Febrero 2012
1. ¿Contra qué luchan los maestros?
El 31
de mayo de 2011, Elba Esther Gordillo y Alonso Lujambio firmaron otro
más de sus pactos contra los maestros: el acuerdo para la evaluación
universal. En él se establece que todos los maestros en servicio de
escuelas públicas y privadas se tienen que someter a una evaluación
en la que el 50% de la calificación que puede obtener un maestro
dependerá de las calificaciones de sus alumnos en la prueba Enlace
(Aprovechamiento
Escolar) y el otro 50% será
por “méritos” de los propios maestros (Competencias
Profesionales). Esta segunda parte está
dividida en: 5% por el resultado de un examen general al que se
deberán someter cada tres años, 25% dependerá de la evaluación
que hagan de su trabajo las autoridades correspondientes con base en
“instrumentos”
que decretará la SEP y el otro 20% se basará en el resultado de los
cursos que se les obligue a tomar después de observar los errores de
sus alumnos en la prueba Enlace, y otros cursos. El primer examen
general se aplicaría este año a los maestros de primaria, el año
que entra sería el de los maestros de secundaria y en 2014 se
aplicaría a los maestros de preescolar y educación especial.
Unos
días antes, también en mayo de 2011, Lujambio y Gordillo impusieron
una reforma a la carrera magisterial en la que los factores de
evaluación quedaron así: 50% al resultado de sus alumnos en prueba
Enlace de los alumnos, 20% a los cursos de actualización, 10% a la
preparación profesional y la antigüedad, y 20% a las actividades
extra clase evaluadas por el consejo técnico escolar. Pero como la
inserción en este programa es optativa, decidieron además, imponer
la evaluación universal obligatoria. Esta es la razón por la que el
acuerdo del 31 de mayo establece que los resultados que los maestros
obtengan en la evaluación universal “serán considerados para
acreditar los factores” del programa de Carrera Magisterial y
Estímulos económicos. También queda claro que esos resultados se
harán públicos.
Aunque
el acuerdo no establece qué ocurrirá en caso de que algún maestro
no obtenga una buena evaluación, es claro que el próximo paso será
establecer una calificación mínima para que un maestro pueda
mantener su trabajo.
El
magisterio democrático ha empezado a movilizarse contra este nuevo
golpe. La campaña de desprestigio de los medios se ha centrado en
decir que no quieren ser evaluados porque su trabajo es malo y en
seguir señalándolos como los responsables de los malos resultados
del sistema educativo nacional.
- La evaluación del maestro mediante exámenes a sus alumnos
Para
empezar, al evaluar a los maestros a través de los resultados de sus
alumnos en la prueba Enlace, se quiere obligarlos a que acepten el
currículo impuesto por la SEP, sin cuestionarlo. Además, la
experiencia con estas pruebas demuestra que lo que se genera es un
trabajo en el aula centrado en preparar el examen. Obligan al maestro
a dejar de pensar en cómo enseñar mejor o qué experimentos o
actividades desarrollar para construir el conocimiento, lo central ya
no puede ser qué tanto han comprendido sus alumnos porque ahora
deben dedicarse a entrenarlos para que contesten bien el examen. Este
tipo de evaluación hace que deje de estar en el centro de la escuela
el niño mismo y su aprendizaje, y en su lugar se pone al rendimiento
escolar
como lo entienden los burócratas de la SEP.
Un
buen examen puede ser un instrumento para medir el conocimiento,
pero, además de que Enlace no es un buen examen, no todo aprendizaje
puede evaluarse con exámenes. Hay aprendizajes importantes que sólo
pueden mostrarse o que se muestran mejor en la aplicación del
conocimiento en situaciones concretas, en la comprensión y
resolución de problemas (abstractos o prácticos). Por otra parte,
hay diferencias importantes entre las personas en cuanto a ritmos,
estilos y estrategias para aprender y para resolver problemas, y los
enfoques basados en instrumentos iguales para todos no consideran
estas diferencias. Por tanto, no se puede afirmar que un niño que no
obtiene una buena nota en este examen, no ha aprendido nada en su
educación básica.
- La evaluación de las competencias profesionales
Nadie
puede cuestionar que es necesario que los maestros desarrollen una
permanente actualización de sus conocimientos. Esto puede hacerse de
manera colectiva, ayudándose unos a otros, compartiendo y
contrastando experiencias y fuentes, intercambiando opiniones sobre
distintos cursos y sobre materiales en línea. No con base en un
examen estandarizado y una evaluación externa de las autoridades.
En un
examen no es posible evaluar aspectos importantes de lo que es un
buen maestro, como su sensibilidad para detectar problemas de los
niños y adolescentes, su capacidad de acercarse a los alumnos y sus
familias, su creatividad para desarrollar los mejores métodos para
enseñar con los limitados recursos con los que cuentan la mayoría
de las escuelas públicas. Alguien que obtenga la mejor nota en un
examen puede ser un maestro muy malo, porque le falte la vocación
necesaria. Además de lo anterior, el examen general que aplicarían
año con año a distintos sectores de maestros de todo el país, será
seguramente muy costoso. Se invertirán en él recursos que hacen
falta en las escuelas y en las aulas.
Por
otro lado, es muy probable que la evaluación de los jefes mida más
qué tanto los docentes han hecho lo que ellos quieren que si son
buenos maestros o no.
- ¿Quiénes son responsables de la mala calidad de la educación?
La
calidad de la educación no tiene que ver con preparar a los alumnos
para ser parte del engranaje neoliberal y triunfar en la competencia,
sino con contribuir a crear en ellos un anhelo de superación y un
impulso por ser cada vez mejores personas. En lugar de la
competencia, los principios empresariales y la evaluación brutal que
determina quiénes son los buenos maestros, los mejores alumnos y las
escuelas de excelencia, el movimiento democrático siembra en los
estudiantes valores como la solidaridad, el respeto, la comprensión
y el apoyo a los más débiles y a quienes más lo necesitan.
Muchos
maestros de educación básica no sólo dan clases, sino que se
acercan a las familias para tratar de entender y apoyar a sus
alumnos, buscan todo tipo de formas de fortalecer en ellos los
valores humanos que pueden ayudarlos en su vida. Y no son pocos los
maestros que compiten con el dinero rápido que ofrece el
narcotráfico y la delincuencia para retener a sus alumnos en las
aulas.
Este
trabajo extracurricular se ha vuelto mucho más difícil, y a la vez
mucho más importante, con el enorme daño que ha hecho el
neoliberalismo a nuestro pueblo. Nos ha dejado una sociedad cada vez
más desigual y han ido dejando cada vez más desamparadas a las
familias al eliminar pensiones, debilitar el servicio médico
gratuito, destrozar contratos colectivos, o de plano aventando a
millones a trabajar en las calles sin ninguna prestación. Esta
situación favorece mucho el individualismo en los niños y sus
padres.
Los
que ahora nos vienen a hablar del “mejoramiento de la calidad de la
educación” son los mismos que han impuesto el modelo neoliberal a
sangre y fuego, son los responsables, en buena medida, del inmenso
daño social que afecta a los niños mexicanos. ¡Y nos dicen que los
responsables de la mala calidad educativa son los maestros! Se les
olvida que no se puede lograr una educación adecuada si los alumnos
no cuentan con una buena alimentación, con salud, con seguridad
física y emocional, con un hogar; no se puede si las familias no
tienen un ingreso económico que les permita cubrir esas necesidades
elementales y básicas para el desarrollo de cualquier ser humano.
Porque
el maestro luchando también está enseñando, ¡apoyemos la lucha
magisterial!
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