Los Brigadistas # 17
En octubre de 2011, en el Blog de Peña Nieto apareció un documento llamado “10 propuestas para impulsar el crecimiento económico de México” (http://enriquepenanieto.com/10-propuestas-para-impulsar-el-crecimiento-economico-de-mexico/), donde el candidato de Televisa y de la oligarquía dice lo que, de ganar la presidencia, hará para incentivar la producción, la “competitividad” y la generación de empleos en el país. La transcripción del discurso que dictó a un conjunto de empresarios, desnuda sus pretensiones neoliberales y de recrudecimiento del despojo a la nación.
El punto 1 de este documento se refiere a la estabilidad macroeconómica: “Requerimos de finanzas públicas sanas y la garantía de autonomía del Banco de México para una política monetaria responsable”. Hay dos ideas qué debatir con esta formulación: una, la de la estabilidad macroeconómica; y dos, la de la autonomía del Banco de México.
Al hablar de estabilidad macroeconómica se habla fundamentalmente de mantener controlada la inflación, es decir, que no suban ni bajen los precios de forma brusca, para que se genere “certidumbre”, y los empresarios se sientan “motivados” para invertir y generar empleo. En la realidad, esta política de “estabilidad” se ha sostenido reduciendo el gasto público (que el gobierno no gaste, no invierta y no le compita a las empresas), y en la disminución del salario real. Es decir, medidas en contra del bienestar de la población.
Un salario bajo, según los neoliberales, promueve que los patrones contraten más trabajadores. Salarios altos son enemigos del empleo. Sin embargo, la realidad está lejos del discurso. El resultado de aplicar estas medidas neoliberales no fue un aumento del empleo, sino por el contrario, ha habido un crecimiento desmedido del desempleo, el subempleo y el empleo informal, y más aún, los trabajadores han experimentado un desplome de más del 70% del poder adquisitivo del salario en México en los últimos 30 años.
El punto 8 del documento es ilustrativo acerca de cómo está pensando Peña Nieto que logrará el anhelado crecimiento económico: “diseñando una nueva estrategia de comercio exterior que supere el reto de competir con China e India”. Muy bien, ¿cómo se compite con estos dos países?, ¿con tecnología? No, México ha competido, precisamente con mano de obra barata. Atrae capitales sometiendo a los trabajadores a una vida de miseria.
La “autonomía” del banco central, es un hecho debatible, y también forma parte de la columna vertebral del neoliberalismo rapaz. En países como Argentina y Venezuela, que en los últimos años, en mayor o menor medida se han desvinculado de los grandes poderes oligárquicos a nivel mundial, los gobiernos han argumentado que, para tener mayor capacidad de combatir los rezagos sociales el Estado debe tener capacidad de definir sobre el uso de las reservas internacionales, resguardadas por el Banco Central, y por tanto, que este no puede ser autónomo, sino un organismo público que esté bajo el control estatal y social.
La autonomía financiera que defiende Peña Nieto, es una donde los señores del dinero deciden. Manteniendo secuestrados estos valiosos recursos, para que sirvan sólo a la especulación y la ganancia privada, y que el Estado no pueda usarlos para proyectos de ningún tipo.
El punto 3 del decálogo de Peña Nieto, dice que se va a impulsar a “México como potencia energética. Evitemos aferrarnos a posiciones ideológicas (¡sic!) que nos impiden hacer de PEMEX la gran palanca de desarrollo del país. Necesitamos una reforma que sin perder la propiedad del Estado sobre los hidrocarburos, triplique la inversión en este sector”.
Se trata de una idea con la que han estado jugando los dueños del dinero para apropiarse aún más recursos de los mexicanos. “Mantener la propiedad del hidrocarburo”, pero permitir la participación de la iniciativa privada. Es decir, que el petróleo crudo sea legalmente de los mexicanos, pero las ganancias por la extracción, la refinación y la comercialización, sean de las grandes trasnacionales.
De hecho, el desmantelamiento de PEMEX como ente público, y la apropiación de sus ganancias no es algo nuevo. Con los contratos de servicios múltiples, ya en vigencia, millones de pesos están siendo apropiados por un puñado de grandes empresarios, sobre todo extranjeros. Un documento de Contralínea titulado Con Calderón, privatización total de PEMEX, afirma que “de los 257 equipos de perforación de pozos que operan en los yacimientos petroleros de México, 155 –el 60.3 por ciento– son ya propiedad de trasnacionales”, gracias a este tipo de contratos. El proyecto de Peña Nieto, promete a los grandes empresarios profundizar el despojo.
El último de los puntos dice que “es necesaria una Reforma Fiscal Integral. Los ingresos totales del sector público equivalen al 23% del PIB, de impuestos sólo es el 10%; somos de los países con los menores niveles de recaudación”.
Es verdad que México es uno de los países con menor recaudación de impuestos, la discusión no está ahí, sino en cómo esos impuestos serán recaudados y a quién le cobrarán más. La propuesta del PRI y del PAN ha sido incrementar lo que se recauda por impuestos al consumo, aumentando la tasa del IVA y aumentando los productos a los que se les impone este impuesto, incluyendo por ejemplo, alimentos, medicinas y libros. Mediante este mecanismo se obliga a que todos los que compren algo, paguen el mismo impuesto, lo cual es profundamente injusto. La última Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI (2010) informa que el 10% de los hogares con menores ingresos dedican el 50% de su gasto a alimentos, mientras que el 10% de los hogares más ricos dedica solo el 22.9%, esto quiere decir que, finalmente, si incluyen a los alimentos en el pago del IVA los pobres resultarían pagando, relativamente, mucho más que los ricos.
Se trata, en pocas palabras, de impuestos regresivos, que aumentan la desigualdad social. Ni una palabra de emprender “reformas fiscales” que impliquen más Impuesto Sobre la Renta (ISR) a quien tiene mayores ingresos y exente del pago a quienes menos ganan. O de aplicar impuestos a la especulación financiera y a la fuga de capitales, o de gravar con impuesto las ganancias en la Bolsa de Valores, etc. Esto podría atraer grandes sumas para ser redistribuidas en programas sociales indispensables y urgentes en nuestro país. Pero de eso, Peña Nieto, candidato de la oligarquía, por supuesto, no dice ni una palabra. Como no dice nada sobre las grandes empresas que no pagan impuestos, o a las que se les “devuelve” una fortuna por exenciones y privilegios fiscales.
En el proyecto de Peña Nieto para el crecimiento económico y la generación de empleos, no hay nada que el pueblo mexicano no haya conocido y padecido en los últimos 30 años. Es más de lo mismo. El tiempo dirá si se impone esta cerrazón. Por lo pronto, desde la UNAM decimos fuerte y claro ¡Peña Nieto NO!
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