Dossier #1
Para entender lo que está pasando en Ucrania
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Contenido:
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- Reventando el polvorín ucraniano. Rafael Poch. https://rafaelpoch.com/2022/02/02/reventando-el-polvorin-ucraniano/
- Ucrania como pivote geopolítico: EEUU y su "gran estrategia". Editorial de la revista Monthly Review. https://www.lahaine.org/mundo.php/ucrania-como-pivote-geopolitico-eeuu
- La muerte de Europa y el parto de un nuevo orden. Augusto Zamora R. https://rebelion.org/la-muerte-de-europa-y-el-parto-de-un-nuevo-orden/
- La OTAN, Rusia y el fetiche del interimperialismo. Adrián Rojas. https://iniciativacomunista.org/2022/01/25/la-otan-rusia-y-el-fetiche-del-interimperialismo/
- La hipocresía de un "No a la Guerra" que llega muy. Ramiro Gómez. tarde. https://www.lahaine.org/est_espanol.php/la-hipocresia-de-un-no
- Reventando el polvorín ucraniano. Rafael Poch. https://rafaelpoch.com/2022/02/02/reventando-el-polvorin-ucraniano/
Reventando el polvorín ucraniano
https://rafaelpoch.com/2022/02/02/reventando-el-polvorin-ucraniano/
La OTAN justifica su vigencia en la necesidad de afrontar problemas por ella creados. Un repaso a una crisis de treinta años.
I) Pueblos hermanos
Se dice que rusos y ucranianos son “pueblos hermanos”, y es verdad. Siglos de vida en común, dos lenguas bien parecidas y una geografía sin obstáculos físicos, de llanuras surcadas por ríos mansos, que complica y difumina todo concepto de frontera. Al mismo tiempo, el parentesco fraternal no es incompatible con fuertes diferencias de carácter. Cuando una abuela dice sobre sus nietos, “¡Qué diferentes son, parece mentira que sean hermanos!” está formulando un tópico familiar de los más recurrentes. Veamos algunas de esas diferencias.
Como tantos otros países, Ucrania contiene una considerable diversidad regional entre el Oeste y el Este. Simplificando: cuanto más hacia Rusia, más ruso se habla, mayor influencia del cristianismo oriental adscrito al Patriarcado (ortodoxo) de Moscú y menos perceptible se hacen las diferencias fraternales. Cuanto más al Oeste mas fuerte es la identidad nacional ucraniana, el carácter mixto (oriental-occidental) del cristianismo, etc., etc.
A lo largo de su historia, Ucrania vivió varios procesos de integración, bien en la órbita rusa, bien en la polaca. Al colisionar con el poder superior ruso, el nacionalismo burgués ucraniano se vio condenado a colocarse bajo patronazgo extranjero. En el siglo XX sus efímeros gobiernos se afirmaron bajo la protección militar alemana (el del atamán Skoropadski) o polaca (Petliura). El nacionalismo popular ucraniano fue más anti polaco y anti judío que anti ruso. Políticamente fue frecuentemente socialista o social-revolucionario y al final, en un contexto de grandes convulsiones como los de la guerra civil rusa, tuvo que decantarse entre blancos y rojos en beneficio de los segundos.
El espacio ucraniano ha sido frecuente campo de batalla. En el siglo XVII conoció la revuelta de Bogdan Jmenitski contra la unión polaco-lituana, en el XVIII el zar Pedro I se impuso a los suecos en Poltava, y en el siglo XX fue uno de los principales escenarios bélicos tanto de la guerra civil rusa como de la Segunda Guerra Mundial.
El periodo 1917-1922 contiene en Ucrania un sinfín de conflictos. Parte de los nacionalistas ucranianos lucharon junto con los alemanes y austro-húngaros y otra parte contra ellos. La población ucraniana pro rusa se dividió en su lucha a favor de una Rusia unida, unos con los rojos y otros con los blancos. Otras fuerzas, como la del ejército campesino de Nestor Majno, con un gran componente social libertario y nacional ucraniano, lucharon tanto contra los rojos como contra los blancos.
Para comprender el actual mapa de Ucrania es ineludible hablar de tres regiones. En primer lugar Galitzia, zona occidental de claro dominio de la lengua ucraniana, con influencia católica mestiza (greco-católicos o “uniatas”), que en su mayoría nunca formó parte del resto de Ucrania ni estuvo sometida a Rusia hasta Stalin en los años cuarenta, después de dos siglos de sometimiento a regímenes polacos o austro-húngaros opresivos. De Galitzia partió en el siglo XIX el más fuerte impulso nacionalista. Ya en la época postsoviética desde allí se ha irradiado hacia el resto del país la ideología nacionalista más fuerte, con su particular narrativa histórica sobre la URSS: la revolución bolchevique como asunto “ruso” o “judío” (ignorando la larga lista de ucranianos presente en la dirección bolchevique), la mortífera hambruna de los años treinta con varios millones de muertos como “genocidio comunista-ruso contra el pueblo ucraniano” (ignorando que la misma hambruna de esos años devastó igualmente zonas rusas en el Don, Kubán,Volga, etc. y otras repúblicas como Kazajstán), todo ello aspectos de la nueva historia adecuada a la nueva estatalidad adquirida en 1991 que debía enmendar la historia oficial soviética, igualmente repleta de omisiones y manipulaciones.
Desde sus orígenes a principios de siglo XX, las organizaciones armadas del nacionalismo ucraniano en Galitzia (que entonces actuaban contra el dominio polaco) estuvieron financiadas y teledirigidas por el Abwehr, el espionaje alemán. Durante la Segunda Guerra Mundial los invasores alemanes fueron recibidos como libertadores por muchos ucranianos occidentales que habían sufrido la cruda represión estalinista y las hambrunas. Una vez más, la invasión hitleriana dividió a los ucranianos en dos bandos; el mayoritario que luchó con el ejército soviético contra el fascismo, y el minoritario de nacionalistas de Ucrania Occidental que fue utilizado por los nazis como fuerza de choque, creó una división SS específica y actuó frecuentemente de una forma aún más cruel que sus amos contra judíos y comunistas en los campos de exterminio, empuñando la bandera de la liberación nacional ucraniana.
Hay que decir que los ucranianos occidentales no fueron los únicos “colaboracionistas”: también los rusos del ejército de Vlasov, tártaros, chechenos, cosacos, etc. tuvieron representantes en el ejército alemán.
A los colaboracionistas de Ucrania Occidental, cuya relación con los nazis no fue fluida e incluyó episodios de enfrentamientos armados, se les conoce como “banderovski” por el nombre de su principal líder, Stepan Bandera. Con la victoria soviética y la incorporación definitiva de Galitzia a la URSS en 1945, los “banderovski” mantuvieron una guerrilla muy brava contra el NKVD de Stalin, recibiendo apoyo de la CIA en armas y lanzamiento de paracaidistas. Su cuartel general en Europa estaba en Munich, donde Bandera fue eliminado por un agente de Stalin en 1959…
Esta corriente, con la que en la época de la Perestroika solo se identificaba un sector minoritario del nacionalismo ucraniano, es reconocida hoy por un sector mucho más amplio como símbolo de la liberación nacional, o por lo menos como inspiradora de su principal ideología y narrativa nacionalista. La revuelta de Maidán del invierno de 2014 y el golpe de Estado pro occidental en que desembocó, instalaron ese nacionalismo exclusivista del Oeste de Ucrania en el centro del Estado.
En el sur y el Este de Ucrania, la llamada Novorossia, siempre se rechazó con toda claridad cualquier glorificación de los fascistas “banderovski”. Se trata de un arco que va desde Járkov, en el norte, hasta la región de Odesa en el sur-oeste, mayoritariamente ruso parlante y con gran población que se define como “rusa”. Ese arco no formó parte de Ucrania hasta la guerra civil de los años veinte (era la parte más industrial y a los bolcheviques les interesaba tener una base obrera en el gran universo campesino que era Ucrania), conserva una fuerte memoria soviética de la Segunda Guerra Mundial, y, al mismo tiempo, desde la nueva independencia de 1991 tendía hacia una cierta lenta ucrainización, o, por lo menos, a acentuar sus diferencias sutiles y difusas con Rusia. A grandes rasgos, Novorossia (la “Rusia nueva”) fue objeto de la reconquista imperial rusa en los siglos XVII y XVIII.
Mención especial merece la península de Crimea, tierra ancestral rusa, poblada por rusos y ruso parlante en un 80%, por donde llegó el primer cristianismo a la Rus de Kíev (¿el primer estado ruso fue ucraniano, o es que el primer estado ucraniano se llamaba Rusia?, eh aquí un interesante objeto de disputa entre besugos), reconquistada por Catalina II a los tártaros del janato de Crimea, el último vestigio de la Horda de Oro heredero del imperio de Chingiz Jan, que para entonces era un satélite del Imperio Otomano. Crimea fue escenario de glorias militares rusas y soviéticas, tanto durante la guerra de Crimea del XIX (todos contra Rusia) como durante la Segunda Guerra Mundial, con heroicas batallas en Sebastopol, Kerch y Odesa. La caprichosa entrega de Crimea a Ucrania por Jruschov en 1954, desgajándola de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) en una época en la que las diferencias entre repúblicas era completamente irrelevante, tuvo un carácter simbólico. A partir de la disolución de la URSS eso se convirtió en un problema.
Otra diferencia entre rusos y ucranianos tiene que ver con su tradición política, con las formas, símbolos y héroes en los que unos y otros se sienten identificados. Aquí el contraste entre los hermanos es importante. Ucrania fue un país situado geográficamente en el límite y la confluencia de grandes imperios (turcos, polacos, rusos). Su propio nombre, “U-kraine”, significa algo así como “junto al límite”, “en la frontera”, un espacio al que la autoridad imperial de unos y otros, y sus relaciones de servidumbre, apenas llegan o se perciben como algo lejano y difuminado. Esa posición determinó cierta holgura y libertad, un “arréglatelas tu mismo como puedas y sin gobierno” que asociamos al espíritu de frontera del “Far West”.
Los héroes de esa tradición política son líderes cosacos “libres” que luchan; ahora contra los turcos, ahora contra los polacos o contra los rusos, absorbiendo rasgos de unos y otros (Maidán -plaza- es una palabra turca). Todo eso es muy diferente de la tradición rusa, que es una galería llena de cuadros de grandes zares y caudillos absolutistas tanto más grandes cuanto más Estado e Imperio construyen.
Esa diferencia ha influido en la diferente evolución que ha tenido la formación de los estados postcomunistas pese a su común régimen oligárquico.
Mientras en Rusia tras una época turbulenta se recuperó la “vertical de poder” con su vector tradicional autocrático con considerable facilidad (eso es lo que representa Putin), en Ucrania el Estado ha sido mucho más débil. Eso ha hecho que la sociedad haya sido mucho más suelta, incontrolada e independiente hacia el poder que en Rusia, lo que ha tenido ciertas ventajas para la autonomía social y también serios inconvenientes para estabilizar un gobierno efectivo independiente de intereses externos…
Dicho todo esto y situados ya un poco ante el mapa, hay que decir que por más que esas semejanzas y diferencias sean importantes para comprender el universo ruso-ucraniano y para entender la diversidad interna de Ucrania, apenas aportan una explicación concreta a lo que tenemos hoy encima de la mesa: una verdadera fractura que explota en una guerra civil. ¿Cómo ha podido podrirse tanto la situación para que los hermanos se tiroteen y bombardeen?
Para comprender eso, no hay más remedio que fijarse en los regímenes políticos -igualmente emparentados- de Rusia y Ucrania.
II) Privatización y regímenes
En los años noventa, Rusia y Ucrania sufrieron el mismo proceso de saqueo de su economía, sus recursos, su patrimonio material nacional, a manos del mismo estrato administrativo-burocrático-oligárquico del antiguo régimen comunistoide, la Estadocracia (según el término del profesor Marat Cheskov). Eso que se conoce como “privatización” dio lugar al mismo tipo de sistema de capitalismo oligárquico. La diferencia con Rusia ha sido “el factor Putin”.
Si en Rusia con el cambio de siglo acabó emergiendo un poder político que restableció la vertical de poder y sometió a los magnates de la privatización a unas reglas de juego en las que era obligatorio reconocer la primacía del Estado, en Ucrania eso no ocurrió. Después de los años noventa, la política ucraniana continuó siendo la lucha entre, fundamentalmente, dos grupos de magnates. Unos vinculados industrialmente a Rusia y por tanto que tendían geopolíticamente hacia ella, y otros mucho más en la órbita occidental.
Esos grupos apenas se diferenciaban internamente en su programa socio-económico, maltrataban exactamente igual la aparición de cualquier manifestación social o de izquierda, y mantenían una cruda lucha subterránea por el poder. Ambos grupos se disputaron ese poder y alternaron en él, con incidentes pero sin llegar a un enfrentamiento abierto y militar como el de octubre de 1993 en Moscú.
Cada uno de los dos bandos de este sistema clánico-oligárquico con fuertes anclajes en la descrita diversidad regional ucraniana, era demasiado débil para imponerse definitivamente a sus adversarios. Esa debilidad hizo que cada uno de ellos aumentara la conexión y dependencia clientelista hacia el elemento geopolítico exterior. Los intereses de los grandes vecinos se mezclaron cada vez más en una amalgama, junto con los intereses económicos, industriales e ideológicos, “orientales” u “occidentales” de cada bando. Sobre esa lógica de poder actuaron tanto subvenciones rusas al suministro de gas, como la compra y financiación de ONG, medios de comunicación e instituciones con los 5000 millones de dólares reconocidos por la señora Victoria Nuland, vicesecretaria de Estado norteamericana, o por su vector correspondiente alemán, polaco y europeo en general.
Diferencia fundamental entre esos dos vectores externos era que si Moscú era desde el principio consciente de la diversidad interna de Ucrania y de la imposibilidad de imponer por completo sus intereses allá sin romper el país, en Washington, Bruselas y Berlín se buscaba, cada vez más, una victoria total y definitiva, ignorando los peligros de una fractura.
Ese sentido común acerca de la necesidad de cierto equilibrio interno había regido la política ucraniana de los dos bandos oligárquicos enfrentados desde 1991 hasta 2014. Siempre que uno u otro bando llegaba al poder en Kíev, ambos gobernando sobre el mismo fondo de corrupción y parasitismo (muy superior al de Rusia), había conciencia de que el país sería ingobernable y se rompería si se ignoraban por completo los intereses del otro. La propia población, socialmente muy descontenta con el poder tanto en el Este como en el Oeste del país, dependía de la apertura y el acceso a los grandes vecinos orientales y occidentales. De los 45 millones de ucranianos, unos seis millones respondieron a la pobreza emigrando a trabajar en el extranjero, unos 3 millones hacia Rusia (ucranianos de Novorossia) y otros tres hacia Polonia y la Unión Europea, mayormente ucranianos occidentales.
III) La revuelta del Maidán y su secuestro.
En este contexto de debilidad del poder ucraniano que acentúa el recurso de los dos grupos oligárquicos enfrentados a padrinazgos geopolíticos exteriores, apareció la provocativa y desestabilizadora oferta de la Unión Europea de un acuerdo de “Asociación oriental” con Ucrania. Hay que decir que a diferencia de la Unión Aduanera propuesta por Moscú, esa oferta europea se planteó desde el principio como excluyente, no compatible y no negociable con cualquier interés ucraniano vinculado a Rusia. Dada la permeabilidad existente entre los mercados ruso y ucraniano, abrir el segundo a la UE significaba perjudicar directamente la economía rusa. En materia de seguridad, la Unión Europea dejaba claro en aquel tratado que Ucrania debía ponerse en sintonía con “Europa” en su política exterior y de seguridad, fundamentalmente adversa a la de Moscú.
Mientras Moscú y Kíev pedían a la Unión Europea una negociación a tres bandas para solucionar el entuerto, la canciller Merkel se negó rotundamente a admitir a Rusia en cualquier negociación con Ucrania. Eso hizo que la jugada de la adhesión a “Europa” se convirtiera en una bomba desestabilizadora que transformaba equilibrios y diferencias, territoriales y de intereses, hasta ahora gobernables en una verdadera fractura.
Esa circunstancia, unida a las improvisadas contraofertas y fuertes presiones de Moscú, alimentó las más que razonables vacilaciones del Presidente Viktor Yanukovich. El no de Yanukovich al tratado con la UE hizo estallar el descontento social contra la corrupción, la oligarquía, contra el gobierno inefectivo, opaco y socialmente injusto, aspectos que el polo popular occidentalista ucraniano asocia con el modelo ruso.
El primer Maidán fue un movimiento surgido de un impulso genuinamente popular que expresaba elementales deseos de regeneración democrática, civil y nacional. Pero a diferencia de, digamos, el 15-M, tenía detrás a uno de los dos bandos oligárquicos y a los socios exteriores americanos y europeos (particularmente polacos y alemanes), con apoyo de medios de comunicación locales e internacionales, por lo que desde el principio estaba bien cargado de ambigüedad social y geopolítica.
El gobierno de Yanukovich respondió a ese desafío con gran inseguridad, represión y juego sucio: movilizando bandas de lumpen que apalizaban a activistas, etc., lo que aún indignó más a la gente.
Por sí solo, el sujeto que formaba la infantería de este Maidan (la intelligentsia creativa, los grandes y pequeños hombres de negocios del sector servicios, estudiantes, profesiones liberales y funcionarios apoyados por los clanes oligárquicos “alternativos”), no era capaz de tomar el poder y tumbar al desprestigiado régimen -por otra parte electo y completamente legítimo desde el punto de vista formal. Para derribarlo se necesitaba una fuerza de choque, disciplinada, y dispuesta a jugarse el físico. Una caballería pesada. Esa fuerza fue la extrema derecha armada con la ideología nacionalista de tradición “banderovski”, apoyada por los oligarcas y los padrinos geopolíticos occidentales. Si la trama subterránea de complicidades, financiación, asesoramientos y adiestramiento de servicios secretos occidentales (americanos, polacos y alemanes) apenas ha trascendido, cuarenta políticos occidentales de primera fila, entre ellos primeras figuras de Estados Unidos y los ministros de exteriores de Alemania, Polonia, países bálticos, etc. pasaron por la plaza de Kíev repartiendo solidaridades y pastelitos. Fue ese segundo Maidán el que ejecutó el cambio de régimen en las jornadas de febrero en un contexto de batallas campales con incendio y toma de sedes ministeriales en medio de una masacre indiscriminada de manifestantes y policías (en total un centenar, además de más de una decena de policías) a cargo de tiradores de precisión el 20 de febrero, lo que precipitó la caída del gobierno y la huida del presidente.
El estudio académico mas convincente sobre aquella masacre, obra del profesor Ivan Katchanovski, de la School of Political Studies de la Universidad de Otawa concluyó lo siguiente:
“La evidencia indica que una alianza de elementos de la oposición de Maidan y la extrema derecha estuvo involucrada en el asesinato en masa tanto de los manifestantes como de la policía, mientras que la participación de las unidades especiales de la policía en los asesinatos de algunos de los manifestantes no se puede descartar por completo en base a la evidencia disponible. El nuevo gobierno que llegó al poder en gran parte como resultado de la masacre falsificó su investigación, mientras que los medios de comunicación ucranianos contribuyeron a tergiversar la matanza masiva de manifestantes y policías. La evidencia indica que la extrema derecha desempeñó un papel clave en el derrocamiento violento del gobierno en Ucrania”
A la misma conclusión llega Richard Sakwa, de la Universidad de Kent, autor del mejor libro sobre el Maidan publicado hasta la fecha (Frontline Ukraine).
En febrero de 2014, estuve metido de lleno en la crónica periodística del Maidán en Kíev y escribí lo siguiente:
“Hasta el más iluso activista de cualquier movimiento social europeo comprende ahora el misterio de lo que se está viendo estos días en Kíev:si la causa es “justa”, se puede ocupar más de media docena de edificios y sedes ministeriales en el centro de la capital, varias sedes regionales del gobierno, organizar escuadras paramilitares, presentar una fuerte resistencia física ante los antidisturbios, matar agentes y ganarse el aplauso de la Unión Europea. Las batallas campales son aquí “valientes y pacíficas manifestaciones”. Las autoridades, y no los ciudadanos, “deben renunciar a la violencia” y derogar “las leyes que limitan las libertades y derechos” y sus reivindicaciones deben ser escuchadas, Merkel et Bruselam dixit. ¿Comienza una nueva época? ¿Veremos a políticos rusos, bielorrusos y ucranianos llamando a la huelga general en Atenas, coreando el “no nos representan” en la Puerta del Sol o aplaudiendo a quienes lanzan botellas incendiarias a la policía en el Ocupy Frankfurt?”
Obviamente si todo aquello hubiera ocurrido con los vectores y escenarios invertidos -un gobierno favorable a los intereses occidentales, en México o Canadá, con políticos rusos, chinos y venezolanos de primera fila repartiendo pastelitos entre los manifestantes- no se habría celebrado como progreso democrático, sino como escandaloso y sangriento golpe de estado, terrorismo y demás…
El cambio de régimen en Kíev precipitó la revuelta del Este de Ucrania con padrinazgo ruso. Primero en Crimea, donde las declaración de soberanía y el posterior ingreso del territorio en Rusia, fue fácil por el amplio apoyo de la población y la presencia de la flota rusa, y luego en todo el arco de Novorossia. Todas esas regiones, temerosas de las primeras disposiciones de un gobierno con participación de “banderovski” en materia de lengua, etc., y ante la evidencia de que sus derechos e intereses iban a ser atropellados, pidieron federalismo en pequeños antimaidanes pro rusos, sin el menor apoyo de oligarcas locales (todos se pasaron a Kíev), que expresaban el mismo genuino descontento social y temor popular que el de Kíev desde un vector identitario y geopolítico distinto. En Odesa, ciudad rusofila y rusoparlante, presencié aquel febrero manifestaciones de decenas de miles de ciudadanos contra el nuevo gobierno de Kíev salido del Maidán y contra el nacionalismo ucraniano antiruso. Aquella protesta se aplastó con otra masacre, la de la Casa de los Sindicatos del 2 de mayo a cargo de la extrema derecha y los hinchas de futbol venidos de todo el país a poner orden en la ciudad, con el resultado de 46 muertos y 214 heridos, muchos de ellos abrasados en el edificio de cinco plantas incendiado con cócteles molotov ante la pasividad de la policía. En otras regiones rusófilas el miedo, la debilidad de la protesta o la pasividad de los disconformes con lo que sucedía decidió la situación. No fue así en el Este del país, donde se organizó una fuerte resistencia popular armada mezclada con intervención camuflada rusa. La respuesta del nuevo gobierno de Kíev fue el envío del ejército en misión antiterrorista -lo que el presidente Yanukovich no se había atrevido a hacer- y que dio paso a la militarización y al actual escenario de guerra civil con 14.000 muertos y centenares de miles de refugiados y desplazados.
Una vez más: si cambiamos las fichas, toda esta utilización de aviación y artillería contra ciudades habría sido valorado en Occidente como intolerable crimen contra la humanidad, etc., etc.
Dicho esto, se impone la evidencia de que todo lo que hubo y hay de genuinamente popular y liberador, tanto en el primer Maidán de Kiev como en la revuelta de Novorossia, importa muy poco a fin de cuentas en este conflicto en el que lo determinante es su dimensión geopolítica. Nada se entiende sin poner el zoom de nuestra observación en posición de gran angular.
IV) El Imperio del caos y la “arquitectura de la seguridad europea”.
La propaganda occidental achaca el conflicto de Ucrania a la maldad de Putin, al nuevo expansionismo ruso y propone cronologías tan descaradas como la película que comienza con la invasión rusa de Crimea. Vaya por delante que el régimen oligárquico ruso tiene intereses correspondientes (aunque mucho más legítimos, desde el punto de vista de la historia y de la geografía) a los occidentales por: 1- Mantener su control y acceso a buena parte de los recursos naturales e industriales de Ucrania, 2- Ampliar su influencia geopolítica y 3- Por consolidar el régimen autocrático de Putin y la unión autoritaria de burócratas y magnates que lo sustenta, con medidas de tanta carga patriótica como el regreso de Crimea a Rusia.
Desde ese punto de vista, tal como decía el profesor Mijaíl Buzgalin, la recuperación de Crimea es tan “progresista” como el intento de los militares de Argentina por hacerse con las Islas Malvinas ante Inglaterra.
Todo esto hay que tenerlo en cuenta -sobre todo a efectos de la imprevisible evolución interna de Rusia en los próximos años- pero es bastante secundario e irrelevante al lado del hecho principal: por primera vez en un cuarto de siglo una gran potencia regional, como es Rusia ahora, paró los pies a la superpotencia hegemónica del conglomerado imperial Estados Unidos-OTAN-Unión Europea. Es este desafío que crea un precedente, lo que es visto como intolerable y es contestado con sanciones y escenarios de nueva guerra fría.
La situación lanza señales a la correlación de fuerzas global y a la recomposición de las alianzas del mundo multipolar en formación. El siempre interesante Pepe Escobar se lanza a la piscina y ya anuncia un eje euroasiático Pekín-Moscú-Berlín para dentro de 20 o 30 años. Personalmente soy bastante escéptico no ya en este tipo de construcciones, sino sobre algo mucho más básico: sobre la mera posibilidad de pronosticar cualquier cosa de esa envergadura a 20 años vista en el actual mundo revuelto. Por eso, antes que perderse en inciertas proyecciones futuras más vale repasar la película que ha conducido hasta el conflicto ucraniano.
Durante la Perestroika, el pacto que Gorbachov acabó ofreciendo a Occidente fue el de cancelar la guerra fría a cambio de una arquitectura europea de seguridad integrada. Esa fue la oferta implícita de Moscú a Alemania y así fue entendida y aceptada por todos los actores. A nivel contractual todo eso quedó reflejado en la Carta de París de la OSCE para una nueva Europa, firmada en el Elíseo en noviembre de 1990, es decir aún en vida de la URSS. Las implicaciones de tal esquema eran enormes. La integración soviética en Europa habría dado lugar a un gran conglomerado político-económico, con un gran mercado, una enorme potencia energética y cierto eje político París-Berlín-Moscú. Por mal que se jugase, aquella partida acababa con la hegemonía de Estados Unidos en Europa, a todas luces innecesaria una vez disuelto el enemigo. Todo esto no funcionó por varias razones.
Sin duda Washington lo percibió enseguida como una amenaza a sus intereses generales y actuó en consecuencia. Gorbachov pecó también de ingenuidad al no amarrar aquellos pactos en acuerdos y contratos sólidos, confiándose en acuerdos entre caballeros. Pero en Moscú sucedieron también cosas que facilitaron mucho que este escenario fracasara.
En agosto de 1991 se produjo el golpe de estado de quienes consideraron que se había ido demasiado lejos. El golpe fracasó, porque sus autores no dispararon contra la gente, como luego haría en octubre de 1993 Boris Yeltsin con el aplauso de Occidente, y sobre todo porque la estadocracia ya estaba muy metida en la perspectiva de una entrada en el mercado global con privatización etc. Con todo, el proyecto de Gorbachov para Europa, lo que llamaba la “Casa común europea”, podría haber sobrevivido a aquello. Pero en diciembre la emancipación y degeneración de la estadocracia rusa liderada por Yeltsin, disolvió la URSS. Ya sin Gorbachov siguieron diez años de juerga en la que las energías de los dirigentes de Moscú se centraron en el saqueo del patrimonio nacional (privatización), renunciando a toda política exterior autónoma. Eso hizo que Occidente le perdiera por completo el respeto a Rusia y se convenciera de que podía tratar con ella como con un vasallo. En cualquier caso, Rusia ya no daba miedo: recordemos que era la época en la que 5000 guerrilleros chechenos batían al ejército ruso en el Cáucaso del Norte.
En ese contexto las actitudes cambiaron radicalmente. Si Rusia era tan débil podía hacerse con ella cualquier cosa. Zbigniew Brzezinski, un conocido estratega americano -luego asustado por lo que se ha visto en Ucrania y partidario de la “finlandización” de ese país- propuso en aquella época desmembrar Rusia en cuatro o cinco estados, con una república de Extremo Oriente, otra siberiana, una Rusia europea, una confederación caucásica, etc., etc. Su libro, de 1997, fue muy leído en Moscú.
Esa fiesta se acabó cuando, una vez concluido el asalto al supermercado, en Moscú decidieron poner orden. Putin ha sido eso: el restablecedor de un orden elemental y el hombre que quiere impedir la desmembración de Rusia proyectada por el Deep State de Estados Unidos, una convicción profundamente arraigada en la mentalidad de Putin y en los medios de los servicios secretos rusos que tan importante papel juegan en el Kremlin.
En 2001, mientras los americanos se deshacían de algunos de los acuerdos de desarme más importantes de la guerra fría (por ejemplo el acuerdo antimisiles, ABM) y descafeinaban otros, y mientras tras la caída de Milosevic en una de esas revoluciones de colores el Washington Post editorializaba anunciando que la siguiente jugada sería en Bielorusia y Ucrania, Putin propuso su colaboración a Bush en el esfuerzo “antiterrorista” posterior al 11-S. Cedió acceso a Afganistán por la puerta trasera de Asia Central ex soviética y cooperó en logística e inteligencia todo lo que pudo. Todo eso no sirvió para nada. En Europa las cosas siguieron igual.
Mientras las bombas calientes de la OTAN caían sobre Yugoslavia, Javier Solana venía a Moscú a mediados de los noventa a convencer a los rusos de que la ampliación hacia el Este del bloque occidental, rompiendo todas las promesas, no tenía nada que ver con seguridad ni confrontación: “ya no estamos en los pulsos militares de la guerra fría”, decía, “las zonas de influencia son cosa del Siglo XIX”. Evidentemente nadie le tomaba en serio. Fue así como, a partir de mediados de los noventa, se decide ampliar la OTAN.
En la primera etapa ingresaron, en 1999, República Checa, Polonia y Hungría. En la segunda, (2004) Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia. Este proceso se hizo paralelamente a las intervenciones en Yugoslavia (1995 Bosnia, 1999 Kosovo), cuya lectura externa era anular el único espacio no sometido a la nueva disciplina continental tras la guerra fría, y entre sucesivas advertencias rusas sobre “líneas rojas” (avances del bloque que serían considerados inadmisibles en Moscú) que fueron ignoradas. En la cumbre de abril de 2008 en Bucarest la OTAN ya se planteó el ingreso de Ucrania y Georgia, con la oposición de Francia y Alemania, lo que no impidió reflejar la promesa de tal ingreso en el comunicado final de la reunión. Sigue en agosto el ataque de Georgia a Osetia del Sur y la respuesta militar rusa. Pese a aquella señal, la OTAN sigue sin renunciar a la integración de ambos países y prosiguió su ampliación, en 2009, con Albania y Croacia.
A lo largo de 30 años, mientras se le iba avasallando, Moscú no ha dejado de insistir en el esquema de Gorbachov: reclamando un esquema de seguridad continental integrado. Entre 2008 y 2013 seguí esa situación desde la Conferencia de Seguridad de Munich, el foro atlantista más importante al que se invita a Rusia. El discurso ruso siempre fue muy claro en ese foro. (Véase: https://blogs.lavanguardia.com/berlin-poch/munich-el-occidente-autista)
En 2007 Putin denunció directamente el juego sin reglas en el que se había convertido el intervencionismo occidental. Dijo, “el hermano lobo no pide permiso a nadie y come donde quiere”. En 2008 advirtió que “si Ucrania ingresa en la OTAN dejará de existir” porque se partirá”. En 2009 el Presidente Dmitri Medvedev propuso celebrar en Berlín, “una cumbre paneuropea, abierta a Estados Unidos” (fíjense en el detalle) para “preparar un acuerdo sobre seguridad europea jurídicamente vinculante” que ponga fin a las actuales tensiones. En lugar de globalizar la OTAN, usurpando el papel de la ONU, Europa debe recrear la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (aquella OSCE de la Carta de París de 1990), dijo. Todo eso se ha venido repitiendo hasta la saciedad pero nunca fue motivo de titular de prensa o de telediario en Europa Occidental. En la visión que se nos ofrecía, el “problema de Rusia” no era su exclusión, manifiesta y provocadora, del sistema europeo, sino la esquizofrenia de sus “percepciones de amenaza”, se nos decía en los raros momentos en que alguien se interesaba.
Con Ucrania toda esta arrolladora serie acumulada a lo largo de 30 años ha explotado y los motivos son claros. En Europa se ha creado un enredo fenomenal sobre el que muchos advertíamos en los años noventa. Estaba claro desde el principio de que no habría estabilidad continental a largo plazo en un esquema de seguridad que no implicara a Rusia y menos aún que se planteara contra Rusia. A Estados Unidos ese desastre no le venía mal, porque era la garantía de que podría continuar manteniendo su tutela sobre el viejo continente, sin la cual su estatuto de superpotencia se vería mermado. La historia nos advertía que el miedo de los países del Este a Rusia era perfectamente razonable, pero ¿qué decir del miedo de Rusia, dos veces invadida por Occidente desde 1812 hasta Moscú, la última de ellas con el resultado de 27 millones de muertos? Si hubiera que resumir la situación en una frase, diríamos que la OTAN justifica hoy su vigencia en la necesidad de afrontar los riesgos creados por su propia existencia y ampliación al Este del continente. ¿Será la Unión Europea capaz de reconocer su error y dar marcha atrás?
En nuestro siglo, acuciados por problemas existenciales imposibles de resolver sin una intensa concertación internacional, no tenemos mucho tiempo que perder. En la hipótesis más optimista, el resultado del conflicto de Ucrania podría retrasar unos cuantos años más la integración de Rusia en un esquema europeo de seguridad. En la más pesimista, una guerra en Ucrania consolidaría y anticiparía el escenario de un conflicto global de grandes proporciones.
(*) Este artículo sigue las notas del curso impartido en noviembre de 2014 en el seminario para profesorado de Historia de IES. Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Ucrania como pivote geopolítico: EEUU y su "gran estrategia"
Mientras escribimos estas notas a principios de marzo de 2022, los ocho años de una guerra civil limitada en él este de Ucrania se ha convertido en una guerra a gran escala. Este hecho representa un punto de inflexión en la Nueva Guerra Fría y una gran tragedia humana. Con la amenaza de un holocausto nuclear, este evento está poniendo en peligro a todo el mundo.
Para entender los orígenes de esta Nueva Guerra Fría y la entrada de Rusia en la guerra civil ucraniana, es necesario conocer las decisiones que tomó Washington cuando terminó la anterior Guerra Fría y dio forma al llamado "Nuevo Orden Mundial".
Un tiempo, después de los acuerdos que pusieron fin formal a la guerra fría, Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa del presidente George H. W. Bush, expuso la nueva Política de Defensa de EEUU: " Ahora nuestra política [después de la caída de la Unión Soviética] debe centrarse en impedir la aparición de cualquier potencial competidor global futuro."
Según Wolfowitz: "como Rusia seguirá siendo teniendo un fuerte poder militar en Eurasia, es necesario debilitar su posición geopolítica de forma permanente e irrevocable. Debemos hacer esto antes que este en condiciones de recuperarse, por tanto, tenemos que atraer a la órbita occidental a todos los estados que la rodean y que anteriormente fueron parte de la Unión Soviética o que eran parte de su esfera de influencia (Fragmentos del Plan del Pentágono: "Prevenir la Re-Aparición de un Nuevo Rival'," New York Times, 8 de marzo de 1992).
El documento denominado "Orientación para la Defensa de EEUU, elaborado por Wolfowitz fue adoptada por la Casa Blanca con el respaldo tanto de los demócratas como de los republicanos. De esta manera, los planificadores estratégicos del Imperio coincidían con la doctrina de geopolítica clásica elaborada por Halford Mackinder en la Gran Bretaña Imperial antes de la Primera Guerra Mundial.
Una doctrina geopolítica que fue perfeccionada en la década de 1930 por Karl Haushofer de la Alemania Nazi y Nicholas John Spykman de los EEUU. Fue Mackinder quien en 1904 introdujo la noción de que el control geopolítico del mundo dependía de la dominación de Eurasia (la principal masa de la tierra de los continentes asiático y europeo), a la que se refirió como el "corazón del mundo". Así surgió su conocida cita: Quién gobierne el Corazón del Mundo gobernará el Mundo.
La Guerra en Eurasia
Debido a su identificación con la Alemania Nazi esta visión de la geopolítica fue ocultada a la opinión pública durante mucho tiempo. Sin embargo, los fundamentos de esta doctrina dirigida a dominar el mundo han presidido la estrategia de los principales países capitalistas, inspirando el pensamiento de figuras como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski.
A fines del siglo pasado, con la desaparición de la Unión Soviética y la emergencia de los EEUU como Poder Unipolar, la geopolítica - y sus raciocinios de dominación mundial - fueron reconocidas abiertamente por los planificadores estratégicos de los EEUU, generando una post-Guerra Fría de carácter Imperial (John Bellamy Foster, "La Nueva Geopolítica del Imperio", revista Nº 57, enero 2006).
El arquitecto más importante de esta nueva estrategia imperial fue Zbigniew Brzezinski, quien, como consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter, planificó hasta el detalle una guerra-trampa para los Soviéticos en Afganistán. Bajo su dirección se implementó la instrucción secreta de Carter de julio de 1979, que ordenaba a la CIA reclutar, entrenar y armar a los Muyahidines, creando una red de fanáticos religiosos desde Pakistán hasta Arabia Saudita para luchar en Afganistán.
La preparación militar de los Muyahidines, y de otros grupos terroristas en Afganistán, todos organizados por la CIA, precipitó la intervención Soviética, conduciendo a una guerra de guerrillas interminable que terminó por desestabilizar a la URSS.
Cuando se le consulto a Brzezinski si estaba arrepentido de haber organizado y armado al terrorismo islamista, que [supuestamente] atacó a las torres gemelas el 11 de septiembre, respondió diciendo simplemente que "la destrucción de la Unión Soviética valió la pena" (Natylie Baldwin, "Brzezinski Mad Imperial Strategy", 13 de agosto de 2014).
Dado su controvertida reputación Brzezinski desapareció de los foros oficiales, pero siguió siendo el principal asesor de todas las posteriores administraciones norteamericanas. Por más de tres décadas, Brzezinski fue el pensador que articuló la gran estrategia contra Rusia. Y a pesar que en Rusia había una solida opinión negativa de Brzezinski, en la década de 1990, durante el gobierno de Boris Yeltsin, se instalaron en el entorno del Kremlin una serie de marionetas del estratega polaco-estadounidense.
La guerra de la OTAN que desmembró a Yugoslavia sólo fue el inicio la expansión de la OTAN hacia el este
Washington, en el momento de la reunificación alemana, le prometió a Mikhail Gorbachov que la OTAN no se ampliaría "ni una pulgada" hacia el Este. Sin embargo, Bill Clinton, durante la campaña para su reelección, se manifestó abiertamente favorable a la expansión de la OTAN y después de ser reelegido puso en marcha esta política expansionista de la OTAN que han mantenido todas las posteriores administraciones norteamericanas.
Poco después, en 1997, Brzezinski publicó "El gran tablero de ajedrez: primacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos". En el libro explicaba que los EEUU estaban "por primera vez en posición de dominar Eurasia" y poder convertirse en "el árbitro principal de las relaciones de poder". De esta manera, según Brzezinski, los EEUU se convertirían en el "primer" y el "último imperio global" (Brzezinski, "El gran tablero de ajedrez" [Basic Books, 1997].
Para que la Alianza Atlántica, bajo el liderazgo de EEUU, dominará Eurasia, era necesario en primer lugar tener primacía sobre lo que Brzezinski llamó "el agujero negro" que dejo la Unión Soviética con su salida de la escena mundial. Esto significaba reducir a Rusia hasta el punto que ya no pudiera sostenerse como estado viable.
Para Brzezinski la clave de su "geopolítica de pivote" era Ucrania. Sostenía que si Ucrania se incorporaba a la OTAN este hecho la transformaría en "un puñal que apuntaría directo al corazón de Moscú, debilitando definitivamente a Rusia".
Advirtió, con agudeza, que cualquier intento de lanzar a Ucrania contra Rusia sería visto por los rusos como una amenaza a su seguridad nacional, una línea roja. Entonces la "ampliación de la OTAN hasta Ucrania "requerirá del envió de armas estratégicas hacia el Este" y esta estrategia exigirá "la aprobación de Europa, especialmente de Alemania" (Brzezinski, El Gran Tablero de Ajedrez, 41, 87-92, 113, 121-22, 200).
EEUU, escribió Brzezinski, debe "apoyar sin demora la expansión de la OTAN hacia el Este, incluyendo a Ucrania, un país con el que Rusia comparte 1.200 millas de la frontera. Sin tener a Ucrania del lado occidental inevitablemente Rusia caerá en los brazos de China. Y ambos países podrían formar un bloque anti-hegemónico que se opondrá a los EEUU".
El resultado sería una situación geopolítica similar a la de principios de la Guerra Fría, cuando existía el bloque Chino-Soviético, aunque esta vez Rusia sería mucho más débil y China sería mucho más fuerte. La solución para Brzezinski era presionar a China a través de Taiwán, Hong Kong y la Península de Corea, utilizando la alianza que "tenemos con Japón y Australia". Esta alianza, más la OTAN, le daría a EEUU "una posición favorable en el combate contra China y Rusia".
De acuerdo con la "doctrina Brzezinski", para domeñar Eurasia había que dar jaque mate a Rusia utilizando su eslabón más débil: Ucrania. El dominio de los EEUU y de la OTAN sobre Ucrania "será una amenaza de muerte para Rusia, que probablemente a mediano plazo puede contribuir a su disolución tal como la conocemos hoy en día". El siguiente objetivo es necesariamente China, que "debería ser desestabilizada desde su Extremo Oeste (Brzezinski, El gran tablero de ajedrez, 103, 116-17, 164-70, 188-90).
Las acciones tomadas por Washington en las últimas tres décadas han seguido al pie de la letra la geo-estrategia descrita por Zbigniew Brzezinski en "El gran tablero de ajedrez". Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, la OTAN ha absorbido quince países, todos hacia el Este (y todos formaban parte del Pacto de Varsovia, o fueron regiones de la Unión Soviética).
La OTAN tiene un completo despliegue militar en las fronteras de Rusia y Bielorrusia. Por lo que se sabe los misiles de la OTAN ubicados en Polonia, Rumania y Europa Central apuntan directo a Moscú y sus tropas se concentran en Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y Rumanía. (¿Por qué Rusia quería garantías de seguridad desde el oeste?, CNN, 10 de febrero de 2022)
En 2014, Washington planificó un golpe de estado en Ucrania para derrocar al presidente Víctor Yanukovich. Este presidente, elegido democráticamente hacia menos de un año, quería ingresar a la Unión Europea, pero las condicionalidades impuestas por la UE y el Fondo Monetario Internacional obligaron a Yanukovich a volverse hacia Rusia en busca de ayuda económica. Su cambio de posición encolerizó a Occidente que decidió orquestar el golpe de estado de Maidan. El nuevo líder ucraniano fue respaldado inmediatamente por EEUU.
El golpe de estado se llevó a cabo, en gran parte, por un movimiento neo-nazi con fuertes raíces históricas en la Ucrania fascista de la segunda guerra mundial. En su momento la organización fascista encabezada por Stephan Bandera apoyó y participo activamente en la invasión nazi de la Unión Soviética siendo parte de las SS ucranianas. Hoy en día sus herederos conforman el Batallón Azov, que ya es parte integrante del ejercito ucraniano, que ha sido rearmado hasta los dientes por el Pentágono.
El control de Ucrania por la derecha ultra-nacionalista y una rusofobia delirante llevo a una brutal represión en la ciudad de Odessa, donde más de cuarenta personas fueron quemadas vivas en el local de los Sindicatos, después del golpe de estado (Bryce Verde, "Lo que realmente deberíamos saber sobre Ucrania", 24 de febrero de 2022).
En reacción a la violenta represión contra los rusos étnicos, la península de Crimea, predominantemente de habla rusa, decidió reintegrarse a Rusia a través de un referéndum (quedó claro que a todo el mundo se le dio la opción de seguir siendo parte de Ucrania)
En el contexto de una guerra civil entre ucranianos, la mayoría de la población de habla rusa de la región de Donbass se independizó de Kiev formando las repúblicas populares de Lugansk y Donetsk. Las nuevas repúblicas secesionistas solicitaron y recibieron el apoyo militar de Rusia, mientras que Kiev ha recibido durante años armas e instructores militares occidentales, en un proceso que tiene como objetivo la incorporación de Ucrania a la OTAN (Arina Tsukanova: "Por qué se anexionó la Península de Crimea", 28 de marzo de 2017).
En la guerra civil de Ucrania cerca de 14.000 personas de habla rusa han asesinadas y 2,5 millones de personas se han refugiado en Rusia. Los enfrentamientos iniciales se detuvieron parcialmente con los Acuerdos de Minsk en los que participaron Francia, Alemania, Rusia y Ucrania. Estos acuerdos, refrendados por el Consejo de Seguridad de ONU, reconocen a las regiones de Donetsk y Luhansk el derecho de auto-gobierno, aunque deberían mantenerse dentro de Ucrania.
Sin embargo, el conflicto militar se ha mantenido. En febrero de 2022, más de 130.000 soldados de las tropas de asalto ucranianas rodearon a Lugansk y a Donetsk, rompiendo así los Acuerdos de Minsk (Abdul Rahman, "¿Qué Son los Acuerdos de Minsk?", 22 de febrero de 2022)
Rusia insistió públicamente en el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk e hizo al menos dos importantes exigencias: Ucrania no debe ser parte de la OTAN y hay que terminar con la escalada militar dirigida contra las Repúblicas Populares del Donbass.
Por su parte, Vladimir Putin declaró que estas demandas son" líneas rojas para la seguridad de Rusia" y sí se cruzan obligarían a Moscú a responder. Cuando Ucrania, empujada por EEUU y la OTAN, decidió cruzar esas "líneas rojas" bombardeando el Donbass, Rusia intervino masivamente en la guerra civil ucraniana, para ayudar a las asediadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk.
La guerra, en general, es siempre un crimen contra la humanidad y hoy en día una guerra entre las grandes potencias nos amenaza con la aniquilación total. La única respuesta que debemos es darle una oportunidad a la paz.
Pero, para lograr la paz hoy se requiere encontrar una solución que garantice la seguridad de todas las partes en la guerra civil ucraniana y también que asegure la seguridad de Rusia. Tampoco debemos olvidar que la guerra es un mal endémico en el sistema capitalista, y que sólo el regreso a una vía socialista tanto de Ucrania como de Rusia podrá ofrecer una solución duradera.
La muerte de Europa y el parto de un nuevo orden
Una suerte que no haya premio Nobel para la estupidez humana porque resultaría imposible adjudicarlo de tan abundantes candidatos que habría, empezando por los gobernantes europeos.
La cuestión de Ucrania (rehusamos llamarla invasión o guerra, aunque técnicamente pueda ser ambas) no es nada de lo que dicen, hasta el espasmo, los medios de comunicación occidentales –más correcto sería calificarles de accidentales. Rusia no pretende anexionarse Ucrania; tampoco ha lanzado una guerra de conquista, ni, menos, es resultado de un delirio imperial por la grandeza perdida. Es un conflicto geopolítico en el más puro sentido del término. Geopolítico en términos decimonónicos, de lucha de poder y de intereses, pues no hay conflicto de ideologías, ni lucha entre sistemas, aunque los mercenarios y los bobos de siempre –que, tristemente, no son especie en peligro de extinción-, se desgañiten presentándolo de todos los olores con rebufo a retrete. No, no es nada de eso. Es la vieja lucha entre el mundo que quiere nacer y el mundo que se niega a morir (que dicen dijo el comunista Antonio Gramsci), provocada por la negativa de la OTAN a no continuar expandiéndose hacia Rusia. Porque esa, y no otra, es la causa de la acción militar. Ganar seguridad para Rusia, lo que la UE/OTAN negó, lo que indicaba que persistía en su política expansionista.
Se afirma, repite y machaca que, cuando hay conflictos de esta magnitud, lo primero que muere es la verdad. Nosotros discrepamos. Creemos que lo primero que muere es la inteligencia, pues hay que ser ignorante, memo, lelo y demás perlas para creerse que Rusia se lanzó sobre Ucrania por banalidades como delirios de grandeza o despechos de amores imperiales, tipo novela de Corín Tellado (para quienes no la conozcan, la mayor autora de folletines de amor, a tres por semana, que sus mamás o abuelas recordarán con, esa sí, nostalgia de juventud). Nada de eso. Las guerras son caras, muy caras, y su suerte depende, como recoge Tucídides, del dinero de que se disponga. No es Vladimir Putin ningún descerebrado, como patéticamente quieren presentarlo. Menos aún un aventurero tipo Craso, el multimillonario romano que, queriendo emular a César y Pompeyo, se financió una guerra contra los partos y los partos lo partieron por la mitad, junto a sus casi 30.000 soldados (de ahí viene la expresión craso error).
Lo referimos en el último artículo. Ucrania es una ficha, pero, sobre todo, Ucrania es una pieza en el tablero mundial (tomamos la expresión de Zbigniew Brzezinski), en el que se está jugando el reparto de poder para las próximas décadas, si acaso llegamos a ellas. Nos explicamos. Hay, en el presente, tres grandes jugadores –Rusia, EEUU y China- divididos en dos bandos. En una esquina, como en cuadrilátero de boxeo, la alianza entre China y Rusia, y, en la otra, EEUU. Esto no es invento nuestro. Quien lo dice y repite hasta la saturación es EEUU y su gallinero. Como en temas geoestratégicos sólo los zaparrastrosos se inventan conflictos, citaremos documentos oficiales de EEUU, de los que, además, daremos el link, para quien quiera saciar su curiosidad. De previo informamos que, en EEUU, gobierno y Congreso tienen la amabilidad, previa censura, de hacerlos públicos, de forma que no se entera quien no quiere, porque están ahí (en inglés, obviamente), a disposición del público, que suele ser escandalosamente escaso. Esos documentos permiten, hoy, poner una gota de verdad en la orgía de manipulación y desinformación que se está viviendo en este ignaro gallinero europeo.
Empecemos con el documento más importante, titulado National Defense Strategy (https://dod.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/2018-National-Defense-Strategy-Summary.pdf), de 2018, que es el que ha marcado la pauta hasta el presente. Según ese documento, “La competencia estratégica interestatal, y no el terrorismo, es ahora la principal preocupación de la seguridad nacional de Estados Unidos”. “La competencia estratégica a largo plazo con China y Rusia son las principales prioridades del Departamento [de Defensa], y requieren una inversión mayor y sostenida, debido a la magnitud de las amenazas que suponen para la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos en el presente, y a la posibilidad de que esas amenazas aumenten en el futuro”.
Para enfrentar esa “competencia estratégica a largo plazo”, entre una lista generosa de medidas y acciones, el Departamento de Defensa establece como objetivos lo siguiente. En relación a China: “Reforzaremos nuestras alianzas y asociaciones en el Indo-Pacífico para lograr una arquitectura de seguridad en red capaz de disuadir la agresión, mantener la estabilidad y garantizar el libre acceso a los dominios comunes”. Con respecto a Rusia: “Fortalecer la Alianza Transatlántica de la OTAN. Una Europa fuerte y libre, unida por los principios compartidos de la democracia, la soberanía nacional y el compromiso con el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte es vital para nuestra seguridad”. En suma, EEUU, desde 2018, se encuentra afanado en crear una pinza en torno a Rusia y China cuyo pilar esencial son sus alianzas militares y políticas. De esa guisa, a la OTAN le correspondería ser el Frente Atlántico del Ejército de EEUU, en tanto EEUU se ocuparía, con sus aliados -Japón el primero- del Frente Pacífico. Toda la estrategia de EEUU, toda, descansa en la concepción de dos frentes de guerra, siguiendo la política aplicada durante la II Guerra Mundial, durante la cual EEUU rehusó abrir un frente en el occidente de Europa porque quería dedicar toda su potencia contra Japón (por esa razón el desembarco de Normandía tuvo que esperar a junio de 1944).
Esta concepción es resultado de un hecho admitido en los documentos oficiales de EEUU. Como se puede leer en el documento Providing for the Common Defense (https://www.usip.org/sites/default/files/2018-11/providing-for-the-common-defense.pdf), también de 2018, “La superioridad militar de Estados Unidos -la columna vertebral de su influencia global y seguridad nacional- se ha erosionado hasta grado peligroso… La capacidad de Estados Unidos para defender a sus aliados, sus socios y sus propios intereses vitales está cada vez más en entredicho. Si la nación no actúa con prontitud para remediar estas circunstancias, las consecuencias serán graves y duraderas”. Es decir, EEUU sabe que no tiene capacidad militar suficiente para hacer frente a la alianza entre Rusia y China. Por tal motivo, Washington tiene como columna vertebral de su estrategia reunir el máximo número de alianzas y aliados. La National Defense Strategy lo expresa así: “Las alianzas y asociaciones mutuamente beneficiosas son cruciales para nuestra estrategia, ya que proporcionan una ventaja estratégica duradera y asimétrica que ningún competidor o rival puede igualar”. “Más allá de nuestras principales alianzas, también duplicaremos la construcción de asociaciones en todo en todo el mundo, porque nuestra fuerza se multiplica cuando combinamos esfuerzos comunes para compartir costes y ampliar el círculo de cooperación. Al hacerlo, reconocemos que nuestros intereses nacionales vitales obligan a una conexión más profunda con el Indo-Pacífico, Europa y el hemisferio occidental”.
En resumen, como en EEUU saben que solos no pueden, están afanosamente reclutando a países que quiera dedicar parte relevante de sus presupuestos para suplir la inferioridad de EEUU y, llegada la hora, servir de carne de cañón en la guerra por venir contra Rusia y China. Eso explicaría la negativa a negociar con Rusia los temas de seguridad, pues de lo que se trataba no era de la independencia y soberanía de Ucrania, sino de usar a Ucrania como trampa para que el gallinero europeo asumiera, a ciegas y en masa, su papel de Flanco Atlántico de EEUU. El objetivo, lo admitimos, ha sido conseguido, y ahora el gallinero europeo hará lo que quiere EEUU: rearmarse contra Rusia y prepararse para la guerra venidera. Sólo que era guerra no será convencional.
Será nuclear. Quien crea otra cosa no está entendiendo nada de los intereses en juego.
II
Es dentro de ese marco que deben buscarse las claves de los movimientos políticos y geopolíticos en el mundo actual. Quien no vislumbre o desconozca este marco sólo puede elucubrar una sarta de disparates cultivados en ignorancia, fanatismo y bilis, mucha bilis. El marco indicado explica, por ejemplo, que EEUU haya dejado toda la carga –política, militar y económica- de la crisis ucraniana al Frente Atlántico, por la simple razón de que EEUU no quiere restar recursos a su Frente Pacífico, el más duro, difícil y costoso. La UE/OTAN deberá, por tanto, embarcarse en una carrera armamentista contra Rusia, que es lo que exigía Donald Trump cuando presidía EEUU.
La Europa atlantista ha aceptado sin rechistar ese papel, sin medir costos, informar a sus ciudadanos ni hacer cálculos del precio que pagará en su papel de gallinero subalterno. En este punto es preciso desmontar el mito de una OTAN “en muerte cerebral”. Nunca, en ningún momento, ningún gobierno europeo ha considerado esa posibilidad. Tanto así que la OTAN ha seguido ampliándose. En 2009 ingresaron Albania y Croacia y, en 2017, Montenegro. Únicamente el mercenariado y el boberío han podido sostener tal ficción. Justamente, el conflicto en Ucrania ha terminado de reventar por la negativa de la OTAN a aceptar una Ucrania neutral. La querían en la OTAN y en esa obsesión se quedaron plantados. Por demás, el dominio de EEUU quedó demostrado, años ha, cuando el gallinero aceptó, obedientemente, sepultar los proyectos de Euroejército y de crear una política exterior y de seguridad común, independiente de EEUU.
El otro mito del gallinero es la supuesta soledad de Rusia. Hay que ser ciego, lelo o venal para sostener tal falacia. De entrada, Rusia tiene el apoyo de China y de India, que son palabras, no mayores, sino lo siguiente, pues esos dos países pesan más que todo el gallinero junto. Fuera de la burbuja gallinera, el mundo está más informado de lo que las gallinas pretenden, y sus senderos de relaciones son de tal complejidad y finura que resultan indigestos a las oxidadas neuronas atlantistas. China necesita de Rusia por múltiples razones, de las geoestratégicas vitales a las energéticas, pasando por la Nueva Ruta de la Seda. India requiere de Rusia en sus litigios y celos con China, además de que el 75% de sus armas son de procedencia rusa. Podría alargarse la lista, pero no es menester. Quien se tome la molestia de pasar revista de las posiciones de los gobiernos del mundo se dará cuenta de que casi ninguno quiere mojarse. Saben lo que es EEUU y saben lo que es la OTAN. Saben quiénes son los causantes de la crisis en Ucrania.
El gallinero se la lanzado como ejército de troles salidos del Señor de los Anillos contra Rusia, con una rabia patológica que dejan ‘al vent’ su ethos destructor y eso está bien. Debe uno saber quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. En Moscú no quedará ninguna duda, si alguna había, de que no es posible pensar en ningún entendimiento con los atlantistas. El gallinero de troles y peleles, con su virulencia antirrusa, ha acelerado la fractura del mundo en bloques y también provocado la muerte política de Europa. Ya no será más Europa, aunque lo parezca y siga en los mapas. Será, esencialmente, el Frente Atlántico del Ejército de EEUU, a la espera de que EEUU ordene su inmolación.
Estamos asistiendo, en vivo, directo y a toda deformación, a la partición del mundo y al parto de uno nuevo, en el que el gallinero será irrelevante, pues será negocio a dirimir entre China, Rusia y EEUU. No habrá nada que cierre la grieta que se ha abierto, aunque se normalicen las relaciones, pero será la normalidad de los entierros. La península Europa será más península que nunca, pues su conexión con Asia es –era- Rusia. Sin Rusia sólo les queda el Atlántico. Otro beneficio para Rusia y China es que el gallinero atlantista ha evidenciado su estrategia. Es tan similar a la aplicada a Alemania, en 1918, que es hora de cotizar lo que costaría un búnker. La diferencia está en que Rusia no es Alemania. Ocurre lo contrario, Rusia tiene de todo, desde energía infinita a recursos agropecuarios inagotables. Y poder nuclear. Putin ha ordenado su puesta en alerta para recordárselo a los safios prepotentes del gallinero. Los mismos que, dentro de un puñado de años, irán, como los ucranianos hoy, a servir de carne de cañón para mayor gloria de un imperio que, en ese mismo puñado de años, dejará de serlo. Cuando deje de serlo, Rusia seguirá allí, y llegará la hora de rendir cuentas.
Indignación y pena por el pueblo ucraniano, utilizado como carne de cañón en nombre de ciegos y disparatados cálculos estratégicos de EEUU. Y traidores los gobiernos que lo arrastraron a la desgraciada situación de hoy, cuando su obligación primera era garantizar su bienestar y tranquilidad. Miles de ucranianos, sin saberlo, están luchando una guerra que no es suya, provocada por una potencia que no ha dudado en dejarlos solos. En el gallinero deberían tomar nota, pero ¡qué ilusión!: las gallinas no piensan. Y anótenlo por una vez. Rusia no abandonará Ucrania hasta que se declare país neutral. El gobierno ucraniano ha aceptado negociar con Rusia. Una idea, no inteligente, sino inevitable. Tarden más o tarden menos, si no hay acuerdo, los tanques rusos llegarán al Maidán, aunque los equipos rusos terminen jugando en las competiciones asiáticas.
Cerramos este artículo, que quedó más largo de lo propuesto, con estos comentarios:
“Estados Unidos suele hablar de humanidad, justicia y moralidad, pero lo que realmente hace es calcular intereses. El egoísmo estratégico y la hipocresía de Washington han quedado al descubierto una y otra vez en la práctica de su política internacional. Los informes indican que al menos 37 millones de personas han sido desplazadas en y desde Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Somalia, Filipinas, Libia y Siria como resultado directo de las guerras libradas por Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001.
“Si un país sólo se preocupa de sus propios intereses, alimenta las llamas por todas partes y constantemente exporta el caos a los demás, por más poderoso que sea, es inevitable que su credibilidad se quiebre y que su hegemonía llegue a su fin.
“Para los países y regiones que todavía tienen fantasías o actúan como peones de Estados Unidos, la crisis de Ucrania es un buen recordatorio: Un «socio» que sólo anuncia “buenas noticias” cuando estás en dificultades no es de fiar.”
Está tomado de un editorial del diario Global Times, del Partido Comunista de China. No descuiden este dato. Tampoco que la crisis en Ucrania deja un mensaje: no es posible pensar en arreglos pacíficos con EEUU y su gallinero. Por tanto, la única vía posible para hacer frente a las pretensiones hegemónicas estadounidenses es la guerra. China tiene su símil de Ucrania. Se llama Taiwán, el enorme portaaviones terrestre estadounidense a apenas 230 kilómetros de la China continental. Si tocarle las verendas al oso es poco inteligente, tocárselas al dragón y al oso al mismo tiempo es suicida.
Pero hay más. La virulencia atlantista ha animado al ex primer ministro japonés, Shinzo Abe, a pedir que Japón se dote de armas nucleares con Estados Unidos, tomando como referencia la crisis en Ucrania. Global Times respondió de inmediato en un editorial:
“Estados Unidos está al tanto del movimiento de la derecha en Japón, pero ve al país como la palanca más importante para contrarrestar a China en el este de Asia. Como resultado, usar a Japón para contener a China se está convirtiendo gradualmente en una prioridad para Washington. Esto ha permitido a los políticos derechistas japoneses ver una oportunidad y aprovecharla al máximo para aflojar las ataduras estratégicas que los han amarrado durante casi 80 años, con la capacidad nuclear probablemente como su objetivo final”. Game over.
¿Agarran la seña o siguen de lelos inmersos en la nube tóxica informativa? EEUU quiere que Japón sea a China lo que Alemania será a partir de ahora a Rusia y, bueno, ya sabemos cómo acabaron esos países en la II Guerra Mundial. En fin, hablamos de geopolítica pura y dura y de un juego que es más grande de lo que se imagina el personal. En ese ámbito las gallinas no juegan. Se sacrifican para hacerlas sopa o esa receta gringa atiborrada de colesterol que es el fried chicken. Bienvenidos a la antesala de la primera Gran Guerra del siglo XXI. Que les aproveche el pollo.
Augusto Zamora R. es autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (3ª edición, 2018); Réquiem polifónico por Occidente (2018) y Malditos libertadores (2ª edición 2020).
«Desenmascaran francamente los actos imperialistas concretos de Alemania y al mismo tiempo no van más allá de los deseos o proposiciones “generales” cuande se trata de países y de pueblos conquistados por Inglaterra y Rusia. Gritan a propósito de la ocupación de Bélgica y Servia, pero no dicen nada sobre la incautación de Galitzia, de Armenia y de las colonias africanas. En realidad, tanto la política de Kautsky como la de Sembat y Henderson ayudan a sus respectivos gobiernos imperialistas, centrando la atención en la perversidad de su rival y enemigo y arrojando un velo de frases vagas, generales, y de deseos bondadosos en torno de la conducta igualmente imperialista de “supropia” burguesía.»
– V.I. Lenin – Pacifismo burgués y pacifismo socialista (1917)
La nueva escalada imperialista en Europa del Este pone de manifiesto una vez más las graves limitaciones ideológicas y políticas que padece el movimiento comunista del Estado español, especialmente cuando se trata, como en este caso, de asumir posiciones firmes, rigurosas y bien fundamentadas ante las maniobras del bloque imperialista al que pertenece la propia oligarquía española.
En este sentido, ya apuntábamos hace unos años que las aportaciones de Lenin a la teoría científica del imperialismo son precisamente «las más ignoradas, tergiversadas y despreciadas» de todo su trabajo intelectual [1]. Hicimos también, en el mismo lugar, un humilde esfuerzo teórico por defender y actualizar dichas aportaciones, tratando de avanzar hacia el desarrollo de un estudio genuinamente científico del imperialismo contemporáneo.
Por desgracia, la situación no parece haber cambiado. Amplios sectores del movimiento comunista siguen recurriendo al espantajo del “interimperialismo” para esconder su ignorancia sobre la naturaleza concreta del imperialismo actual; para legitimar su equidistancia ante la enésima ofensiva diplomática, política e incluso militar del imperialismo occidental; para pasar de puntillas sobre el carácter imperialista del Estado español, mientras que, por el contrario, pregonan a los cuatro vientos la perversidad del supuesto imperialismo ruso.
En esta ocasión, Ucrania constituye el foco de presión para seguir hostigando a la Federación Rusa, arrebatándole sus esferas de influencia histórica y tratando de ganar para los intereses del imperialismo a toda Europa del Este. Y la nueva campaña mediática de la oligarquía occidental ha encontrado, por enésima vez, más eco del que debería entre algunas voces comunistas. Las siguientes tesis pretenden clarificar brevemente algunas de las cuestiones más vitales en relación con dicho problema.
1. Ante los últimos acontecimientos, la respuesta de ciertos sectores del movimiento comunista español demuestra que en su seno siguen predominando los fetiches políticos, las aversiones personales, la pereza intelectual y el apego a las fórmulas. El gran dedo acusador de estos pretendidos marxistas señala a Rusia como potencia imperialista, pero no ofrece ningún respaldo teórico para justificar una tesis tan atrevida. Este silencio resulta comprensible. A fin de cuentas, si alguien se tomase la molestia de estudiar rigurosamente la realidad económica y el papel internacional de la Federación Rusa, no encontraría ese monstruoso imperialismo que ocupa las fantasías de la izquierda española, sino, por el contrario, un país de naturaleza secundaria y evidentemente subordinada dentro de las redes económicas del capitalismo contemporáneo [2].
2. Basta con un puñado de datos para ilustrar el absurdo en el que caeríamos en caso de querer definir a Rusia como potencia imperialista:
- La inversión extranjera directa emitida por Rusia en 2020 fue de 6.500 millones de dólares, por debajo de países como Chile, México o Emiratos Árabes Unidos. Esta cifra representa apenas un 18% de la inversión alemana, un 15% de la francesa, un 7% de la inversión estadounidense y un 6% de la japonesa [3].
- Las inversiones extranjeras hacia Rusia cayeron un 70% entre 2019 y 2020, a causa del impacto de la pandemia y, sobre todo, de la bajada de precios en el petróleo y otras materias primas. En este sentido, Rusia aparece como un país muy dependiente de la producción de hidrocarburos y otros productos primarios, ocupando un rol más típico de los países periféricos que de las grandes potencias imperialistas [4].
- Las exportaciones rusas están compuestas sobre todo por combustibles, materias primas, metales y productos químicos [5]. De sus exportaciones, casi tres quintas partes son materias primas y productos semielaborados (un 38’64% y un 20’71%, respectivamente), y tan sólo un 4’78% bienes de capital. En cambio, su importación de bienes de capital asciende a un 39’22% [6]. Esto sugiere el papel netamente subordinado de Rusia dentro de la división internacional del trabajo.
- El PIB per capita ruso lleva diez años oscilando entre los 11.000-12.000 dólares (entre 24.000-27.000 dólares ajustados según la paridad de poder adquisitivo). El ingreso medio en Rusia se sitúa, pues, por debajo del de países como Turquía, Rumanía, Letonia, Hungría o Polonia [7].
- Entre 2019 y 2020 Rusia perdió 44.000 millonarios, para quedar alojando un total de 269.000 fortunas por encima del millón de dólares. Hablamos de una cifra equivalente a la de México, 3 veces inferior a la de India, 14 veces inferior a la de Japón y 81 veces menor que la de EEUU [8].
- En 2020, la riqueza media de los ciudadanos rusos se situó en 27.162$; la riqueza mediana —más representativa de la realidad que vive la mayor parte de la población— en 5.431$. Es una cifra que deja a Rusia claramente por debajo de países como Chile, Arabia Saudí, Eslovaquia, Malasia o Líbano. Vemos, de hecho, que la riqueza rusa constituye tan sólo un 12% de la riqueza media y poco más que un 5% de la riqueza mediana del Estado español [9].
- En 2021, sólo 24 compañías rusas forman parte de las 2000 mayores empresas a nivel mundial. Ninguna de ellas se encuentra entre las 50 primeras, y sólo dos figuran entre las primeras 300. De las trece que aparecen entre las 1000 mayores, dos son bancos, y el resto empresas dedicadas a energía y materias primas [10]. También el Top 500 de Fortune muestra que los capitales rusos no juegan ningún papel en los sectores clave de la economía imperialista, monopolizados por los países occidentales: aeroespacial y defensa, finanzas, tecnología, telecomunicaciones, etc. [11].
- La productividad media del trabajo en Rusia —una medida distorsionada del valor capturado en Rusia por cada hora de trabajo invertida alli— se situa en un escaso 25’4. Se trata de una magnitud inferior a la mitad de la productividad media de la UE, y apenas un 36% de la productividad del trabajo estadounidense [12].
- Ni una sola multinacional no-financiera rusa se cuenta entre las 100 primeras del mundo en términos de su posesión de activos extranjeros. Esto sugiere que el capital ruso tiene una escasa penetración en el extranjero, y que, por lo tanto, no extrae grandes beneficios de la explotación del trabajo en otros países [13].
Como vemos, calificar a Rusia de imperialista supone dar un auténtico salto de fe, ignorando la muy palpable evidencia de que nos encontramos ante un país que ocupa una posición intermedia en las cadenas mundiales de valor, sin grandes capitales que dominen la escena internacional y con una riqueza per capita inferior incluso a la de otros países claramente no-imperialistas de Asia, Europa oriental y América Latina.
3. Este desconocimiento sobre el verdadero carácter económico de la Federación Rusa nace, en parte, de la ausencia de una teoría científica del imperialismo entre las filas del comunismo occidental. Hay quienes se apartan directamente de los aportes del leninismo y caen en concepciones idealistas sobre el “capitalismo global”, sobre el “capitalismo desterritorializado”, ignorando así la persistente división del mundo en naciones opresoras y oprimidas. Bajo esta óptica, todo conflicto internacional se reduce a un juego de intereses geopolíticos entre actores de fuerza equivalente, obviando la estrategia agresiva y de control económico-militar que el imperialismo occidental viene aplicando contra Rusia y el resto del orbe desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Otros, en cambio, aceptan de palabra las tesis leninistas sobre el imperialismo, pero fallan a la hora de aplicar su consigna fundamental: el análisis concreto de la situación concreta. Así, se limitan a ofrecer fragmentos descontextualizados de obras con más de un siglo de antigüedad, pero ignoran los profundos cambios que se han producido desde entonces. Aplican una lente que resultaba útil para entender el capitalismo de 1920, pero que deforma el análisis si la trasladamos directamente y sin un desarrollo más amplio a nuestro propio momento histórico.
4. Existe también una confusión absoluta entre las tendencias naturales del capitalismo y la afirmación real de un país como potencia imperialista. Muchos comunistas asumen que países como China o la Federación Rusa son imperialistas simplemente porque mantienen relaciones de dominación sobre otras naciones más débiles de su entorno, o porque poseen ambiciones expansionistas —política, económica o incluso militarmente— hacia el exterior. Pero dichas ambiciones y relaciones de dominación no constituyen un rasgo específico del imperialismo, sino, al contrario, una tendencia propia de cualquier Estado burgués, que siempre tratará de ampliar hasta donde le sea posible sus esferas de influencia. Según esta absurda lógica, que confunde el capitalismo “en general” con la realidad concreta del imperialismo, también deberíamos contar entre las potencias imperialistas a países tan claramente explotados por la oligarquía occidental como Brasil, Sudáfrica, México, India o Turquía. En este sentido, ¿Rusia se beneficia de su relación desigual con los países del entorno ex-soviético? Sin duda. Ahora bien, ¿significa esto que Rusia se haya erigido como potencia imperialista? No necesariamente. Y ello tendrá que ser decidido por un análisis que tenga en cuenta, no sólo la relación entre la Federación Rusa y su órbita de influencia histórica en Europa del Este, Asia Central o el Cáucaso, sino su papel global dentro de las redes internacionales del capitalismo contemporáneo. Donde, insistimos, cualquiera podrá descubrir un país de naturaleza intermedia, muy lejos de poder ocupar a corto y medio plazo una posición dominante en el marco de la economía capitalista mundial.
5. Los hechos muestran que sectores relativamente amplios del movimiento comunista del Estado español siguen identificando imperialismo con poderío militar, y no con la dominación económica a nivel internacional. Si Rusia envía tropas a Kazajistán, es imperialista. Si Rusia interviene en defensa del gobierno sirio contra la agresión occidental, es imperialista. Si Rusia mantiene efectivos en Crimea, es imperialista. Pero Lenin ya explicó —y la historia posterior no ha dejado de confirmar la validez de sus tesis— que no existe ninguna relación internamente necesaria entre el carácter imperialista de un país y su beligerancia militar [14]. Por ejemplo, Suiza es un país imperialista que mantiene su neutralidad en conflictos armados desde 1815; en cambio, Marruecos, pese a explotar territorios ocupados militarmente en el Sáhara Occidental, es un país indudablemente periférico. Por lo tanto, asumir que el tamaño del ejército de tal o cual nación tiene algo que ver con su naturaleza económica significa no comprender los aspectos más básicos del capitalismo contemporáneo, ni mucho menos de la teoría leninista del imperialismo.
6. La última escalada de la ofensiva imperialista contra Rusia pone de relieve que existe, en el movimiento comunista del Estado español, un sector bastante numeroso que se amolda inmediatamente a la matriz discursiva de EEUU, la OTAN, la UE y la oligarquía española. Su habitual silencio sobre el carácter rapaz y depredador del imperialismo español contrasta, por desgracia, con su rotunda condena del “imperialismo” ruso. Condena que coincide, muy reveladoramente, con el preciso momento en que las potencias occidentales recrudecen su asedio económico, militar y diplomático sobre la Federación Rusa. Estos comunistas se escudan en el rechazo de la guerra interimperialista por parte de los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial, pero omiten deliberadamente el hecho de que este rechazo se predicaba sobre la base de una oposición directa a la propia burguesía rusa [15]. En efecto, los bolcheviques no perdieron el tiempo haciendo el trabajo de los imperialistas de la Entente —es decir, denunciando “tanto al imperialismo ruso como al alemán”— porque tuvieron siempre muy claro quién era el principal enemigo del proletariado ruso: no todos los imperialistas “por igual”, sino precisamente la burguesía imperialista rusa [16]. Aunque los supuestos leninistas occidentales quieran ignorarlo, fue el propio Lenin quien escribió las siguientes líneas:
El socialista de otro país no puede desenmascarar el Gobierno y la burguesía de un Estado que está en guerra con “su propia” nación, y no sólo porque desconozca el idioma, la historia, las características específicas, etc., de ese pueblo, sino porque tal desenmascaramiento es una intriga imperialista y no un deber internacionalista. No es internacionalista quien jura y perjura por el internacionalismo. Sólo es internacionalista quien de manera realmente internacionalista lucha contra su propia burguesía, contra sus propios socialchovinistas, contra sus propios kautskistas [17].
Por lo tanto, en un conflicto donde el imperialismo español toma parte activa e interviene como parte agresora, un comunista que elige ponerse de perfil y hacer hincapié en los pecados del gobierno ruso no consigue más que bailarle el agua a su propia burguesía imperialista. Cualquier comunista que —anclado en consignas de hace cien años, sin haber realizado el menor esfuerzo por comprender las particularidades del imperialismo contemporáneo, sin haber prestado la menor atención al estudio del carácter imperialista del Estado español— decide de todos modos alinearse con la prensa occidental en su denuncia del “imperialismo” ruso, se convierte, por enésima vez, en un cómplice objetivo de las campañas de su propio imperialismo.
7. Los análisis sobre el imperialismo que imperan en el movimiento comunista del Estado español son, por lo común, bastante endebles, sesgados, incoherentes, anticuados. Se refugian en algunos textos de Lenin, pero tergiversan el núcleo de su teoría del imperialismo. Extraen consignas formuladas en 1914, en plena guerra mundial, y las aplican mecánicamente a una situación radicalmente distinta, donde las potencias occidentales hostigan cada vez más violentamente y por todos los medios a un país que ni siquiera podemos calificar de imperialista. Incluso quienes se posicionan firmemente en contra de la OTAN, EEUU, la UE y el imperialismo español, lo hacen más por intuición que apoyados en una firme convicción teórica. Todo esto traduce una obviedad histórica: las superganancias capturadas por el capital imperialista han contribuido a la derechización de todo el panorama político en los países occidentales; incluyendo, por supuesto, al propio movimiento comunista. Esto explica, en parte, el desinterés generalizado por estudiar el imperialismo contemporáneo, así como la complicidad velada que amplios sectores de la izquierda española mantienen hacia nuestra propia burguesía imperialista.
8. Debemos, por lo tanto, hacer los mayores esfuerzos para combatir cualquier tendencia conciliadora en el seno del movimiento comunista, y, en general, de la clase obrera. Debemos abandonar las fórmulas y las consignas vacías, y plantear un estudio rigurosamente marxista del imperialismo contemporáneo, superando los dogmas anticuados y las tergiversaciones a que muchos han querido someter la teoría leninista del imperialismo. Necesitamos superar todas esas desviaciones cuya supuesta equidistancia —“ni la OTAN, ni Rusia”— no hace más que promover la demonización de los enemigos de nuestro propio imperialismo. Necesitamos, en definitiva, volver a emplazar al movimiento comunista en el terreno que le corresponde: el de una oposición frontal, completa y sin concesiones a la oligarquía española y su bloque de parásitos imperialistas, sin medias tintas ni observaciones abstractas —y que, curiosamente, suelen coincidir con cada campaña mediática occidental— sobre el imperialismo de países cuya naturaleza económica ni siquiera se ha tenido la decencia de analizar. Como sentenció Guevara hace ya tiempo: ¡al imperialismo, ni tantito así, nada!
Adrián Rojas.
Referencias
[1] Iniciativa Comunista, «En defensa de la categoría leninista de imperialismo». En Línea Roja, Nº4 (julio de 2017), pp. 1-6. Disponible en línea: https://iniciativacomunista.org/wp-content/uploads/2020/03/Linea-Roja-%C2%BA4-Iniciativa-Comunista.pdf
[2] Iniciativa Comunista, «China y Rusia en el siglo XXI». En Línea Roja, Nº4 (julio de 2017), pp. 18-23.
[3] UNCTAD, World Investment Report 2021, pp. 64, 72. Disponible en línea: https://unctad.org/system/files/official-document/wir2021_en.pdf
[4] Ibíd, p. 66.
[5] https://oec.world/en/profile/country/rus
[6] https://wits.worldbank.org/CountryProfile/en/Country/RUS/Year/LTST/Summary
[7] https://tradingeconomics.com/russia/gdp-per-capita
[8] Credit Suisse Research Institute, Global wealth report 2021, p. 20. Disponible en línea: https://www.credit-suisse.com/media/assets/corporate/docs/about-us/research/publications/global-wealth-report-2021-en.pdf
[9] Credit Suisse Research Institute, Globlal wealth databook 2021, pp. 105-108. Disponible en línea: https://www.credit-suisse.com/media/assets/corporate/docs/about-us/research/publications/global-wealth-databook-2021.pdf
[10] https://www.forbes.com/lists/global2000/
[11] https://fortune.com/global500/2021/search/
[12] Stansfield Smith, Is Russia Imperialist?, 2019. En Monthly Review. Disponible en línea: https://mronline.org/2019/01/02/is-russia-imperialist/
[13] Ibíd.
[14] Para Lenin el imperialismo es, antes que nada y sin referencia a ninguna cuestión militar, el «sistema de relaciones económicas del capitalismo contemporáneo». V.I. Lenin, Prefacio al folleto de N. Bujarin “La economía mundial y el imperialismo” (diciembre de 1915).
[15] «La socialdemocracia de Rusia tiene en particular, y en primer término, la tarea de luchar implacable e ineludiblemente contra el chovinismo ruso y monárquico-zarista […] Desde el punto de vista de la clase obrera y de las masas trabajadoras de todos los pueblos de Rusia, el mal menor sería la derrota de la monarquía zarista y de sus tropas, que oprimen a Polonia, a Ucrania y a toda una serie de pueblos de Rusia». V.I. Lenin, Tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea (septiembre de 1914).
[16] «La tarea evidente e imperativa de toda política socialista sincera, de toda Política proletaria honesta (sin hablar de la política marxista consciente) es, en primer lugar y ante todo, desenmascarar en forma consecuente, sistemática, audaz e incondicional la hipocresía pacifista y democrática del Gobierno propio y de la burguesía propia. Sin esto, todo lo que se diga sobre el socialismo, el sindicalismo y el internacionalismo es un total engaño al pueblo, pues desenmascarar las anexiones de los rivales imperialistas (ya sea que se los nombre en forma directa o que simplemente se los sobreentienda denunciando las anexiones “en general” o mediante procedimientos “diplomáticos” similares de ocultar le que se piensa) es de interés directo y es asunto directo de todos los periodistas venales, todos los imperialistas, incluyendo a quienes hacen gala de socialistas». V.I. Lenin, Borrador del proyecto de tesis para un mensaje a la Comisión Socialista Internacional y a todos los partidos socialistas (enero de 1917).
[17] Ibíd.
La hipocresía de un "No a la Guerra" que llega muy tarde
Me pongo a escribir esto tratando de contener la rabia y la indignación que me producen las reacciones de la izquierda occidental y de la sociedad en general sobre el contraataque ruso contra Ucrania.
La verdad es que no espero gran cosa con esto. Tengo de sobra comprobado que no hay más ciego que el que no quiere ver, y que por mucho que todos repitáis mil veces que la tele manipula, seguís bailando al ritmo que os marcan desde los medios de masas de occidente.
Desde ayer he visto las redes sociales llenas de cartelitos de NO A LA GUERRA a los que habéis quitado los casi 20 años de telarañas desde la guerra de Irak.
Podría decir que esos mismos carteles han estado olvidados en el fondo del cajón de la infamia, mientras Israel masacraba Palestina. Mientras EE.UU. arrasaba Afganistán, o Libia, en bombardeos masivos que han causado la muerte de mas de 150.000 personas, incluyendo miles de niños. Muertes que EE.UU. se ha negado a investigar. Pero decir todo esto, sería demasiado fácil. Podría decir que cuando los medios os dijeron otra vez, que al igual que con Libia había que intervenir en Siria, os habéis mantenido callados mientras USA atacaba a un país soberano y saqueaba sus reservas de petróleo.
También podría decir que en lo que va de mes de febrero del 2022 , ha habido muertos en Palestina, en Damasco por bombardeos de Israel, al igual que en Yemen o en Somalia. Y vuestros cartelitos seguían olvidados.
También podría decir que las políticas occidentales han causado un genocidio constante en las aguas mediterráneas, pero seria poner en bandeja el que 4 caraculos me tachen de demagogia. Se ve que hay muertos que importan, y otros que no.
Como decía Malcolm X, tened cuidado con los medios de comunicación porque si no vais a acabar defendiendo a los opresores.
Pero quiero centrarme en la guerra que estalló en Ucrania en el año 2014, a la cual, vuestros insulsos carteles están llegando 8 años tarde. Todo el mundo puede despistarse, todos podemos cometer errores, pero también es posible que haya algo más perverso en según qué "descuidos".
Tener memoria es algo muy importante, y más en una sociedad que fabrica conflictos de usar y tirar para los que la mayoría de personas sólo actúan poniendo un avatar de moda en su foto de perfil, y que días después con la aparición de cualquier noticia de la prensa rosa, del futbol o de cualquier gilipollez caduque en un suelo infértil.
Ramiro Gómez, brigadista antifascista que estuvo en Ucrania y en el Donbass.
Antes de nada hay que entender que una guerra hoy en día no aparece de la nada y que muchos de nosotros entendemos que la guerra global comenzó hace mucho tiempo. Otra cosa es que los medios de comunicación de los que nos alimentamos , decidan qué tiempo hace, o qué conflictos existen o no existen, pero son muchísimos rincones del mundo los que desde hace años están en guerra y son invisibilizados debido a que los interés económicos que hay detrás favorecen a la alianza occidental USA-OTAN.
Desde hace años OTAN-USA ha ido faltando a su compromiso y levantando base militares estableciendo allí sus tropas por toda la frontera rusa, con la intención de debilitar, y asediar a los países euroasiáticos que podían hacer competencia al dólar y al euro.
Es tan fácil como buscar en un mapa las bases de la OTAN por el mundo y veréis como los movimientos militares de acoso llevan años sucediendo.
La Guerra de Ucrania es sólo un capitulo más de una serie mucho más extensa y es esencial tenerlo en cuenta a la hora de analizar los hechos de los últimos días.
Antes de nada, y para prevenir a los niños rata que aparezcan, diré que Putin me da asco, y que Rusia no es la URSS y sus políticas nada tienen que ver con su pasado soviético, pero me niego a poner el foco en Rusia, porque considero que es poner el eje de la balanza en un lugar erróneo y que sólo puede dar pie a posiciones manipuladas.
Voy a centrarme en mi querido pueblo del Donbass.
Cuando en el 2013 surgió el movimiento Maidan como una supuesta respuesta social a la corrupción política, los obreros y mineros del Donbass lo veían con simpatía, pese a que ellos estaban inmiscuidos en una huelga del carbón, de unas ciudades abandonadas desde hace tiempo por las administraciones, que quedaba muy lejos de la vida de la capital.
Desde aquí también vimos las imágenes de las manifestaciones multitudinarias en Kiev y de cómo se enfrentaban con mucha violencia contra la policía.
Hasta ahí todo iba bien. Las banderas rojinegras le daban el toque guapo para que para una sociedad del espectáculo como la nuestra se pusiera a aplaudir los símbolos y apoyar esos movimientos.
La cosa empezó a torcerse cuando los manifestantes que atacaban a la policía iban uniformados paramilitarmente y empezaron a aparecer símbolos nazis en sus escudos. Algo empezaba a oler mal. La bandera rojinegra resultó ser el símbolo del ejército insurgente ucraniano del nazi Stepan Bandera, que se alió a los nazis alemanes en la Segunda Guerra Mundial, llevando acabo matanzas de sus compatriotas ucranianos judíos, que llegaron a escandalizar a los propios alemanes.
Es curioso ver cómo si alguien tira una piedra a la policía en Euskadi, Catalunya o Madrid, es poco menos que un terrorista, y cuando alguien quema vivo a un policía en Venezuela o Ucrania, es un activista por la libertad.
El caso es que los sucesos de después fueron por todos conocidos. El presidente Yanukovich (otro corrupto más, como cualquier otro) abandonó Ucrania y el golpe de estado colocó a un fascista reconocido como Poroshenko. Los nazis tomaron las calles. Poco a poco iría descubriéndose que tales protestas eran sostenidas por maletines de dólares americanos que insuflaban para levantar ese monstruo de la guerra.
La violencia desde entonces ha sido salvaje y diaria. Lo primero que hicieron fue acudir a las sedes comunistas y antifascistas y destrozarlas. Los grupos nazis armados llegaron a todas las asambleas, y dijeron, o con nosotros u os matamos. Muchos huyeron y se alejaron, otros supuestos compañeros se unieron a las filas nazis en pos de la Unidad de Ucrania. Un esperpento, pero así fue.
La población de Ucrania es muy heterogénea, con un 20% de gente de ascendencia rusa, principalmente establecida en el este del país, en la cuenca minera del Donbass. También hay tártaros, bielorrusos, rumanos, moldavos, polacos húngaros, gitanos , judíos etc. En el este de Ucrania, cuando Stalin mando a miles de obreros rusos a poblar la abandonada zona del Donbass, rica en carbón, para que explotasen las minas, se fusionaron las familias rusas y ucranianas creando una convivencia sana con más amor fraternal que odio. Las familias de padre ruso y madre ucraniana y viceversa eran de lo más normal allí.
Pero siniestramente, años atrás, algo estaba fraguándose.
En primer lugar, desde la educación se empezó a lavar la cara del ejército insurgente de Stepan Bandera, que habían sido considerados como proscritos antipatriotas, y empezaron a venderles en las escuelas como "héroes por la patria" (a día de hoy es fácil encontrar libros de primaria con niños dibujados con los emblemas rojinegros de estos salvajes asesinos).
Manifestación de seguidores de Stepan Bandera, ultranacionalista ucraniano colaborador con el régimen Nazi.
Por otro lado, desde las principales tertulias políticas de la televisión ucraniana, empezó a crearse el caldo de cultivo de odio étnico muy bien diseñado y cocinado, en el que se vendía a la población rusa como la culpable de todos los males económicos que sufría el pueblo ucraniano. Todo esto enrevesado por la política local de Yanukovich que se decantaba por unas relaciones comerciales hacia Rusia, en vez de hacia la "próspera Europa".
En estas tertulias empezaron a vender a la población del Donbass casi como monos subhumanos que solo servían para picar las minas de carbón, en contraste con la población ucraniana de Kiev con su universidad y su mundo moderno. Eso fue un bombardeo constante de odio étnico.
Hay un video por internet en el que se ve a un famosísimo tertuliano ucraniano diciendo "Es una verdad dura de aceptar, pero esa gente es un lastre, que nos empobrece, y ocupa un espacio que los verdaderos ucranianos necesitamos. Es duro decirlo, pero hay gente en Donbass que debe morir". Así, sin vaselina. Durante años, mientras además paralelamente, el Pravy Sektor y Svoboda, los principales partidos nazis de Ucrania, formaban paramilitarmente con dinero occidental a sus militantes en técnicas de guerra y combate.
Concentración de extrema derecha ucraniana. Banderas del partido Svoboda junto al rojinegro utilizado por los fascistas en Ucrania desde el período de entreguerras del siglo pasado.
Volviendo al Maidan, el efecto de toda esta estrategia dio los frutos que esperaban. El odio nazi, y racista se tradujo en linchamientos por Kiev de las personas racializadas, homosexuales, de izquierdas, o nostálgicos del pasado soviético. Los asesinatos se sucedían cada día. En ese momento es cuando los grupos paramilitares de extrema derecha, se conforman como batallones militares oficiales, pagados con un buen sueldo directamente de las carteras de oligarcas locales como Kolomoski entre otros. Estos batallones se dirigen al Donbass.
Mientras estas formaciones marchan emulando en simbología y uniformes a los grupos nazis alemanes, los civiles de Kiev les aplauden mientras corean "muerte a los rusos", "Gloria a Ucrania, gloria a los héroes". Se mascaba la tragedia.
Mientras las unidades nazis se dirigían a arrasar al pueblo del Donbass, los civiles exaltados ultranacionalistas empezaron a imponer su ley en todas las ciudades. Lo primero que hicieron fue derribar todas las estatuas de Lenin (en el este hay una en cada pueblo) y a linchar a todos a los que consideraban enemigos de la patria.
Sin ir más lejos, hay muchas imágenes de sucesos distintos, en los que grupos de jóvenes y no tan jóvenes patean sin piedad la cabeza de ancianos que llevan flores a las estatuas de Lenin.
La mayor parte de esas palizas descontroladas acaban en muerte.
Las personas del este, de procedencia rusa, se ven obligados a reaccionar. Viendo la que se les viene encima, se empiezan a reunir en torno a las plazas y estatuas de Lenin para demostrar su postura, y organizar su autoprotección.
Llega el día fatídico que nos cambió la vida a miles de personas de muchos países. El 2 de Mayo de 2014.
La liga de futbol, "casualmente" en mitad de ese caldo de cultivo, organiza un partido amistoso "por la patria" entre dos equipos de futbol con hinchadas grandes fascistas. Antes del partido todos se unen en una manifestación por la unidad de la patria ucraniana. Cerca del recorrido de esa manifestación se había establecido en la puerta de la Casa de los Sindicatos, un campamento de manifestantes anti-Maidan, de ascendencia rusa.
En Rusia su "semana santa" esta marcada por la historia soviética, y desde el 1 de Mayo, Día de la Clase Obrera, hasta el 9 de Mayo, conmemorando el Día de la Victoria contra el III Reich alemán, son días de fiesta, y la gente aprovecha para visitar a familiares y hacer excursiones. Por lo que el campamento anti-Maidan sólo tiene varios cientos de personas, en su mayoría jubilados y chavalillos.
En un momento determinado de la marcha fascista, se desvían del recorrido y se dirigen en masa hacia la Casa de los Sindicatos. Habría mucho que hablar de cómo sucedió todo y de que agentes estaban involucrados, pero si me meto en eso ahora, no acabo nunca.
El resultado ya lo sabemos tod@s. La gente del campamento viendo a esa masa enfurecida de nazis con banderas ucranianas, tuvo que refugiarse dentro del edificio.
Los nazis rodearon el edificio y lo prendieron fuego con todo el mundo dentro. Más de 50 victimas, incluyendo chavales de 16 años, murieron calcinados. Hay imágenes al alcance de cualquiera de una mujer embarazada estrangulada por los nazis con un cable de teléfono mientras el resto de manifestantes gritaban "muerte a los rusos".
La gente que trataba de huir de las llamas y se tiraba desde un tercer piso a la calle, eran recibidos con barras de acero y golpeados hasta la muerte por la turba de "civiles inocentes".
Los datos reales es que además de esas 50 personas quemadas, hay otras 150 que desaparecieron sin saber nunca dónde habían acabado.
La infamia no terminaría ahí, pues las autoridades, que estaban presentes en ese ataque sin hacer nada, incluso colaborando. A las únicas personas que detuvieron por esos hechos, fueron precisamente a algunos de los atacados. Mientras, los políticos ucranianos, aplaudían públicamente en redes los hechos sucedidos. Las imágenes de los cuerpos de las y los compañeros calcinados son terribles.
También son terribles las imágenes de muchas chavalas y chavales ucranianos de veintipocos años, rellenando los cocteles molotov con los que quemarían vivos a los compañeros. O las imágenes de la líder de FEMEN en Ucrania celebrando la masacre con el edificio en llamas a su espalda (es tan fácil como poner en Google "Femen, Odessa").
Inna Shevchenko, referente de la organización «feminista» FEMEN, en las afueras del edificio de los Sindicatos de Odessa a inicios del incendio que dio muerte a decenas de personas dejando heridas a cientas.
Aquí, en nuestro país, los mismos medios que os están diciendo lo malos que son los rusos y que debéis salir a la calle a protestar contra esta guerra a día de hoy, son los mismos que tras esos hechos publicaban los siguientes titulares : "MAS DE 50 MUERTOS EN CHOQUES CON LOS SEPARATISTAS PRORRUSOS"
La cobertura de la BBC: «enfrentamiento», «incendio que se inicio tras enfrentamientos».
La cobertura de Infobae: «choques» y «hostilidades» que «ocasionaron el incendio» y que «dejaron» muertos.
Hay que ser profundamente despreciable y criminal para publicar eso, vendiendo a las víctimas de verdugos, nada nuevo bajo el sol. Los hechos que siguieron a esto eran de esperar.
Los nazis linchando, ahorcando, enterrando vivos a civiles rusos, violando mujeres, crucificando a personas a las que después prenderían fuego. Me sería muy fácil adjuntar las fotos de todo esto, pero no quiero caer en el morbo amarillista, y por respeto a las personas amigas y compañeras de las víctimas, que bastante tendrán con tener grabadas esas imágenes en la cabeza como para ponérselas continuamente delante de los ojos.
Pero ya digo, esas imágenes son públicas y están al alcance de cualquiera que se moleste en buscarlas. A los que se nieguen y sólo prefieran tragar la mierda que le cagan los medios en la boca tampoco pretendo hacerles cambiar de opinión. Bastante tienen con sus despreciables existencias.
Ante el discurso ucraniano que llama a tomar Donbass y a exterminar a ese 20% de su población en el este, muy a su pesar, (porque los rusos del Donbass no querían ninguna guerra) se ve obligados a reaccionar para defender sus familias, y sus casas.
Se hacen sendos referéndums en los que se decide independizarse de Ucrania y pedir ayuda a Rusia. En Crimea, sin ir mas lejos, el 97% de la población es rusa, y los resultados de dichos referéndums eran de esperar. Nadie quiere quedarse en una casa en la que te quieren matar.
Se declaran una serie de Republicas Populares independientes de Ucrania. El ejercito ucraniano declara la guerra y encabezados por los batallones nazis (Azov, Aidar, etc..) comienzan a rodear y bombardear las ciudades pro-rusas mas representativas.
Hay que decir, que toda esta guerra civil y étnica, lo que escondía eran los planes de la OTAN para apoderarse de un enclave importantísimo en su guerra fría económica encubierta (y no tan encubierta) contra Rusia. Dan un golpe de estado, colocan un títere occidentalista y establecen bases militares en las puertas de Rusia. Para eso, una pieza importantísima estratégica era la península de Crimea con sus bases navales y el control del mar negro.
Rusia no es tonta, y se lo ve venir, e inmediatamente respalda el referéndum de Crimea anexionándosela.
Tanto Kramatorsk como Járkov, no están preparadas para aguantar el asedio militar de la artillería y sucumben muy pronto. Las escenas de violencia nazis que se sucederían esos días son sobrecogedoras.
Pero Lugansk y Donetsk se hacen fuertes. Los obreros, mineros, civiles, y también algunos policías y soldados de ascendencia rusa, se organizan , toman cuarteles y se arman formando las milicias populares de autodefensa. No están dispuestos a dejarse matar.
Los batallones nazis y el ejército ucraniano las rodea, creando un cerco que incomunica dichas ciudades y comienzan a bombardear sin piedad a la población civil saltándose todas las convecciones y pactos de derechos humanos.
Lo primero que hacen es bombardear las plantas de agua, electricidad y energía. Dejando a la población sin agua, sin electricidad, sin comunicaciones, radio, teléfono y televisión. Después destrozan las principales vías de comunicación para evitar que puedan abastecerse de víveres.
Vuestros cartelitos de No a la Guerra dormían plácidamente en el armario polvoriento de vuestras conciencias. La comunidad internacional guarda silencio.
Durante meses estas ciudades son golpeadas de la manera más cruel. Miles de personas, ancianos, niños, etc, mueren desmembrados saltando por los aires en una carnicería sangrienta.
Los hospitales, colegios, guarderías, no se salvan de las bombas. Las ciudades y pueblos de alrededor son destruidas. Se genera un éxodo de cientos de miles de personas que son recibidos en Rusia para protegerse de los bombardeos.
El sadismo de los fascistas emula a la España de Franco con el bombardeo de La Desbandá. En la última carretera que queda sin tomar de Lugansk y que la comunica con Rusia, sucede algo terrible. El ejército ucraniano comunica a los civiles del Donbass que pararían el fuego durante 24 horas para que todos los civiles que quisieran huir a Rusia lo hicieran de inmediato.
Caravanas de autobuses comienzan el camino por dicha carretera. El ejército ucraniano abre fuego y masacra la carretera reduciendo a escombros de hierros humeantes retorcidos entre cuerpos calcinados. Ese mismo ejército que ahora esta siendo castigado por Rusia. Quien a hierro mata, a hierro muere.
El suceso del 2 de mayo, he dicho que a muchos nos marcó para siempre, y entre lágrimas de rabia y deseos de justicia muchas personas decidieron dejarlo todo y acudir a poner su pecho como escudo y sus manos como herramientas a defender al pueblo de Donbass de la carnicería fascista. Yo fui una de las personas que dejaron todo y cogí un avión solo, entre lágrimas de miedo, para atravesar miles de kilómetros, atravesar el cerco del ejército ucraniano y plantarme en Lugansk a ayudar a un pueblo olvidado por todas vosotras y vosotros.
Lo que allí pude ver, muchos lo tachan de propaganda rusa. Mucho tiempo me costará y muchas más sesiones de psicólogo me harán ir superando las terribles imágenes y vivencias que allí viví. Tuve que esforzarme con todas mis fuerzas, y mi agilidad física y mental para no morir en enésimas ocasiones. A mi alrededor, sin tanta suerte, pude contemplar los cuerpos mutilados, y las vísceras esparcidas de niños, ancianos, hombres y mujeres inocentes. Ese olor, esa sangre, esas imágenes no se me olvidarán en la vida.
Han pasado 8 años en los que el ejército ucraniano ha masacrado sin piedad y sin interrupción al pueblo del Donbass. 8 putos años en los que todos habéis guardado silencio cruel y cómplice. Desde los medios, hasta los que ahora sacáis vuestros ofensivos cartelitos de No a la Guerra.
Las victimas civiles "oficiales" que son infinitamente más cortas que las reales, reconocen 14.000 personas asesinadas.
Los batallones nazis a su vez, tomaban pueblos enteros, violaban a placer a todas las mujeres y niñas, saqueaban las casas, torturaban a los hombres e incluso celebraban orgías en las que violaban a bebes delante de sus madres. Podéis comprobar quién era el Batallón Tornado.
En el tiempo que viví con ellos pude comprobar como sufrían a 40º de calor, sin una gota de agua, sin poder comer, ni asearnos, durmiendo en rincones, sótanos e incluso alcantarillas para evitar el continuo machaque de las bombas ucranianas.
El presidente Poroshenko era aplaudido por todos los ucranianos cuando decía "nuestros niños podrán ir a la escuela mientras los niños del Donbass tendrán que esconderse en sótanos como ratas". Todo su pueblo le aplaudía. El mismo pueblo que concedió la cartera de Ministerio de Defensa en tiempos de guerra a los líderes nazis del Pravy Sektor. Ser un civil inocente no te exime de darle el poder a auténticos psicópatas para que torturen maten y violen sin piedad.
Ahora, Rusia, que lleva tiempo advirtiendo de que no permitiría que se le siguiese asediando y poniendo en peligro, se ha decidido a actuar. Evidentemente, lo hacen para proteger sus intereses y evitar que la OTAN siga armándose y rodeándola con misiles y tropas.
No seré yo quien simpatice con Putin ni con la Rusia actual. Nada más lejos de la realidad. Pero me niego a participar de esta infamia poniendo el foco en Rusia. Me parece de estar completamente ciegos. En primer lugar porque estas consecuencias del enfrentamiento geoestratégico de grandes bloques tiene muchos responsables que llevan años bombardeando otras tierras y moviendo fichas para seguir extendiendo su dominio, y veo completamente legítimo que otros países que ven la que se les viene encima muevan también sus fichas.
Por otro lado, porque como ya digo, esta guerra que de pronto a todos os preocupa por que lo está dictando el telediario, no ha empezado el 23 de febrero del 2022. Esta guerra lleva 8 años asesinando sin piedad a una población inocente mientras todos os poníais de perfil o mirabais para otro lado. Vuestros cartelitos de No a la guerra, llegan cruelmente muy tarde y al servicio indirecto de los intereses OTANistas.
Os quieren convertir en otros cómplices manipulados de la barbarie que lleva un pueblo sufriendo durante 8 interminables años, en los que Ucrania se ha pasado por el forro todos los puntos de los acuerdos de Minsk.
Me gustaría que hicierais el esfuerzo por un momento de entender la rabia e indignación que me produce ver que ahora saltáis todos.
Independientemente de las intenciones reales de Rusia, lo cierto es que por fin, el pueblo de Donbass va a dejar de sufrir y vivir escondidos entre sótanos de ruinas regadas por sangre.
Lo cierto es que ese ejército terrorista y asesino de Ucrania, está siendo desmilitarizado a base de destrozar sus bases, sus polvorines y almacenes de armas y bombas que ya no podrán seguir lanzando sobre el Donbass.
Lo cierto es que los batallones de neonazis ultra salvajes como el batallón Azov no volverán a violar y torturar porque ayer murieron por miles en su base militar de Mariupol. Sus líderes nazis han sido eliminados y hay una lista larguísima de criminales de guerra que están siendo capturados y serán juzgados ante el pueblo del Donbass.
Los "inocentes civiles de Kiev" llevan un día asustados por las sirenas, escondidos en sótanos, y en los andenes del metro, llorando en imágenes que nos repiten todos los enviados especiales en Kiev que nunca han querido pisar las ciudades masacradas del Donbass.
Todos os habéis indignado ante esto en 24 horas. ¿Acaso las vidas de los niños y niñas del Donbass no valen lo mismo?
Vuestro No a la guerra se vería satisfecho si Rusia se retirara de Ucrania. Y volveríais a guardar los cartelitos obedientes a los medios, para volver a callar y enterrar con vuestras propias paladas a los hijos e hijas del Donbass. La verdad es que os desprecio.
Me gustaría acompañaros a los orfanatos que hemos visitado en Donbass, de niños que han quedado solos para siempre en una tierra destruida. Esos orfanatos de los que salí llorando de rabia y tristeza al ver cómo estaban acostumbrados con 5 años a tirarse al suelo hechos una bolita a una orden de la maestra para protegerse de las bombas. Y como día a día, esos niños han ido siendo diezmados.
No me esperéis con vosotros ahora clamando contra la guerra. La guerra siempre es y será una mierda de ricos que pagan los pobres. Pero esta guerra ha destruido muchísimas vidas que os miran desde el olvido mientras tratáis de proteger a sus verdugos.
No estoy diciendo que todo esto haga que sea legítimo que mueran civiles en Ucrania. No voy a ser hipócrita, alguno morirá y es imposible evitarlo en un escenario así. Aunque lo cierto, es que a diferencia del ejército ucraniano, que sistemáticamente mata civiles, y que hasta esta misma mañana ha matado a dos profesoras en un colegio de Gorlovka, el ejército ruso esta procurando causar bajas sólo entre los militares, aunque en la tele te digan lo contrario usando imágenes de archivo de bombardeos en Siria u otros países. La maquinaria propagandística está trabajando a todo trapo. Lo que sí que digo, es que es infame que habléis de eso cuando son decenas de miles de muertos entre niños, ancianos hombres y mujeres que no han merecido ni vuestro apoyo ni vuestra solidaridad.
No me pidáis que sienta pena. No voy a ser tan cínico de decir que es que casi me matan. Yo asumí todo el riesgo para acudir allí con mi corazón como escudo para parar las balas contra el pueblo. Pero en mi corazón están muchas personas a las que vi morir, muchos niños a los que vi llorar (y morir también), muchos ancianos que no merecían acabar sus vidas desmembrados o muertos de hambre y sed en sus escondites olvidados. Me debo a ellos, y me debo a la justicia.
La OTAN, USA y Europa son criminales y asesinos. Las guerras de potencias entras las que incluyo a Rusia deberían ser frenadas todas de inmediato. Los y las trabajadoras del mundo deberíamos estar unidos contra sus guerras, contra todas sus guerras, y contra los oligarcas de un lado y otro. Eso sería ideal. Obreros ucranianos y rusos expropiando a los oligarcas y construyendo un entorno de apoyo mutuo y solidaridad.
Pero estamos a años luz de eso y a mi lo que me importa ahora, es que la gente del Donbass podrá salir de sus refugios y jugar en un parque con sus hijos, sin miedo a saltar por los aires, por primera vez en 8 años.
NI GUERRA ENTRE PUEBLOS NI PAZ ENTRE CLASES
25 de Febrero de 2022
Ramiro Gómez
Brigada Ruben Ruiz Ibarruri- Caravana Antifascista de Banda Bassotti
Compilado por
UNAM en Rebeldía
https://unamenrebeldia.blogspot.com/
Marzo 2022
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