Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

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El capitalismo climático gana en Cancún

Todos los demás pierden

Patrick Bond
CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.


La clausura el 11 de diciembre de la 16 Conferencia de las Partes –la cumbre global del clima– en Cancún fue mostrada por la mayoría de los participantes y periodistas de los medios dominantes como una victoria, un ‘paso adelante’. El jefe negociador del Departamento de Estado de EE.UU., Todd Stern, alardeó: “El año pasado las ideas fueron esquemáticas y no se aprobaron, ahora se han elaborado y se han aprobado”.

Después del abatimiento de la elite cuando el Acuerdo de Copenhague se firmó entre bastidores el 18 de diciembre pasado por cinco países, provocando la crítica universal, ahora hay un cierto grado de optimismo para la próxima reunión de jefes de Estado y ministros dentro de un año en el caluroso Durban en la canícula del verano sudafricano. Pero esta esperanza se basa en un renacimiento de estrategias climáticas basadas en el mercado que, en realidad, fracasan dondequiera que se han probado.

El sesgo positivo de las elites se basa en lograr un consenso internacional (aunque Bolivia mostró oficialmente su desacuerdo) y en el establecimiento de instrumentos para administrar la crisis climática utilizando técnicas capitalistas. Los defensores de Cancún argumentan que los acuerdos de las últimas horas incluyen el reconocimiento de que los recortes de emisiones deben mantener los aumentos de las temperaturas del mundo por debajo de 2º C, y que se deberá considerar el objetivo de la reducción a menos de 1,5º C.

Los negociadores también apoyaron más transparencia con respecto a las emisiones, un Fondo Verde del Clima dirigido por el Banco Mundial, la introducción de inversiones relacionadas con los bosques, transferencias de tecnología para energía renovable, creación de capacidades y una estrategia para lograr protocolos legalmente vinculantes en el futuro. Según la funcionaria del clima de la ONU Christiana Figueres, ex importante negociadora de compras de emisiones de carbono, “Cancún ha cumplido su tarea. Las naciones han mostrado que pueden trabajar juntas bajo un techo común, para llegar al consenso en una causa común.”

¿Statu quo o paso atrás?

Pero consideremos sobriamente lo que era necesario para revertir el actual calentamiento y lo que se logró en realidad. Los negociadores en el complejo hotelero de lujo Moon Palace de Cancún fracasaron desde cualquier punto de vista. Tal como se quejó el presidente boliviano Evo Morales: “Es fácil que gente en una sala con aire acondicionado continúe las políticas de destrucción de la Madre Tierra. En vez de eso deberíamos ponernos en los zapatos de familias en Bolivia y en todo el mundo que carecen de agua y alimento y sufren miseria y hambre. La gente aquí en Cancún no tiene la menor idea de lo que significa ser víctima del cambio climático.”

Para el embajador de Bolivia ante la ONU, Pablo Solón, Cancún “no representa un paso adelante, es un paso atrás”, porque los compromisos no vinculantes hechos para reducir emisiones hasta cerca de un 15% antes de 2020 simplemente no pueden estabilizar la temperatura “a un nivel que sea sostenible para la vida humana y la vida del planeta”.

Aún más enojo se expresó en la sociedad civil, incluida Meena Raman de Third World Network, basada en Malasia: “El paradigma de mitigación ha cambiado de legalmente vinculante –el Protocolo de Kioto, con un objetivo agregado que se fundamenta en un sistema basado en la ciencia– a otro que es voluntario, un sistema de promesas y revisiones”. Como dijo Ricardo Navarro, presidente del Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA), y representante de Friends Of the Earth International: “Lo que se está discutiendo en la Luna no refleja lo que ocurre en la Tierra. El resultado es un 'Cancunhague' que rechazamos.”

La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que incluso si se cumplen las poco ambiciosas promesas de Copenhague y Cancún (con un gran SI), el resultado será un catastrófico aumento de entre 4 y 5º C de la temperatura durante este siglo, y si no se cumplen, es probable que sean 7º C. Los científicos en general están de acuerdo en que las islas pequeñas se hundirán incluso con un aumento de 2º C, que glaciares andinos y de los Himalaya se fundirán, que áreas costeras como gran parte de Bangladesh y muchas ciudades portuarias se anegarán, y que África se secará –o en algunos sitios, se inundará– de manera que nueve de cada 10 campesinos no sobrevivirán.

Los políticos y funcionarios han sido advertidos al respecto con suficiente frecuencia por climatólogos, pero están comprometidos con poderosos intereses empresariales alineados para impulsar el negacionismo climático, o para crear bloques de negociación de nación contra nación destinados a fracasar en su carrera por obtener mayores derechos de emisión. Como resultado, a pesar de un conjunto provisional de acuerdos, la distancia entre los negociadores y la masa de la gente y el planeta aumentó, no disminuyó en la última quincena.

WikiLeaks filtra informaciones sobre el soborno climático

Como ilustración: gobiernos más pequeños fueron “presionados, acosados, tentados con pequeños sobornos, insultados y coaccionados para que aceptaran el juego de las naciones ricas y emergentes-ricas,” dice Soumya Dutta de Diálogos Sudasiáticos sobre la Democracia Ecológica. “Muchas pequeñas naciones africanas acosadas por las deudas ven el dinero que podrían obtener mediante las estratagemas del Programa de Reducción de Emisiones de Carbono causadas por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (REDD, por las siglas en inglés), y han capitulado bajo el ataque de esta brigada del REDD. Es una situación en la que no pueden perder las naciones ricas ni los ricos de las naciones pobres. Los verdaderamente pobres son en todo caso un lastre que hay que mantener lejos, o más lejos.”

El soborno de los gobiernos del Tercer Mundo que en 2009 fueron los críticos más elocuentes de las posturas climáticas del Norte se llegó a conocer gracias a las revelaciones de WikiLeaks de cables del Departamento de Estado de EE.UU. de febrero de 2010. El 11 de febrero pasado, por ejemplo, la comisionada para acción climática de la UE, Connie Hedegaard, dijo a EE.UU. que los miembros de la Alianza de Pequeños Estados Insulares “‘podrían ser nuestros mejores aliados’, en vista de su necesidad de financiamiento”.

Unos meses antes, las Maldivas ayudaron a encabezar la campaña contra objetivos bajos de emisiones como los establecidos en el Acuerdo de Copenhague. Pero sus dirigentes echaron marcha atrás, al parecer por un paquete de ayuda de 50 millones de dólares organizado por el enviado adjunto por el cambio climático de EE.UU., Jonathan Pershing. Según un cable del 23 de febrero, Pershing se entrevistó con embajador en EE.UU. de las Maldivas, Abdul Ghafoor Mohamed, quien le dijo que si se daba ‘ayuda tangible’ a su país, otros países afectados se darían cuenta de “las ventajas que podían obtenerse mediante la conformidad” con la agenda climática de Washington.

El dinero prometido, sin embargo, está en duda. Hedegaard también señaló con preocupación que parte de los 30.000 millones de dólares de la ayuda Norte-Sur prometida en relación con el clima para el período 2010-2012 –es decir de Tokio y Londres– llegaría en forma de garantías de préstamos, no subsidios. Pershing no se opuso a esa práctica, porque “los donantes tienen que equilibrar la necesidad política de proveer un financiamiento real con las restricciones prácticas de presupuestos limitados”.

Wikileaks también reveló que Meles Zenawi, primer ministro etíope, el principal jefe de Estado africano respecto al clima, también se convirtió al Acuerdo de Copenhague, a pesar de observar la tendencia de Washington de romper sus promesas financieras. Al parecer fue resultado de la presión aplicada por el Departamento de Estado de EE.UU., según un cable del 2 de febrero, ante el pedido de Zenawi de más recursos Norte-Sur a cambio.

El REDD como cuña

Aparte de la dirección boliviana, la mejor esperanza del mundo de que se impugnen esas relaciones de poder es la sociedad civil. Junto con la red de organizaciones campesinas de La Vía Campesina, que atrajo una caravana de todo México y organizó una marcha militante que casi llegó a la carretera de acceso del aeropuerto en la mañana del 7 de diciembre mientras los jefes de Estado llegaban a Cancún. Los representantes de los pueblos pobres más visibles fueron de la Red Indígena Ambiental (Indigenous Environmental Network, o IEN por sus siglas en inglés). El 8 de diciembre se negó la entrada al foro de la ONU al portavoz de IEN, Tom Goldtooth, por su conocido papel en las protestas no violentas.

Según Goldtooth, la ‘traición’ de Cancún es “la consecuencia de una continua ofensiva diplomática de EE.UU. de tratos confidenciales, presiones personales y sobornos hacia naciones opuestas al Acuerdo de Copenhague”. Para Goldtooth, ardiente opositor al REDD, “semejantes estrategias ya han resultado infructuosas y se ha visto que violan derechos humanos e indígenas. Los acuerdos promueven implícitamente mercados de carbono, compensaciones, tecnologías no probadas y apropiación de tierras –todo menos un compromiso con verdaderas reducciones de las emisiones- El lenguaje que ‘señala’ derechos está exclusivamente en el contexto de mecanismos de mercado, mientras que no garantiza salvaguardas para los derechos de pueblos y comunidades, las mujeres y los jóvenes.”

El fundador de la ONG REDD-Monitor, Chris Lang, argumenta que los intentos de reformar el sistema fracasaron; primero porque “Proteger los bosques naturales intactos y la restauración del bosque natural degradado no es un ‘objetivo central’ del trato del REDD acordado en Cancún. Todavía no tenemos una definición sensata de bosques que excluya plantaciones industriales de árboles, para dar el ejemplo más obvio de cómo la protección del bosque natural intacto no tiene nada que ver. También incluye ‘la administración sostenible de bosques’, lo que se traduce como tala.”

Segundo, dice Lang, “los derechos e intereses de los pueblos indígenas y de las comunidades forestales no se protegen en el trato del REDD de Cancún –se desplazan a un anexo con una nota de que se deberían 'impulsar y apoyar salvaguardas’. Eso puede significar lo que quieran los gobiernos.”

Durante las negociaciones de Cancún, la posición frente al REDD llegó a señalar si los activistas del clima eran pro o anticapitalistas, aunque un área difícil entre las dos posiciones fue patrocinada por Greenpeace y el Foro Internacional sobre la Globalización, que ambos, confusamente, propugnaron un acuerdo de un REDD no dependiente del mercado (como si el equilibrio de fuerzas lo permitiera). Pero ellos y sus aliados perdieron, y como explicaron organizaciones de Amigos de la Tierra en Latinoamérica y el Caribe: “Los nuevos textos siguen viendo los bosques como simples reservas de carbono (sumideros) y se orientan hacia el comercio de emisiones”.

De la misma manera, el Fondo Verde fue impulsado por el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, cuyo discurso más destacado en una conferencia paralela prometió extender el principio de mercantilización del REDD a sectores más amplios de la agricultura e incluso a animales carismáticos, como los tigres, en alianza con el dirigente ruso Vladimir Putin. El 8 de diciembre, las protestas exigieron que el Banco Mundial fuera excluido del financiamiento del clima, en parte porque bajo Zoellick las inversiones anuales de la institución en combustibles fósiles aumentaron de 1.600 millones de dólares a 6.300 millones, y en parte porque el Banco impulsa el crecimiento basado en las exportaciones, la extracción de recursos, la privatización de la energía y mercados de carbono con un impertérrito dogma neoliberal.

Según Grace García de COECOCEIBA, Amigos de la Tierra Costa Rica: “Sólo a un grupo de lunáticos se le puede ocurrir invitar al Banco Mundial a recibir los fondos del clima, con el historial inmenso que tiene de financiamiento de los proyectos más sucios del mundo y de condicionamientos de muerte a nuestros pueblos”.

Desgraciadamente, sin embargo, algunos grupos de pueblos indígenas y ONG del Tercer Mundo aceptan el REDD, y aliados norteños bien financiados como el Environmental Defense Fund (Fondo de Defensa del Medio Ambiente, EDF, por sus siglas en inglés) han estado utilizando tácticas de dividir para conquistar a fin de ampliar las brechas. El peligro que esto representa es extremo, porque la estrategia del Mecanismo de Desarrollo Limpio (CDM por sus siglas en inglés), establecida por Al Gore en 1997 –cuando prometió erróneamente (y por puro interés personal) que EE.UU. apoyaría el Protocolo de Kioto si el comercio de carbono era central en el acuerdo– puede perfectamente seguir quebrantando la defensa del clima.

El REDD es una de varias tácticas de chantaje del Norte, mediante la cual se pagan pequeñas sumas para proyectos como la plantación de árboles o la administración de conservación de bosques. En algunos casos, así como mediante CDM (mecanismos de desarrollo limpio) como la extracción de metano de vertederos, esos proyectos resultan en el desplazamiento de residentes locales o, en el caso del principal CDM de Durban, en la continua operación de un vasto vertedero, racista desde el punto de vista ecológico, en el vecindario negro de Bisasar Road, en lugar de cerrarlo. Luego las corporaciones del Norte que compran los créditos de emisiones continuarán sus negocios como siempre sin hacer los cambios importantes necesarios para resolver la crisis.

La deuda climática y mando y control (CAC)

Numerosos críticos de la RED y otros CDM, incluido Morales, ponen la idea de la deuda climática en el centro de un marco de financiamiento de reemplazo. Por ello exigen que los mercados de carbono se saquen del servicio activo, porque sus defectos fatales incluyen crecientes niveles de corrupción, una caótica volatilidad periódica y precios extremadamente bajos inadecuados para atraer capital de inversión en energía renovable y transporte más eficiente. Semejantes inversiones costarían como mínimo el equivalente de 50 euros por tonelada de carbono, pero el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la UE (RCCDE) o Emission Trading Scheme (EU ETS, por sus siglas en inglés), cayó de 30 euros por tonelada en 2008 a menos de 10 euros por tonelada el año pasado, y ahora se mueve alrededor de 15 euros por tonelada. Esto hace que sea mucho más barato para las empresas seguir contaminando que reestructurar.

Después de pasar una tarde en Cancún discutiendo estos puntos con los principales comerciantes de carbono del mundo, estoy más convencido de que los mercados tienen que cerrarse para que podamos avanzar en sistemas mucho más efectivos, eficientes, de mando y control. En respuesta Henry Derwent, jefe de la Asociación Internacional para el Comercio de Emisiones (IETA, por su sigla en inglés), afirmó que los mercados terminaron el daño por la lluvia ácida causado por emisiones de dióxido de azufre. Sin embargo, en Europa durante comienzos de los años noventa, la regulación estatal fue mucho más efectiva. De la misma manera, el mando y control funcionó bien en la emergencia del agujero en la capa de ozono, cuando los clorofluorocarburos (CFC) fueron prohibidos por el Protocolo de Montreal desde 1996.

La Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de EE.UU. tiene ahora poder de mando y control sobre emisiones de gases invernadero, y su máxima administradora, Lisa Jackson, puede dar la alerta a cerca de 10.000 importantes fuentes de CO2 para que comiencen a reducir de inmediato las emisiones. Pero sin más protesta contra la Agencia, tal como la iniciada por habitantes de Virginia Occidental exigiendo un fin de la minería de carbón de montaña, Jackson ha dicho que sólo comenzará este proceso en 2013 (después de la campaña por la reelección de Obama). Por el lado positivo, el principal responsable de IETA en Washington, David Hunter, me confirmó que los mercados de carbono de EE.UU. están estancados porque el Senado no aprobó legislación de comercio de emisiones. Gracias a dios por la parálisis en Washington.

Sin embargo, los grupos Big Green de Washington han admitido que invirtieron 300 millones de dólares de dinero de la fundación para propugnar el comercio de carbono en el congreso, a pesar de que miembros de Climate Justice Now! hacen campaña contra ese enfoque. La crítica ha incluido la cinta The story of cap and trade (http://www.storyofstuff.com/international/ que durante el año pasado tuvo 750.000 visitas. El inmenso derroche de dinero tuvo que ver con una sequía de recursos en la base.

En octubre, tres grupos ecologistas con buenos recursos –350.org, Rainforest Action Network y Greenpeace– concluyeron que se necesitaría más acción directa. Ya tiene lugar, por cierto. Dos docenas de grupos estadounidenses, incluidos IEN, Grassroots Global Justice y Movement Generation, argumentaron en una carta abierta del 23 de octubre que “Comunidades de primera línea, utilizando estrategias de base, basadas en redes y encabezadas por acciones en todo el país han tenido un éxito considerable en la lucha contra industrias contaminadoras del clima en los últimos años, con mucho menos recursos que los grandes grupos ecologistas en Washington, D.C. Estas iniciativas han impedido que se sume una cantidad masiva de carbono industrial adicional.

Justicia climática en lugar de capitalismo climático

Pero desde todo punto de vista, un motivo por el cual la fantasía climática capitalista avanzó tan decisivamente en Cancún fue la naturaleza fragmentada de este tipo de resistencia. Cruciales divisiones ideológicas y geográficas fueron evidentes dentro de las fuerzas progresistas de México, un problema que debe evitarse en el próximo período al proseguir la superación de divisiones respecto a estrategias relacionadas con el mercado. Los activistas de base no están convencidos por el último intento en Cancún de reanimación climática capitalista.

Por cierto, las perspectivas limitadas de manejo ecológico de esta crisis por la elite confirman hasta qué punto se necesita una alternativa coherente. Por suerte, el Acuerdo de los Pueblos de Cochabamba surgió en abril de una Conferencia Mundial que atrajo a 35.000 activistas, en su mayoría de la sociedad civil. El llamado de la Conferencia de Cochabamba incluye:

* Una reducción de un 50% en las emisiones de gases invernadero hasta el año 2017.
* La estabilización de los aumentos de temperatura a 1º C y 300 partes por millón.
* El reconocimiento de la deuda climática de los países desarrollados.
* El pleno respeto de los derechos humanos y los derechos inherentes de los pueblos indígenas.
* La declaración universal de derechos de la Madre Tierra para asegurar la armonía con la naturaleza.
* El establecimiento de una Corte Internacional de Justicia Climática.
* El rechazo de los mercados de carbono y de la conmodificación de la naturaleza y de los bosques mediante el REDD.
* La promoción de medidas que cambien los modelos de consumo de los países desarrollados.
* El fin de los derechos de propiedad intelectual para tecnologías útiles para mitigar el cambio climático.
* El pago de un 6%% del PIB de los países desarrollados para enfrentar el cambio climático.

El análisis en el que se basan estas demandas se ha elaborado durante los últimos años. Pero ahora el desafío para los movimientos por la justicia climática en todo el mundo no es sólo continuar –e intensificar drásticamente– un vibrante activismo en la base contra grandes emisiones de combustibles fósiles y sitios de extracción, que van de las arenas bituminosas de Alberta al Amazonas ecuatoriano, a las refinerías de San Francisco, al Delta del Níger, a las montañas de Virginia Occidental, a los yacimientos de carbón australianos y sudafricanos. Además, si Cancún reanima los mercados financieros con el propósito de que el debate climático sea manipulado por el Norte, la advertencia de Goldtooth se hace más urgente: “Las naciones industrializadas, el gran dinero y compañías sin escrúpulos como Goldman Sachs se beneficiarán considerablemente de los Acuerdos de Cancún mientras nuestra gente muere”.

Durban presenciará el próximo gran enfrentamiento entre estrategias capitalistas impracticables por una parte y los intereses de las masas populares y el entorno del planeta por la otra. Estos últimos han vivido largas historias de movilización eco-social, como la Conferencia Mundial Contra el Racismo de 2001 que atrajo una protesta de 15.000 participantes contra el sionismo y el hecho de que la ONU no haya incluido en su agenda reparaciones por la esclavitud, el colonialismo y el apartheid.

Será un desafío para mantener la presión contra el REDD y los mercados de carbono, pero a más tardar en noviembre debería quedar claro que ninguno de los dos dará resultado. Por lo tanto, como escribió el presidente de Amigos de la Tierra Internacional y activista del Delta del Níger, Nnimmo Bassey, galardonado con el Right Livelihood Award (Premio Nobel Alternativo) de este año:

La parte descartada será la parte correcta en Durban

Lo que no se ha hecho

Será bien hecho

La soberanía popular

La convergencia del movimiento de masas

¡Las esperamos ansiosos!

Patrick Bond trabaja en el Centre for Civil Society en la Universidad of KwaZulu-Natal – http://ccs.ukzn.ac.za – y realiza un año sabático en el Departamento de Geografía de Cal-Berkeley. Es coeditor del libro publicado en el año 2009 Climate Change, Carbon Trading and Civil Society, publicado por UKZN Press.

Fuente: http://www.counterpunch.org/bond12132010.html

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