Dossier 1. Para entender lo que está pasando en Palestina

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A 11 años de la huelga estudiantil

Los Brigadistas #6

Del 20 de abril de 1999 al 6 de febrero de 2000, el movimiento estudiantil desarrolló en la UNAM una imponente huelga que, contra viento y marea, defendió el derecho a la educación de los que menos tienen, enarbolando la bandera de la gratuidad de la universidad pública.

La batalla no fue fácil, ni estuvo exenta de errores, pero una característica que la marcó de principio a fin, fue la decisión de miles de estudiantes de bajos recursos de poner en juego todo, incluso la libertad o la vida, por defender un derecho para los que venían detrás. Esa histórica huelga fue encabezada por un sector de estudiantes a los que no pudieron detener las autoridades prometiéndoles que las medidas impuestas no les serían aplicadas a ellos. Los estudiantes de entonces no pelearon por un beneficio para ellos mismos; no estaban dispuestos a permitir que sus hermanos, sus vecinos, sus hijos, en una palabra, los suyos, fueran expulsados de una vez y para siempre de la UNAM. Contra una concepción de universidad que ve a la educación superior como un privilegio sólo para los más capaces, se defendió con fuerza una idea muy distinta: una universidad para hacer más capaces a todos.

Las cuotas aprobadas por el rector Barnés y su Consejo Universitario, eran de $680 semestrales para bachillerato y $1 020 para licenciatura. No representaban un aumento significativo en los ingresos de la UNAM pero lo importante para ellos era romper la gratuidad, lo demás vendría después. Esas cuotas no permanecerían fijas, irían aumentando cada año, hasta que cada estudiante pagara el costo real de su educación. Esto se sumó a otra serie de medidas que Barnés había venido imponiendo para expulsar de la UNAM a quienes, según su concepción, no merecían recibir educación universitaria. En 1997 el Consejo Universitario aprobó restringir el pase automático de bachillerato a licenciatura y aplicar un límite de tiempo para terminar cada ciclo escolar, dando de baja a quienes no lo cumplieran.

La huelga exigió seis demandas: 1. Derogación del Reglamento General de Pagos y establecimiento de la gratuidad de la educación, 2. Derogación de las reformas de 1997, 3. Desmantelamiento del aparato policíaco de espionaje y represión, 4. Desvinculación total de la UNAM con el CENEVAL. 5. Congreso democrático para la transformación de la universidad, 6. Reposición en el calendario escolar de los días que durara la huelga.

En las asambleas se nombraron representantes de cada escuela y facultad para construir una instancia representativa de dirección de la huelga. El 20 de abril nace el CGH, organismo que a partir de ese momento fue reconocido por los huelguistas como el único interlocutor válido de su movimiento y al seno del cual se desarrollaron intensas y acaloradas polémicas. Uno de los pilares que sostuvieron la huelga estudiantil, fue el apoyo de los de abajo. Los estudiantes con sus brigadas, su propaganda, sus marchas zonales y sus grandes movilizaciones centrales, lograron crear una inmensa valla invisible para proteger su movimiento: la valla del respaldo popular.

El gobierno no pudo doblegar la resistencia estudiantil pero tampoco estaba dispuesto a aceptar su derrota. Optó por romper la huelga y encarcelar a casi mil universitarios. Para preparar las condiciones que le permitieran esa represión, Zedillo puso a De la Fuente en la rectoría y se apoyó en un sector de investigadores y profesores de tiempo completo de las facultades, en el que confluían la derecha y el PRD Universidad.

El 6 de febrero a las 6 am, la Policía Federal Preventiva entró a la UNAM y detuvo a todos los representantes al CGH que se encontraban en reunión plenaria y a los estudiantes que estaban en las guardias. Pero el movimiento estudiantil nunca se rindió y al regresar a las instalaciones universitarias las brigadas cegeacheras acosaban a De la Fuente, a Narro, y a cuanto director se les ponía enfrente. Los funcionarios tenían que salir huyendo cada vez que aparecían los cegeacheros. Multitud de activistas optaron por no volver a clases mientras uno sólo de sus compañeros estuviera en la cárcel. Se generó en la UNAM un clima de ingobernabilidad que duró hasta que todos los cegeacheros fueron liberados.

Es verdad que el gobierno rompió la huelga del CGH, pero el costo político de esa acción lo obligó a aceptar y respetar las demandas del movimiento porque el pueblo no le perdonó que reprimiera a sus mejores hijos. Las cuotas no aumentaron y en ese momento se echaron abajo los cobros ilegales, las reformas del 97 se suspendieron, la UNAM se desvinculó del CENEVAL, el CGH desmontó las cámaras espías y fueron destituidos los dos principales organizadores de porros y del espionaje político (Brígido Navarrete y Gerardo Dorantes).

La huelga del CGH cambió la correlación de fuerzas dentro de la universidad. Gracias a ello, hoy se mantienen proyectos estudiantiles que buscan brindar mejores condiciones de ingreso y permanencia en la UNAM para los hijos de los trabajadores. Pero ni el gobierno, ni sus representantes en la UNAM han renunciado a la idea de cobrar. En cada escuela y facultad, de acuerdo a la correlación de fuerzas local, han ido reimponiendo los cobros ilegales, llegando a extremos como cobrar $5000 semestrales en algunos posgrados.

¡Ahora nos toca a los nuevos estudiantes retomar las banderas del CGH y continuar esa lucha!

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