Los Brigadistas
Febrero de 2013
El movimiento #YoSoy132 significó el regreso de miles de estudiantes a las calles, tras varios años de extrañar su presencia masiva en el movimiento social mexicano. Se refrescó el ambiente social, se desplegó la alegre rebeldía de cientos de miles de jóvenes que protestaron contra la falsa democracia que padecemos todos.
Tras las elecciones federales y la consumación de la imposición de Peña Nieto en la presidencia en diciembre pasado, así como del reflujo del #132 después varios meses de lucha, creemos necesario pensar algunos elementos que caracterizaron esta última etapa del movimiento estudiantil, para comprender la situación actual, y esbozar los retos y las tareas que tenemos por delante.
1. El facebook por encima del face to face.
Sin duda, la progresiva generalización de las nuevas tecnologías de la información, y el uso de las redes sociales por un conjunto significativo de jóvenes, principalmente de las grandes ciudades, significó la posibilidad de convocar, de manera rápida, fácil y prácticamente sin costo, a movilizaciones masivas, espontáneas; sin un liderazgo visible, pero con mucho contenido en consignas que expresaban el hartazgo de la gente, frente a un sistema corrupto y antidemocrático como el que vivimos.
Sin embargo, es indispensable ver también otro lado del fenómeno, y es que el #132, a diferencia de otros movimientos estudiantiles, no ha sido un movimiento de toma colectiva de las decisiones. Las movilizaciones de mayo a junio de 2012, que fueron las más concurridas, firmes y contundentes, fueron, sin embargo, más una expresión popular espontánea y desorganizada, que una decisión táctica de las asambleas del movimiento, las comisiones del #132 o la asamblea nacional del movimiento. A diferencia del CNH del 68, o del CGH del 99, la cabeza organizativa del #132, es decir, la asamblea nacional, no dirigió el movimiento.
Y no es que no se planteara abiertamente esa deficiencia, para que se pensaran mecanismos para superarla, muchos compañeros lo intentaron en diversos momentos, pero existió una reticencia por parte de una buena parte de los participantes de las asambleas, a que la masa tomara las riendas de la pelea. Muchos compañeros priorizaron una estructura cerrada en la organización de las plenarias: únicamente hablan los voceros, asambleas a puerta cerrada, comisiones herméticas, etc. Hubo una gran diversidad de sectores, escuelas públicas y privadas, de varios estados del país, pero en general (salvo contadas excepciones) no hubo asambleas masivas, contrastando con las enormes marchas de repudio a la imposición, donde sí participo muchísimas gente.
Ruido en las redes, movilizaciones importantes, pero muy poca discusión política y prácticamente nula incorporación de esa gente de las calles a la toma de decisiones, es lo que marcó al #YoSoy132, imprimiéndole al movimiento una limitación estructural que dificultó mucho su maduración y su fuerza. En pocas palabras: tuvimos una forma de organización muy rígida, que nunca embonó con las grandes movilizaciones dinámicas y espontáneas de las calles.
2. Antidemocracia disfrazada de "asambleas locales".
En un contexto de 30 años de exaltación del individualismo y egoísmo propios del modelo neoliberal, las reuniones del #132 aprobaron lo que se llamó "autonomía de las asambleas locales". Autonomía, pensamos, no en un sentido progresista como la que defienden muchas comunidades indígenas del país, autonomía que significa independencia del gobierno, de los partidos políticos y de los caciques regionales. Acá, en el #132, lo que se defendía era una autonomía, pero de una asamblea con respecto a las otras, y de cada una respecto de la asamblea nacional; ello convirtió la estructura de organización del movimiento, en un aparato de voceros de una buena cantidad de escuelas públicas y privadas, pero con muy poco poder real de decisión, pues cada grupo de activistas podía, si quería, echar a andar sus iniciativas particulares, sin necesidad de someterlas a la discusión general del movimiento.
Ello provocó, principalmente, dos grandes problemas: primero, la realización, no de acciones centrales masivas y contundentes, sino de muchas acciones dispersas y de poca fuerza, impulsadas por núcleos de activistas de asambleas locales. Y segundo, que los dos polos del movimiento, tanto los que querían negociar con la Secretaría de Comunicaciones una "apertura en los medios", como los que querían centrar la táctica en "acciones directas" y violentas contra el Estado; escudándose en la "autonomía" de sus "asambleas" pudieron hacer lo que les vino en gana, incluso violando los principios del movimiento, sin que la gran mayoría de los estudiantes en lucha pudieran opinar sobre ello. El individualismo y sectarismo, poniéndose por encima de la voluntad de la mayoría. La valiosa idea de autonomía, convertida en antidemocracia. Unos negociando con el gobierno a espaldas del movimiento, y otros lanzando bombas molotov. Unos y otros dándole la espalda a la masa, y rehuyendo la discusión colectiva.
3. 1DMX y el plan de Peña Nieto.
Peña Nieto ha demostrado ser un bruto e ignorante, basta ver su actuación en Atenco, o su maestría en la Feria del Libro de Guadalajara (por dar sólo dos de la multitud de ejemplos que nos ha brindado este personaje), pero no podemos caer en el error de creer que su gobierno, con la jauría de dinosaurios colmilludos detrás, actuará torpemente. Por el contrario, el movimiento social debe estar preparado para enfrentar a un gobierno sagaz, que impulsa, desde el primer minuto del 1º de diciembre, un plan pensado y bien estructurado para combatir y derrotar toda resistencia a sus planes neoliberales, privatizadores y entreguistas. En ese sentido es que debemos evaluar lo ocurrido en las protestas del 1DMx.
Fue claro que el gobierno priísta de regreso en Los Pinos, estuvo dispuesto a pagar el costo político de tener manifestaciones violentas en su contra, y que se supiera de ello en el mundo entero. Y estuvo dispuesto porque lo que traía entre manos era y sigue siendo ganar mucho más. Dicho plan, según lo que se ha mostrado, tendría dos ramas, ninguna de ellas nueva, sino, por el contrario, bastante bien ensayadas por el priísmo de antaño.
Una es la cooptación, incorporando agentes de la "izquierda", e impulsando un discurso "incluyente", con una pantomima de programas sociales para ganarse una cierta base de apoyo. La segunda es la represión. Pero no una represión inmediata, sino una bastante más preparada y peligrosa.
El 1 de diciembre se demostró la participación de grupos de provocadores infiltrados en las protestas, que derivaron en hechos violentos, montándose oportunistamente en la rabia que un sector de la población sintió por la descarada imposición, el indignante cerco al congreso montado días antes, así como por años y años de saqueos y de burlas contra el pueblo. Incentivando esos actos de violencia, Peña Nieto intentó desprestigiar al movimiento social, mostrándolo como irracional y violento, y allanando el camino para una represión mucho más fuerte en el futuro, avalada con una sucia campaña en los grandes medios, en las que Televisa es experta.
Esa campaña, de hecho, fue puesta en marcha con un intento de linchamiento mediático, principalmente contra contingentes como el Frente de Pueblos de Atenco, la Sección 22 del sindicato magisterial, algunos colectivos de la UNAM. Afortunadamente, el gobierno cometió dos grandes errores, que amortiguaron el efecto de la provocación montada: uno, que el actuar de halcones priístas infiltrados en la movilización del 1DMx, fue evidente y ampliamente denunciado por diversos medios (menos, por supuesto, por el duopolio televisivo), lo que restó fuerza a la campaña de desprestigio al movimiento social; y dos, que las detenciones realizadas ese día fueron tan burdas y arbitrarias que le fue imposible al gobierno federal y del DF achacarle a los apresados los destrozos y profundizar como hubieran querido en el linchamiento mediático.
Es cierto que el día de la sucesión presidencial hubo manifestaciones de "acción directa" y enfrentamiento con la policía, por parte de un ala del movimiento (que nunca ha sido mayoría), pero es importante entender que éstas fueron útiles al gobierno entrante, tanto así, que el propio equipo de Peña Nieto las utilizó y reforzó con sus infiltrados. Claro que existió y existe un auténtico coraje social, de un sector amplio de la población, el gobierno lo sabe y por eso avanza en la implementación un plan para combatir y aplastar al movimiento social en general.
No es que la represión esté a la vuelta de la esquina, pero es claro que el gobierno la está preparando, día a día, con trabajo constante, generando escenarios de provocación, usando los grandes medios de comunicación, y también, hay que decirlo, a una parte de la propio movimiento; usándolo para ir aislando al conjunto del movimiento democrático y, llegado el momento, arremeter contra él.
4. Defender la línea de masas, abierta y democrática del movimiento.
De este lado, no podemos hacerle a los de arriba el camino fácil. Por el contrario, en estos momentos, donde Peña Nieto se relegitima y las reformas neoliberales amenazan con arrasar los pocos derechos y recursos que nos quedan, es imprescindible discutir y comprender lo que se viene, y actuar en consecuencia.
Es de suma importancia no caer en las provocaciones del gobierno, y comenzar un proceso de acumulación de fuerzas, con trabajo de base, respetando los acuerdos comunes, sembrando confianza en instancias colectivas y democráticas de decisión, lo que implica no saltarse los acuerdos de asambleas, y evitar acciones aventuradas que no son avaladas por la mayoría. Acciones aisladas nos llevan a un movimiento aislado, proclive a la provocación y a la represión. Nos condena al alejamiento de la base estudiantil y de la mayoría del pueblo.
La unidad de todos los que luchan, sigue siendo una premisa fundamental, pero a su vez, esta debe tener lineamientos concretos: unidad con los que discuten abiertamente, y someten su posición a la discusión, y que respetan las decisiones de la mayoría. No con quienes, despreciando a la masa, se brincan todas las instancias y le imponen al movimiento su forma de pensar y su táctica concreta, con acciones que nos ponen en una situación de debilidad y de aislamiento.
No bombas molotov, sino lucha abierta, firme, organizada y con la comunidad. El arrojo de hoy, no debe ser para taparse el rostro y hacer acciones unilaterales. El arrojo, por el contrario, debe ser para discutir cara a cara, consensuar las acciones, ganarse a la masa con argumentos, priorizar lo colectivo sobre lo individual, la inteligencia por encima de la rabia, agrupar y masificar el movimiento.
Al gobierno no lo detendrá nada, mas que miles de personas en las calles. Esto, o lo entendemos de una vez, o seguiremos viendo a Peña Nieto avanzando, sin problemas, con el aumento de la represión política y las limitaciones de las libertades, así como con el desmantelamiento y privatización de PEMEX, el aumento de IVA en alimentos y medicinas, etc.
Siempre con la masa. Siempre con las asambleas abiertas como nuestra máxima instancia. Y siempre respetando los acuerdos colectivos. De lo contrario, no tendremos nada.
Estudiantes, profesores y trabajadores universitarios, que luchamos por la construcción de una Universidad y un Mundo mejor.
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