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Educación gratuita, lo que el pueblo necesita... Educación privada, mejor a la chingada

Nueva York y el negocio de la educación pública

El enfoque empresarial de los reformadores califica de fracaso el actual sistema

Las llamadas escuelas charter son presentadas por Bloomberg como la salvación

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Cathleen Black posa con un grupo de niños durante su presentación en el cargo, que realizó en noviembre el alcalde Michael BloombergFoto Ap
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 31 de diciembre de 2010, p. 2

Nueva York, 30 de diciembre. El sistema de educación publica más grande de Estados Unidos es ahora manejado como un negocio encabezado por ejecutivos empresariales, cuyas reformas son promovidas por algunos de los hombres más ricos del planeta, incluyendo especuladores financieros, quienes han convertido este sector en un mercado de educación en que los maestros son empleados que sirven a clientes.

Todo siempre en nombre de los niños, pero en efecto, con el modelo empresarial. En sus discursos, el secretario saliente de Educación de Nueva York, Joel Klein, reiteraba que el ingrediente secreto del éxito de Estados Unidos es el espíritu empresarial, y que ese era el objetivo de la educación. Por tanto, no fue sorpresa que al concluir este mes sus ocho años en el puesto, Klein anunció que su nuevo empleo será como vicepresidente para mercadeo educativo de News Corp, la trasnacional de medios dirigida por el ultraconservador Rupert Murdoch, y que su tarea ahora es mejorar la posición de esa empresa en el mercado de la educación.

Al anunciar la transición de su jefe de educación en noviembre, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, elogió a Klein por ayudar a los más de un millón de estudiantes neoyorkinos, a los que llamó clientes, a tener éxito en el siglo XXI. Ahí mismo anunció que nombraría a una administradora de clase mundial para sustituirlo, Cathleen Black, ejecutiva en jefe de Hearst Magazines –la gigantesca empresa de revistas comerciales– y también integrante de la junta de directores de Coca-Cola.

Subrayó que para encabezar el Departamento de Educación de la ciudad no se necesitaba a una pedagoga –ya que Black tiene nula experiencia en asuntos educativos (al igual que Klein, quien llegó después de ser un abogado en Wall Street y fiscal federal)–, sino una ejecutiva que pueda manejar esa enorme burocracia.

Este enfoque empresarial para promover la reforma del sistema de educación en esta ciudad forma parte de un debate nacional en el que los reformadores en el poder han declarado que el sistema de educación pública es un fracaso, que los cada vez más escasos recursos no son el problema, sino el hecho de que los resultados sean deplorables, porque hay tantos maestros malos protegidos por sindicatos demasiado poderosos, que se tienen que crear alternativas, sobre todo escuelas semiprivadas, para ofrecer mejores opciones a las familias.

Klein y una decena de otros secretarios de educación municipal reiteraron esta visión en octubre pasado en un artículo de opinión colectivo en el Washington Post, donde afirmaron que los cambios transformativos requeridos para verdaderamente preparar a nuestros jóvenes ante la economía global del siglo XXI simplemente no se realizarán si no nos deshacemos primero de prácticas enraizadas que han estancado a nuestro sistema educativo, prácticas que han favorecido a los adultos, no a los niños. Afirmaron que más que cualquier otro factor, el principal freno al éxito de los estudiantes es la calidad de sus maestros, y proponen aplicar normas empresariales que ante todo evalúen la eficacia de los profesores.

Bloomberg, el hombre más rico de Nueva York, colocó la reforma de la educación como tarea central de su gobierno, la cual ha sido elogiada por sus resultados, tanto por el ex presidente George W. Bush; el ahora mandatario, Barack Obama, y su secretario de Educación federal Arne Duncan. Ante el anuncio del retiro de Klein, Duncan expresó que pocos líderes han hecho tanto para hacer avanzar la educación en esta última década como el secretario de Educación: Joel Klein. Durante ocho años, el alcalde y Klein, junto con sus simpatizantes en Washington han elogiado sin césar el éxito de sus reformas y presentado a Nueva York como el modelo a seguir por la nación y por otros países.

Pero algo curioso sucedió en el camino al éxito, después de años de festinar grandes mejorías en las calificaciones en los exámenes, todo fue puesto en duda en junio, cuando el Departamento de Educación de Nueva York, que administra los exámenes estandarizados, fue obligado a admitir que dichas pruebas tenían fallas, lo cual implicaba que las calificaciones reportadas y celebradas por Klein y Bloomberg resultaban infladas, o sea, los avances que supuestamente registraban los alumnos de la ciudad por la reforma, de 2002 hasta la fecha, eran casi inexistentes. Ningún alto funcionario, incluyendo el alcalde, ha rendido cuentas sobre lo que en efecto fue un engaño a los alumnos, maestros y padres sobre las mejoras en la educación, proclamadas tanto en esta ciudad como a escala nacional.

Todo empezó en 2002, cuando los reformadores tomaron la ofensiva al declarar que era intolerable el fracaso del sistema e implementaron una serie de medidas, cuyo objetivo era mejorar el desempeño escolar con base en exámenes estandarizados, por los cuales serían evaluados alumnos, maestros y directores. Toda oposición fue descalificada y acusada de proteger los privilegios de los maestros. En efecto, la punta de lanza fue el linchamiento contra los maestros y su sindicato. Este es un sistema que funciona para los adultos y no para los niños, declaraban Klein y su jefe Bloomberg, en alusión directa a los docentes y sus conquistas sindi- cales. Klein, en un articulo publicado en el New York Daily News, en febrero, insistió en que los opositores a contar con más opciones para los estudiantes y sus familias, eran líderes sindicales que buscaban mantener el control.

Estamos viviendo los tiempos más oscuros para los maestros que jamás he visto en mi vida, comentó Bill Ayers, veterano profesor de primaria y uno de los teóricos educativos más reconocidos. Ayers señaló que los políticos y las juntas editoriales de los principales medios se han unido en un coro que acusa a los docentes de incompetentes y flojos, así como a sus sindicatos por el desastre educativo, y así han logrado acotar el debate como uno entre reformadores frente a los que defienden el statu quo.

En los pasados cinco años el ataque contra la educación pública se ha intensificado a un grado impensable hace 30 años, aunque señala que esto forma parte de una embestida iniciada en 1980 contra toda idea acerca de lo público, incluyendo las escuelas, comentó Ayers en entrevista reciente con Truthout.org

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Cathleen Black, ejecutiva en jefe de Hearst Magazines, quien será la nueva secretaría de Educación de la ciudad de Nueva YorkFoto Ap

De hecho, 50 por ciento de los maestros que ingresan a la enseñanza en Estados Unidos desertan antes de cinco años, en gran parte por las condiciones laborales, pero también por desilusión y por un clima cada vez más hostil, mientras trabajan con cada vez menos recursos. Decenas de conversaciones de La Jornada con maestros de Nueva York hacen explícita la ira y el desencanto. Muchos veteranos viven contando los días que les faltan para jubilarse, mientras cantidad de nuevos maestros ya buscan la forma de salirse del sistema.

En Nueva York, Klein y sus reformadores promovieron la capacitación rápida de nuevos maestros y directores, quienes fueron colocados en cientos de nuevas escuelas pequeñas; toda una generación magisterial que con poca experiencia, obediente y capacitada en las nuevas normas, impulsa el flamante modelo mientras desplaza a los maestros con mayor antigüedad, vistos como enemigos si no se sumaban, sin protesta, a la reforma.

Pero la joya de la corona de estos cambios fue la promoción, tanto en esta ciudad como en el resto del país, de las llamadas escuelas charter, que son planteles públicos administrados por grupos privados. Existen casi 100 en la ciudad de Nueva York (el alcalde desea duplicar esta cifra), y más de 4 mil 600 en todo el país. Estas son presentadas por Obama, Bloomberg y otros, como clave para la salvación de la educación pública.

Pero como señala Diane Ravitch, una de las figuras nacionales más influyentes en el debate sobre el tema, profesora en la Universidad de Nueva York y ex subsecretaria de Educación del gobierno federal, las charter son una fuerza de privatización de la educación pública.

Este tipo de planteles, financiados por el erario, no tienen que funcionar con las mismas normas de otras escuelas públicas, suelen seleccionar a sus alumnos (en lugar de aceptar a todos), lo cual les permite ofrecer mejores resultados, sus maestros pueden no estar sindicalizados, por tanto, carecen de derechos laborales y pueden aceptar inversiones privadas, lo que permite que establezcan otra reglamentación, alguna en beneficio de proveedores de servicios y equipo, e incluso operan como empresas con fines de lucro. Parte de sus directores ganan más que el presidente de Estados Unidos.

Las escuelas charter son impulsadas por distintas organizaciones, pero sus principales promotores son algunos de los individuos más poderosos del país. El secretario de Educación de Estados Unidos, Arne Duncan, en su programa nacional de reforma, Race to the Top (Carrera hacia la cima), impone a entidades que desean competir por miles de millones en fondos federales a la educación, la condición de tener más escuelas charter, así como aplicar más exámenes estandarizados.

Bill Gates –el hombre más rico del país, y segundo más acaudalado del planeta– también promueve este tipo de reforma por conducto de su fundación. Pero el grupo más activo en promover las escuelas charter –incluso financiando campañas electorales de políticos que pongan el asunto como prioridad en sus propuestas– son administradores de los fondos de especulación financiera conocidos como hedge funds. Los 25 ejecutivos más exitosos de estos fondos tuvieron ingresos de 25 mil millones en 2009, en plena crisis, un total que podría financiar el salario de 658 mil nuevos maestros, calcula el economista Les Leopold.

La película Esperando a Superman, dirigida por Davis Guggenheim, el mismo que hizo la famosa película de Al Gore, Una verdad incómoda, sobre el cambio climático galardonada con el Óscar, es tal vez la cinta de propaganda más potente de este movimiento reformista, con un elogio a las escuelas charter y la condena a las escuelas tradicionales. Sin embargo, la película oculta algunas verdades inconvenientes en su argumento en favor de este tipo de planteles semiprivados. Según una amplia investigación realizada por expertos de la Universidad de Stanford, sólo 17 por ciento de las charter eran mejores que las escuelas públicas tradicionales, según se desprende de los resultados en los exámenes estandarizados; 37 por ciento eran peores en comparación, y 46 por ciento eran prácticamente iguales.

Sin embargo, como señala Ravitch, la poderosa maquinaria de propaganda en favor de las charter como centro de las iniciativas de reforma, incluyendo esta película, las presentan como la “una única esperanza para el futuro de nuestra sociedad, especialmente para niños negros y latinos pobres…”

Parte de este guión de los reformadores, agrega Ravitch, es que por fin hay a quién culpar por el deterioro de la economía, los problemas de competitividad global, el debilitamiento del poderío estaduni- dense y el hecho de que los jóvenes no están estudiando al mismo nivel que sus contrapartes en otros países: no es la globalización o las prácticas financieras o la pobreza y la desigualdad, sino las escuelas públicas, sus maestros, y sus sindicatos.

Para Ravitch, el enorme poder financiero y político de los promotores de estas reformas –desde Wall Street a Washington–, presentan un serio desafío a la viabilidad y futuro de la educación pública.

La profesora argumenta que el gran debate en torno a la enseñanza ahora es entre aquellos que “creen que la educación pública no es sólo un derecho fundamental, sino también un servicio público vital… y aquellos que creen que el sector privado siempre es superior al sector público”. Dice que estos segundos ofrecen opciones de libre mercado y privatización, pero que “todas sus respuestas requieren de un traslado de fondos públicos al sector privado.

El crack del mercado de valores de 2008 debe ser suficiente para recordarnos que los administradores del sector privado no tienen un monopolio sobre el éxito”, escribió en el New York Review of Books.

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