Se dice con frecuencia que en las vacaciones de Navidad recesa la lucha de clases en América Latina. Pero eso está muy lejos de ser así y la prueba está en la nueva huelga de los estudiantes universitarios de Puerto Rico en vísperas de la mayor fiesta de la cristiandad.
Allí está a punto de ocurrir una tragedia si no se logra presionar al gobernador bushista Luis Fortuño para que cambie su bárbara conducta contra la comunidad universitaria, que ha llevado últimamente a la ocupación policial de los recintos de educación superior y a la reiteración, con saña inaudita, de salvajes actos de represión contra el estudiantado. Este se vio obligado en días recientes a recurrir de nuevo a la huelga general ante los tozudos intentos de Washington y su lacayo Fortuño por acabar con el carácter público de la Universidad de Puerto Rico, emblemática de insignes tradiciones en las luchas puertorriqueñas por las conquistas sociales y culturales logradas dentro del marco asfixiante del Estado colonial, desvergonzadamente llamado Estado Libre Asociado.
La actual huelga tiene como antecedente inmediato otra con gran apoyo popular a mediados de año, a la que Fortuño y las autoridades universitarias respondieron con cerrazón al diálogo como ahora y las macanas policiacas como único argumento. Aquella huelga ocurrió después que se prometiera por el gobernador que las draconianas medidas de ajuste tomadas contra el sector público, entre ellas el despido de más de 15 mil trabajadores, no afectarían a la universidad mientras más tarde realizaba nuevas declaraciones que indignaron a los universitarios al afirmar que estudiar es un privilegio
. Encima de este antecedente y el de la ira popular contra el programa ultraneoliberal de Fortuño, el detonador del paro estudiantil entonces fue la declaración del presidente del alto centro de estudios anunciando un recorte de 100 millones de dólares al presupuesto de 2011, la eliminación de las exenciones en el pago de matrícula y un aumento de esta. Después de un tramposo proceso negociador por parte de las autoridades universitarias y luego de heroicas y creativas jornadas concientizadoras, no sólo de los universitarios sino del país, una asamblea general de estudiantes puso fin a la huelga, primera de ese carácter con la asistencia de delegados de los 11 planteles en la historia de la universidad, pero conociendo al adversario adoptó este voto preventivo: “El estudiantado se opone a que se aumenten los costos de estudio, sobre todo a la imposición de una cuota en enero de 2011… y dejamos claro que haremos todo lo necesario para detener esa cuota”.
Con la huelga de días recientes, los alumnos no han hecho más que cumplir aquel acuerdo, ante el empecinamiento de las autoridades por adoptar las medidas cuestionadas entonces, que significan de entrada la exclusión de alrededor de 10 mil estudiantes del alma máter, además del principio del fin de la educación pública superior en Puerto Rico. Pese al estatuto colonial, en la isla, gracias a la lucha de los estudiantes y en consonancia con la tradición latinoamericana instaurada por el movimiento reformador de la Universidad de Córdova, en Argentina, no ha podido implantarse el sistema de enseñanza privatizado como en el resto de Estados Unidos. La batalla por esa conquista y por poner fin a las maniobras del gobernador y las neoliberales e incompetentes autoridades de la casa de estudios conducentes a hacer quebrar deliberadamente a la universidad es la que vienen librando los estudiantes apoyados por numerosos profesores democráticos y patriotas, que han dado pruebas elocuentes de dignidad magisterial y solidaridad con los alumnos.
Los estudiantes han dado constantes pruebas de inteligencia y madurez, han sabido ser flexibles con las autoridades y dedicado tiempo y esfuerzos para explicar a la nación lo que está en juego en su lucha, que siempre han vinculado con la del pueblo de Puerto Rico y los demás pueblos del mundo por otro mundo posible. No han sido pocas las bien argumentadas propuestas de alumnos y académicos para que la universidad pueda salir airosamente de su actual situación financiera, pero lo que hay en el fondo de la tozudez del gobernador colonial es el temor al precedente de una lucha estudiantil victoriosa, por el ejemplo que puedes sentar para el resto de los sectores en Puerto Rico. Esta batalla trasciende a la universidad y a Puerto Rico. Es una lección universal para quienes ven sus derechos conculcados.
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