Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

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Rumbos de la Revolución Bolivariana, logros y próximas elecciones en Venezuela. Videos.

Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras.

Colectivo Zin Kubo

Estamos a unos días de conmemorar un año más del frustrado (y frustrante para la oligarquía venezolana y sus amos norteamericanos) golpe de Estado en Venezuela, allá por el 2002. Tal evento pasará a la historia no sólo por lo efímero del gobierno “democrático” de Pedro Carmona, sino también porque mostró dos cuestiones relevantes. La primera de ellas es, sin duda, el tesón y la valentía de un pueblo fundido con su líder. Mientras los medios de comunicación venezolanos y la siempre “libre” prensa internacional fustigaron hasta la náusea con aquello del “derrocamiento” y el “fin de la era Chávez”, los venezolanos de a pie, los humildes, los del pobrerío, bajaron de todos los cerros y los barrios para hacer valer su palabra.

El palacio de Miraflores y las calles aledañas eran una sola voz clamando el regreso de Chávez. Un Hugo Chávez que en sintonía con los suyos que lo han hecho tan suyo, tan nuestro, no firmó renuncia alguna pese a la grave amenaza que sobre su vida colgaba. Y entonces, los chavistas, la marea roja, los jodidos, los “nadies”, hicieron lo imposible: echaron abajo el golpe y regresaron al más grande enemigo que la burguesía venezolana, tan acostumbra a hacer lo que se le daba la gana, habría de conocer. En los Cuentos del arañero, Chávez escribió: “Imagínense  que esa gente regresara a gobernar el país, sería el caos más grande.

Por eso más nunca volverán.

Volverá Rintintín, volverá Supermán, volverá Tarzán y puede ser que vuelva Kalimán. Pero, esa gente, no volverá. ¡No!” Ese año del 2002, ese 12 de abril, estaba anunciando la tesitura de un gobierno que, con la fortaleza y el amor de un líder como Chávez, era ya de un pueblo entero. Para entonces, ese demonio lindo, ese cantador y risueño Comandante, había devuelto la esperanza y la dignidad a los invisibles, a los siempre ignorados. Para entonces, la patria de Bolívar estaba dando sus primeros grandes pasos hacia la libertad y la independencia a través de un sinnúmero de iniciativas que soñando y convenciendo Hugo Chávez impulsó. Venezuela vivía un proceso verdaderamente ejemplar y los venezolanos, como se vio, iban a defenderlo con la vida misma.

El segundo aspecto relevante del pretendido golpe es la lectura que, desde entonces, la burguesía venezolana, con el visto bueno y el apoyo de sus patrones del norte, hizo y hace, tan a la ligera, de un proceso de raigambre popular. Creyeron que bastaba una intensa campaña desde sus medios de comunicación para desvirtuar lo que la realidad mostraba; creyeron luego que sería suficiente con un paro petrolero; pensaron, finalmente, que arrestando a Chávez y mintiendo sobre su supuesta dimisión todo se iría al precipicio. No hubo nada más ridículo que escuchar a Carmona rindiendo protesta y conocer los 11 artículos que los que creían ser dueños de todo en Venezuela elaboraron para regocijo propio. Este aspecto es significativo porque, sin duda, muestra la ceguera y la soberbia de una clase política decadente y sin arraigo; una clase que como sanguijuela se ha chupado la sangre de los suyos; una clase que, a costa del sufrimiento y del trabajo de millones, se enriqueció de un modo repugnante y ruin.

Han pasado, desde aquel 12 de abril, 11 larguísimos, 11 cortísimos, años. Faltan unos días para que, en un nuevo proceso electoral, se defina el rumbo de Venezuela. Desde esta facultad, desde esta Universidad de todos los latinoamericanos, de nuestros hermanos Venezolanos, con la fuerza de nuestra voz, con la fuerza de nuestros sueños, abrazamos a cada uno de los hijos de Chávez y Bolívar que, a pesar de todo, contra todo, resisten. Nicolás Maduro, lo sabemos, será el nuevo presidente de Venezuela y lo será porque el demonio Chávez, tan presente, tan perenne, que ha hecho creíble lo increíble y posible lo imposible, ganará todavía muchas batallas. Se libra, ciertamente, una batalla por uno de dos proyectos: el que Chávez y los nuestros emprendieron y defendieron o, sencillamente, el de la rapacidad neoliberal de Capriles que, tan insulso, pretendió arrebatar lugares y símbolos del pueblerío, del pobrerío, venezolano

Desde este pequeño homenaje a ese inolvidable abril del 2002, como dice nuestro negro loco y lindo, decimos: “Yanquis de mierda, váyanse al carajo” y con Chávez, por Chávez, gritamos, como en el cuento del arañero ¡No volverán!

Particiáción de : Eloisa Lagonell. Encargada de Negocios de la República Bolivariana de Venzuela








Participación de: Jorge Mansilla. Ex-Embajador de la República Plurinacional de Bolivia







Participación de: Carlos Fazio. Articulísta del periodico La Jornada.








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