de la “comisión de logística”, que defendían que sólo
los voceros pueden hablar, rompieron constantemente su propia idea:
intervinieron las veces que quisieron, sin haber sido nombrados en
ninguna asamblea. Y no sólo eso, al final de la asamblea, alguien de
logística dijo que ellos habían decidido no dejar pasar a nadie de
los “observadores” en la siguiente plenaria. Cuando un alumno de
la mesa hizo la aclaración de que esa decisión no podía ser tomada
por ellos, otra persona de logística le arrebató el micrófono.
La
discusión de la plenaria no se agotó. Faltó discutir el plan de
acción. Se decidió que al otro día continuaría la asamblea en el
auditorio Lenin del IPN, pero que “ningún observador podía ir”,
porque “no caben en el espacio”. Es decir, acordaron una asamblea
donde ni siquiera pudieran estar compañeros sin derecho a voz, sino
simplemente así, a puerta cerrada.
Auditorio
Lenin, IPN (12 de junio)
Se impidió la entrada a los asistentes que no eran voceros,
rompiendo nuevamente con el acuerdo original.
El auditorio Lenin del Poli es más chico, dijeron entre 200 y 250
personas, pero sí cabía un conjunto de estudiantes más. No
llegaron todos los voceros de las escuelas, y afuera estaba un número
bastante más reducido de “observadores”.
En esta ocasión, tras horas de espera, la comisión de logística le
dijo a los asistentes a los que se les impidió la entrada que si
querían decirle algo a los voceros, para que se tomara en cuenta, se
los dijeran a ellos y se comprometían a hacerlo llegar a la plenaria
o a las comisiones.
La discusión fue menos ríspida que el día anterior, pero por dos
cuestiones: uno, los puntos eran más operativos, pues se discutía
el Plan de Acción; y dos, porque se trabajó en comisiones gran
parte del día.
Cuando, al final del día, se discutió nuevamente el lineamiento de
las asambleas, si son abiertas o no, volvieron los desencuentros, los
gritos, etc.
Esta relatoría, como se nota, es sobre el ambiente de discusión,
para ver los acuerdos concretos a los que se llegaron véase por
favor el acta oficial en yosoy132.mx.
Hasta
aquí la relatoría. A continuación, algunas apreciaciones nuestras.
Tras la
asamblea del Poli, algunas personas afirmaron que la discusión
estuvo mucho mejor, “sin presiones de los observadores”. Hay
formulaciones que incluso dicen que estos querían “reventar” la
asamblea de la Ibero. Falso.
La
asamblea de la Ibero fue desgastante porque logística y algunos
miembros de la asamblea afines a la idea de que la asamblea debe ser
cerrada, se encargaron de imponer un clima de hostigamiento, en un
espíritu totalmente antidemocrático que por supuesto genera encono.
Si se
hubiera permitido, desde el principio, sin tanto reten ni vigilancia,
la entrada a todos; si le hubieran otorgado los votos a los estados
desde el principio; si la mesa no hubiera actuado con tanta cerrazón;
si se le hubiera dado la voz a los miembros de las organizaciones, y
a los asistentes miembros de las asambleas de las escuelas (todo ello
decidido en Arquitectura explícitamente), no hubiera habido tal
cantidad de gritos e interrupciones.
En la
asamblea del Poli, sí fue más tranquila la discusión, pero no
porque no hubiera “observadores”, sino porque los puntos a tratar
eran más operativos y se tocaron en comisiones. Pero al final de la
asamblea, cuando se tocó el punto de las características de la
plenaria, volvió a ser lo mismo. No se puede asumir la posición
simplista de “que no vayan los observadores para tener reuniones
tranquilas y eficientes”, como se ha dicho en algunas asambleas
estudiantiles; de lo que se trata es de respetar los acuerdos, y
discutir lo más ampliamente posible el punto, en todas nuestras
asambleas, para definir claramente si las reuniones son abiertas o
no, o qué tan abiertas, etc. Que logística no se imprima la
responsabilidad de acatar o romper con este punto.
Pero
mientras no sea cambiado, la asamblea debe continuar con el
lineamiento original: son abiertas y con voz para los asistentes.
Cualquier otra cosa, es una violación a nuestro propio acuerdo.
Por lo
demás, nunca las asambleas del movimiento estudiantil han sido, por
principio, cerradas. Sólo en 1968, algunas reuniones tuvieron que
ser a puerta cerrada, pero fueron la excepción, no la regla. El
espíritu democrático y abierto de los estudiantes no han permitido
asambleas cerradas que se conviertan en un grupo de dirección de
facto del movimiento.
Pensamos
que la dirección debe ser de masas, y para ello, las plenarias del
movimiento deben discutir sobre la base de los resolutivos de las
asambleas, y deben tomar en cuenta la voz de todos, a puertas
abiertas, sin miedo a la discusión ni a la gente de nuestro
movimiento.
Asambleas
cerradas se prestan a la manipulación, a malos entendidos, y le
quitan a la masa la definición del movimiento.
Pugnamos
por la unidad, y creemos que esto sólo es posible si nos tratamos
con respeto, sin guaruras de logística, sin que nadie te calle
agresivamente, sin que se te coarte el derecho a la palabra. El
movimiento es de todos.
Por una
mejor estructura, amplia, incluyente y democrática, las asambleas
del movimiento #YoSoy132 deben ser abiertas, con voz a todos y voto
sólo para los voceros, como se acordó en la primera asamblea
interuniversitaria de Arquitectura.
Estudiantes de Filosofía, Economía, Ciencias, CCH Oriente,
Políticas, FES Zaragoza, Posgrado, profesores y profesores adjuntos
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