Carta de Chávez a la ONU: Reconocer soberanía palestina es acto de justicia histórico
20 Septiembre 2011
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El presidente venezolano, Hugo Chávez pidió a los países miembro de
Naciones Unidas reconocer al Estado palestino, una decisión que
calificó de “acto de justicia histórica”, en un carta enviada al
secretario general Ban Ki-moon.“Dirijo estas palabras a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, a este gran foro donde están representados todos los pueblos de la tierra, para ratificar, en este día y en este escenario, el total apoyo de Venezuela al reconocimiento del Estado palestino: al derecho de Palestina a convertirse en un país libre, soberano e independiente”, dice Chávez en la misiva.
A continuación la carta del mandatario Venezolano:
Miraflores, 17 de septiembre de 2011
Su Excelencia
Ban Ki-Moon
Secretario General Organización de las Naciones Unidas
Ban Ki-Moon
Secretario General Organización de las Naciones Unidas
Señor Secretario General:
Distinguidos representantes de los pueblos del mundo:
Dirijo estas palabras a la Asamblea
General de la Organización de las Naciones Unidas, a este gran foro
donde están representados todos los pueblos de la tierra, para
ratificar, en este día y en este escenario, el total apoyo de Venezuela
al reconocimiento del Estado palestino: al derecho de Palestina a
convertirse en un país libre, soberano e independiente. Se trata de un
acto de justicia histórico con un pueblo que lleva en sí, desde siempre,
todo el dolor y el sufrimiento del mundo.
El gran filósofo francés Gilles
Deleuze, en su memorable escrito La grandeza de Arafat, dice con el
acento de la verdad: La causa palestina es ante todo el conjunto de
injusticias que este pueblo ha padecido y sigue padeciendo. Y también
es, me atrevo agregar, una permanente e indoblegable voluntad de
resistencia que ya está inscrita en la memoria heroica de la condición
humana. Voluntad de resistencia que nace del más profundo amor por la
tierra.
Mahmud Darwish, voz infinita de la
Palestina posible, nos habla desde el sentimiento y la conciencia de
este amor: No necesitamos el recuerdo/ porque en nosotros está el Monte
Carmelo/ y en nuestros párpados está la hierba de Galilea./ No digas:
¡si corriésemos hacia mi país como el río!/ ¡No lo digas!/ Porque
estamos en la carne de nuestro país/ y él está en nosotros.
Contra quienes sostienen, falazmente
que lo ocurrido al pueblo palestino no es un genocidio, el mismo Deleuze
sostiene con implacable lucidez: En todos los casos se trata de hacer
como si el pueblo palestino no solamente no debiera existir, sino que no
hubiera existido nunca. Es, cómo decirlo, el grado cero del genocidio:
decretar que un pueblo no existe; negarle el derecho a la existencia.
A propósito, cuánta razón tiene el
gran escritor español Juan Goytisolo cuando señala contundentemente: La
promesa bíblica de la tierra de Judea y Samaria a las tribus de Israel
no es un contrato de propiedad avalado ante notario que autoriza a
desahuciar de su suelo a quienes nacieron y viven en él. Por eso mismo,
la resolución del conflicto del Medio Oriente pasa, necesariamente, por
hacerle justicia al pueblo palestino; éste es el único camino para
conquistar la paz.
Duele e indigna que quienes
padecieron uno de los peores genocidios de la historia, se hayan
convertido en verdugos del pueblo palestino: duele e indigna que la
herencia del Holocausto sea la Nakba. E indigna, a secas, que el
sionismo siga haciendo uso del chantaje del antisemitismo contra quienes
se oponen a sus atropellos y a sus crímenes.
Israel ha instrumentalizado e
instrumentaliza, con descaro y vileza, la memoria de las víctimas. Y lo
hace para actuar, con total impunidad, contra Palestina. De paso, no es
ocioso precisar que el antisemitismo es una miseria occidental, europea,
de la que no participan los árabes. No olvidemos, además, que es el
pueblo semita palestino el que padece la limpieza étnica practicada por
el Estado colonialista israelí.
Quiero que se me entienda: una cosa
es rechazar al antisemitismo, y otra muy diferente aceptar pasivamente
que la barbarie sionista le imponga un régimen de apartheid al pueblo
palestino. Desde un punto de vista ético, quien rechaza lo primero,
tiene que condenar lo segundo.
Una digresión necesaria: es
francamente abusivo confundir sionismo con judaísmo; no pocas voces
intelectuales judías, como las de Albert Einstein y Erich Fromm, se han
encargado de recordárnoslo a través del tiempo. Y, hoy por hoy, es cada
vez más numerosa la ciudadanía consciente que, en el propio Israel, se
opone abiertamente al sionismo y a sus prácticas terroristas y
criminales.
Hay que decirlo con todas sus letras:
el sionismo, como visión del mundo, es absolutamente racista. Estas
palabras de Golda Meir, en su aterrador cinismo, son prueba fehaciente
de ello: ¿Cómo vamos a devolver los territorios ocupados? No hay nadie a
quien devolverlo. No hay tal cosa llamada palestinos. No era como se
piensa que existía un pueblo llamado palestino, que se considera él
mismo como palestino y que nosotros llegamos, los echamos y les quitamos
su país. Ellos no existían.
Necesario es hacer memoria: desde
finales del siglo XIX, el sionismo planteó el regreso del pueblo judío a
Palestina y la creación de un Estado nacional propio. Este
planteamiento era funcional al colonialismo francés y británico, como lo
sería después al imperialismo yanqui. Occidente alentó y apoyó, desde
siempre, la ocupación sionista de Palestina por la vía militar.
Léase y reléase ese documento que se
conoce históricamente como Declaración de Balfour del año 1917: el
Gobierno británico se arrogaba la potestad de prometer a los judíos un
hogar nacional en Palestina, desconociendo deliberadamente la presencia y
la voluntad de sus habitantes. Hay que acotar que en Tierra Santa
convivieron en paz, durante siglos, cristianos y musulmanes, hasta que
el sionismo comenzó a reivindicarla como de su entera y exclusiva
propiedad.
Recordemos que, desde la segunda
década del siglo XX, el sionismo, aprovechando la ocupación colonial
británica de Palestina, comenzó a desarrollar su proyecto expansionista.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, se exacerbaría la tragedia del
pueblo palestino, consumándose la expulsión de su territorio y, al mismo
tiempo, de la historia. En 1947 la ominosa e ilegal resolución 181 de
Naciones Unidas recomienda la partición de Palestina en un Estado judío,
un Estado árabe y una zona bajo control internacional (Jerusalén y
Belén). Se concedió, vaya qué descaro, el 56% del territorio al sionismo
para la constitución de su Estado. De hecho, esta resolución violaba el
derecho internacional y desconocía flagrantemente la voluntad de las
grandes mayorías árabes: el derecho de autodeterminación de los pueblos
se convertía en letra muerta.
Desde 1948 hasta hoy, el Estado
sionista ha proseguido con su criminal estrategia contra el pueblo
palestino. Para ello, ha contado siempre con un aliado incondicional:
los Estados Unidos de Norteamérica. Y esta incondicionalidad se
demuestra a través de un hecho bien concreto: es Israel quien orienta y
fija la política internacional estadounidense para el Medio Oriente. Con
toda razón, Edward Said, esa gran conciencia palestina y universal,
sostenía que cualquier acuerdo de paz que se construya sobre la alianza
con EEUU será una alianza que confirme el poder del sionismo, más que
confrontarlo.
Ahora bien: contra lo que Israel y
Estados Unidos pretenden hacerle creer al mundo, a través de las
transnacionales de la comunicación, lo que aconteció y sigue
aconteciendo en Palestina, digámoslo con Said, no es un conflicto
religioso: es un conflicto político, de cuño colonial e imperialista; no
es un conflicto milenario sino contemporáneo; no es un conflicto que
nació en el Medio Oriente sino en Europa.
¿Cuál era y cuál sigue siendo el
meollo del conflicto?: se privilegia la discusión y consideración de la
seguridad de Israel, y para nada la de Palestina. Así puede corroborarse
en la historia reciente: basta con recordar el nuevo episodio genocida
desencadenado por Israel a través de la operación “Plomo Fundido” en
Gaza.
La seguridad de Palestina no puede
reducirse al simple reconocimiento de un limitado autogobierno y
autocontrol policíaco en sus “enclaves” de la ribera occidental del
Jordán y en la franja de Gaza, dejando por fuera no sólo la creación del
Estado palestino, sobre las fronteras anteriores a 1967 y con Jerusalén
oriental como su capital, los derechos de sus nacionales y su
autodeterminación como pueblo, sino, también, la compensación y
consiguiente vuelta a la Patria del
50% de la población palestina que se encuentra dispersa por el mundo entero, tal y como lo establece la resolución 194.
50% de la población palestina que se encuentra dispersa por el mundo entero, tal y como lo establece la resolución 194.
Es increíble que un país (Israel) que
debe su existencia a una resolución de la Asamblea General, pueda ser
tan desdeñoso de las resoluciones que emanan de las Naciones Unidas,
denunciaba el padre Miguel D’Escoto cuando pedía el cese de la masacre
contra el pueblo de Gaza, a finales de 2008 y principios de 2009.
Señor Secretario General y distinguidos representantes de los pueblos del mundo:
Es imposible ignorar la crisis de
Naciones Unidas. Ante esta misma Asamblea General sostuvimos, en el año
2005, que el modelo de Naciones Unidas se había agotado. El hecho de que
se haya postergado el debate sobre la cuestión palestina, y que se le
esté saboteando abiertamente, es una nueva confirmación de ello.
Desde hace ya varios días, Washington
viene manifestando que vetará en el Consejo de Seguridad lo que será
resolución mayoritaria de la Asamblea General: el reconocimiento de
Palestina como miembro pleno de la ONU. Junto a las Naciones hermanas
que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA), en la Declaración de reconocimiento del Estado palestino, hemos
deplorado, desde ya, que tan justa aspiración pueda ser bloqueada por
esta vía. Como sabemos, el imperio, en éste y en otros casos, pretende
imponer un doble estándar en el escenario mundial: es la doble moral
yanqui que viola el derecho internacional en Libia, pero permite que
Israel haga lo que le dé la gana, convirtiéndose así en el principal
cómplice del genocidio palestino a manos de la barbarie sionista.
Recordemos unas palabras de Said que meten el dedo en la llaga: Debido a
los intereses de Israel en Estados Unidos, la política de este país en
torno a Medio Oriente es, por tanto, israelocéntrica.
Quiero finalizar con la voz de Mahmud
Darwish en su memorable poema Sobre esta tierra: Sobre esta tierra hay
algo que merece vivir: sobre esta tierra está la señora de/ la tierra,
la madre de los comienzos, la madre de los finales. Se llamaba
Palestina. Se sigue llamando/ Palestina. Señora: yo merezco, porque tú
eres mi dama, yo merezco vivir.
Se seguirá llamando Palestina: ¡Palestina vivirá y vencerá! ¡Larga vida a Palestina libre, soberana e independiente!
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
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