Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

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La columna rota



Sin explicación alguna, representantes del Gobierno del Distrito Federal (GDF) demandaron a los habitantes del municipio autónomo de San Juan Copala, Oaxaca, levantar el plantón que mantienen desde el 3 de mayo a un costado de la Catedral Metropolitana en protesta por la violencia en la región triqui.

19 de agosto del 2010
Verónica Villalvazo
Frida Guerrera Medio Alternativo
http://fridaguerrera.blogspot.com/2010/08/vestidos-rojos-en-el-zocalo-otra-vez.html

Hace unos días las mujeres de San Juan Copala iniciaron un precario plantón en el zócalo de Oaxaca; la decisión la tomaron después del ataque que sufrieron el pasado 30 de julio de 2010, cuando se dio a conocer el asesinato de uno de los líderes de la UBISORT, Anastasio Juárez, hermano de Rufino Juárez, a quien se ha señalado como responsable de la violencia que se padece desde el 28 de noviembre de 2009 en la zona.

El dolor de ellas es mucho más de lo que puedan estar padeciendo en este momento bajo la intemperie, ante la violencia que viven en San Juan Copala en manos de quienes han denunciado como paramilitares, los cuales mantienen un cerco, situación que las está obligando a salir para exigir se detenga la soledad, paradójicamente acompañada por cada uno de los que conocemos el caso y que lamentablemente la mayor parte de la sociedad lo tiene catalogado como “normal”.

El pasado 30 de julio de 2010, denunciaron que después del ataque que resistieron por parte de los grupos pertenecientes a Ubisort, dos pequeñas salieron heridas, Adela y Selena Ramírez López; Adela recibió un impacto de bala, que se le alojó en la médula espinal, informó el asistente de la dirección del hospital “Dr. Aurelio Valdivieso”, Édgar Octavio Torres; la herida dejó como secuela, que la pequeña quede paralítica, sin embargo, fue trasladada a la ciudad de México el 8 de agosto con la finalidad de aminorar un poco la lesión de la pequeña.

Hoy se le puede ver aproximadamente a 20 mujeres con pequeños de entre los dos meses y los 10 años; asustadas, desconfiadas, ellas intentan con la protesta exigir se detenga la violencia que han padecido desde hace muchos años, pero que actualmente se ha agudizado desde hace ocho meses. Mujeres que han sido heridas temen hablar, “que tal si nos matan”; no llegaron el 16 de agosto, llegaron el 11 de agosto, sin poder instalarse en su plantón porque carecían de todo “yo no sé cómo hacer”, expresa Mariana Flores, una joven de 18 años que ha fungido como vocera de muchas voces de familias enteras en su municipio y que asegura “no nos vamos a salir todos, eso es lo que quieren (UBISORT y MULT), para quedarse con nuestro municipio, pero no lo vamos a permitir”.

Hoy las mujeres de Copala con su característico huipil rojo han tomado el zócalo de Oaxaca, con la mirada triste porque muchas dejaron a sus padres en su comunidad, sin embargo, antes de salir caminaron por horas para llevar alimentos a su familia; “no podíamos venir al plantón y dejarlos peor de lo que ya están”, por lo que salieron el sábado por el monte para evitar ser visibles y con esto no las fueran a atacar. Aún con las medidas que tomaron, fueron nuevamente atacadas, “aproximadamente hora y media nos llovían balazos, lo bueno es que no nos tocaron a ninguna”, expresan entre ellas.

Los pequeños llegaron enfermos, particularmente uno de ellos con llagas en el cuerpecito; la madre en su poco español comenta “hace como unos días empezó, pero no hay doctor allá, pero mira, ya les está saliendo a los demás niños”.

La indiferencia es demasiada para reparar en que ellas aún con sus vestidos rojos están aquí, pidiendo ayuda que no quiere ser escuchada, saliendo de su tierra para tal vez poder contar una vez lo padecido dentro, “tengo dos hijos de siete y tres años, a mi esposo lo mataron en Juxtlahuaca, él no hizo nada, odiaban a su papá y lo mataron a él”, cuenta Imelda, de 22 años.

La apatía social, la desconfianza, el miedo a ser nuevamente lastimadas evitan que compartan muchas de esas noches y días donde sólo se escuchan las balas, con el corazón a punto de salir, con la pregunta rondando la cabeza, “ahora a quién matarían”, quién será la próxima viuda o huérfano que ya no podrá crecer a lado de su padre o madre.

Qué pequeña será nuevamente alcanzada por una bala, que la deje paralítica; qué anciana perderá la vista por el alto grado de desnutrición que padecen, quién de los responsables va a ayudar a detener la muerte, que se pasea en los cerros de Copala, la cual tiene el permiso de habitar ahí, en nombre del poder y la ineficiencia gubernamental.

Quién se va acercar a ellos sin la intención de chupar como vampiro su dolor, qué líder las va a apoyar con proyectos diferentes, sin querer sangrarlas, ¿cuándo se les va a dejar de ver como “salvajes”?

San Juan Copala es Oaxaca, las y los triquis son oaxaqueños, y están en el corazón de la capital, intentando con esto, tocar el corazón de quien puede parar esta masacre la cual se lleva acabo a cuenta gotas.

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