Mayra Nieves Guevara
La Jornada del Campo
Suplemento Informativo de La Jornada
Sábado 15 de enero de 2011
Históricamente el municipio de Texcoco ha mantenido una relación ininterrumpida de intercambio político, comercial, cultural, social y ambiental con la actual metrópoli que se conforma alrededor de la Ciudad de México. Los recursos naturales (bosque, agua, flora, fauna y suelo) constituyen un elemento central de esta relación y han sufrido detrimento en la medida en que el crecimiento urbano se ha acentuado, en particular a partir del desarrollo industrial promovido desde mediados del siglo pasado.
En los 20 años recientes el principal cambio que se observa en la región oriente del Estado de México es el crecimiento urbano desordenado, que ha ejercido una fuerte presión sobre los recursos naturales. Este fenómeno ha sido particularmente visible en los municipios de Chimalhuacán, Netzahualcóyotl, Chicoloapan, Ecatepec, Tecámac, Chalco, Ayotla e Ixtapaluca, los cuales rodean al municipio de Texcoco. La construcción de unidades habitacionales por parte de inmobiliarias como Ara Geo, Beta y Hir, entre otras, ha atraído una gran cantidad de población, sobre todo del Distrito Federal, lo que ha implicado no sólo la desaparición de terrenos agrícolas y la generación de mayores servicios sino también más basura, que en el municipio alcanza las 150 toneladas diarias, y un acelerado deterioro ambiental.
A esta degradación también contribuye la construcción de grandes redes carreteras y centros comerciales como Wal Mart o Sam’s Club en Puerta Texcoco y Gran Patio, lo cual además ha modificado el paisaje rural y trastocado las relaciones comerciales, sociales y culturales.
La situación se agudiza ante el creciente agotamiento del agua, como lo afirma la Comisión de Agua del Estado de México (CAEM): en el Valle de México se registra una sobreexplotación de los mantos acuíferos del 200 por ciento, mientras que en Texcoco es de 858 por ciento. De cada mil litros de agua que se extraen de los acuíferos del Valle de México, sólo se recarga el ocho por ciento en los casos de mayor sobreexplotación (CAEM, 2003). Ante este hecho, los efectos esperados son el aumento de los costos de extracción, así como el surgimiento de nuevos conflictos por la apropiación del recurso tanto a nivel municipal como regional, cuestión que ya se ha presentado en algunas comunidades al definir la posesión y el usufructo de pozos y manantiales y al definir las condiciones de concesión y distribución. Lo mismo sucede cuando el cambio de actividades productivas que requieren mayor consumo de agua –como la engorda de ganado, la floricultura y la producción de hortalizas bajo invernadero–, genera conflictos entre los productores y el resto de la población. El problema también surge entre las comunidades y la cabecera municipal para garantizar su abastecimiento, por lo que a mediano plazo puede desatarse una tensión mayor debido a la extracción de agua que, mediante pozos profundos, realizan las compañías inmobiliarias en la zona baja de la cuenca.
Igual de complejo resulta el problema de la sobreexplotación de los recursos forestales, ya que los diversos programas de reforestación no han logrado revertir el daño a la masa forestal, con las consecuentes pérdidas de suelo por erosión y abatimiento de los manantiales de la zona serrana. La tala clandestina del bosque, el sobrepastoreo, las plagas y enfermedades, así como los incendios forestales son los principales problemas que enfrentan las comunidades de la zona serrana, y aunque se ha tratado de revertir la situación mediante programas de manejo y conservación, lo cierto es que se ha generado una mayor sobreexplotación de los recursos, pues debido a los convenios que con apoyo del gobierno establecen las empresas madereras con las comunidades, se ha realizado una tala indiscriminada de árboles e incluso se han presentado casos de soborno que encubren la tala clandestina.
La minería es otro ejemplo de la fuerte presión que se ejerce sobre los recursos naturales. Llama la atención que el ciento por ciento del valor agregado de la minería sea aportado por el municipio de Texcoco, no sólo por la importancia económica y laboral que representa, sino por los costos ambientales que la actividad conlleva. Se trata, por un lado, de la explotación de arena y grava por parte de grandes empresas cementeras dedicadas a la construcción, así como de empresas inmobiliarias nacionales y extranjeras, que si bien ofrecen empleo y recursos económicos a algunos habitantes de la región, obtienen beneficios superiores a los costos de extracción. Por otro lado, las áreas de explotación minera a cielo abierto que se localizan en la zona a pie de monte del municipio se han convertido en un problema ecológico, pues generan fuertes tolvaneras. Así, además de la transformación del paisaje que se puede observar a lo largo y ancho de la zona intermontana, principalmente de los municipios de Texcoco y Tepetlaoxtoc, preocupa el hecho de que se esté contemplando la posibilidad de crear rellenos sanitarios, lo que vendría a incrementar los problemas de contaminación, sobre todo, de los mantos freáticos.
El deterioro y agotamiento de los recursos naturales va más allá de lo evidente y observable, pues no sólo es consecuencia del acelerado y anárquico crecimiento urbano, promovido por las empresas inmobiliarias, cementeras y de servicios, amparadas y apoyadas por el Estado y sus diferentes niveles de gobierno. La sobreexplotación de los recursos naturales es expresión de las nuevas formas de acumulación del capital que sólo buscan responder a los intereses de pequeños grupos de poder a costa de la sustentabilidad social, cultural y ambiental.
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